Los setenta

Setenta diputados en el Parlamento de Cataluña no alcanzarían la mayoría cualificada para quitar o poner una coma en el Estatuto de autonomía. Sin embargo, setenta diputados, autoinvestidos de un mágico mandato popular que nunca existió, se han arrogado el derecho de liquidar ese Estatuto, de subvertir las instituciones de su comunidad, de seccionar en dos mitades a la sociedad catalana y de pretender desbaratar y romper a un país europeo democrático como España. Y no se olvide que esos setenta recibieron solo un 47% de los votos en las elecciones de 2015. El otro 53% de los catalanes, les ha importado un bledo. Ya lo habían anunciado hace dos años, iban a la independencia sí o sí. Y, derrochando toneladas de desfachatez, han llegado hasta el final. Pero que no digan ahora que es el Estado de derecho el que quiere destruir las instituciones autonómicas y humillar a Cataluña. No. Quienes han intentado dinamitar el autogobierno y quienes han arrastrado la dignidad de Cataluña por el suelo son esos setenta innobles diputados, desleales a la Constitución al Estatuto y a la democracia. Y ni siquiera han dado la cara en el momento de votar.