Los más tradicionales, probablemente, todavía mantengan la fe en el pequeño ambientador en forma de pino que pende, de manera perenne, en el retrovisor delantero de su coche, pero, a pesar de la potencia aromática que este pueda tener, sobre todo, al principio, no es una condición suficiente para que el aire del interior del automóvil no acabe convirtiéndose en una miscelánea de malos olores.

Además de llevar a cabo una minuciosa rutina de limpieza que permita mantener el coche impoluto a pesar de los kilómetros que se le hayan echado encima, una de las prácticas más recomendables es la de cambiar los filtros de aire y polen periódicamente. Esto hace que el interior se ventile perfectamente y ayuda a mantener la frescura en el habitáculo.

Una opción muy sencilla y barata para perfumar el vehículo es la de impregnar una pinza de madera en alguna fragancia agradable y ubicarla directamente en la salida del aire para que se reparta bien el aroma. Otro truco fácil es el de colocar salvia, tomillo, canela en rama, romero, lavanda o cualquier otra hierba aromática dentro de un saquito de tela para que vaya desprendiendo poco a poco su olor. Para los fumadores, el romero seco o las las semillas de espliego, alojadas en el cenicero, pueden ayudar a que el humo del tabaco (y su hedor) no acabe conquistando todo el espacio.

La parte trasera del vehículo también es importante. Para evitar que esta se contamine, poner bajo los asientos pequeños recipientes con un poco de suavizante para la ropa, cuya fragancia vaya ocupando progresivamente el espacio, es otra de las prácticas más recomendables. Las cáscaras de cítricos, una manzana, un membrillo o unos granos de café son otras de las opciones que pueden escogerse para ganarle la batalla a los malos olores.

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