​La llave de la gobernabilidad del bipartidismo, en el bolsillo nacionalista

A lo largo de la democracia, la alianza del más votado con uno o dos partidos nacionalistas ha propiciado investiduras y permitido la gobernabilidad.

Debate entre Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera
Debate entre Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera
Agencias

Salvo cinco legislaturas, cuatro con mayoría absoluta y una fallida, la última, el bipartidismo de PSOE o PP se ha visto siempre en la tesitura de la negociación y del pacto con formaciones nacionalistas, los guardianes de la llave de la gobernabilidad.


El paradigma de este guión que al final terminan escribiendo los partidos catalanes, vascos e incluso canarios se firmó en 1993, cuando el PSOE de Felipe González perdió claramente la mayoría absoluta o casi absoluta que había disfrutado durante una década.


Felipe González logró en las elecciones de junio de 1993 un total de 159 escaños, lo que le obligó a buscar la alianza de otra formación al menos para la investidura, cualquier otra menos el PP.


La IU de Julio Anguita sumó 18 diputados y la CiU todopoderosa del entonces todopoderoso Jordi Pujol, 17, dos cifras que hubieran bastado al PSOE para alcanzar el Gobierno y cierta estabilidad en la nueva legislatura.


González pudo elegir y eligió a CiU, así que la llave de la gobernabilidad se desplazó a Barcelona para caer en el bolsillo de Pujol.


Durante dos años, la formación catalana usó la llave, la escondió y amagó con no usarla hasta que dio un portazo a González con el rechazo a los Presupuestos de 1995. Tres meses más tarde se convocaron elecciones anticipadas.


José María Aznar venció en las urnas que se colocaron ese año, 1996, con 156 escaños, a 20 de la mayoría absoluta.


Descartado el PSOE, porque el bipartidismo en España se entiende si va por separado, el reto de poner fin a 14 años de hegemonía "felipista" no le resultó a Aznar nada sencillo, pues no sólo necesitaba los 16 escaños de CiU, sino también los 5 del PNV y a ser posible los 4 de Coalición Canaria.


Los partidos nacionalistas otra vez enseñaron la llave de la gobernabilidad, pero Aznar, a diferencia de González tres años antes, no pudo elegir a uno, sino que tuvo que elegir a los tres.


Con CiU acordó la investidura -jugaron un papel decisivo las reuniones secretas de Aznar y Pujol-; con PNV, apoyos puntuales; y con CC, la investidura y la legislatura.


También los nacionalistas mostraron la llave de la gobernabilidad a José Luis Rodríguez Zapatero durante las dos legislaturas que gobernó, ambas sin mayoría absoluta, aunque cerca de ella.


Si bien en las investiduras bastó la mayoría simple de sus diputados (164 en 2004 y 169 en 2008), el último presidente socialista creó un carril de comunicación que dirigía a CiU, a ERC o a PNV, según las circunstancias.


Ingenió la "geometría variable" y así pudo aguantar las dos legislaturas casi al completo, y con leyes importantes en medio, como la de dependencia, la del aborto o la legislación contra la violencia de género.


La presencia de los nacionalistas para desatascar situaciones aritméticas enredadas se remonta a febrero de 1981, en la segunda votación para la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo, esa votación que tuvo que aplazarse por el intento fallido de golpe de Estado del día 23.


El sucesor del dimitido Adolfo Suárez no logró la mayoría absoluta en la primera sesión, así que tuvo que recurrirse a una segunda, y en ésta, tras el ruido de las balas y del "se sienten, coño", Calvo-Sotelo alcanzó los 186 síes, entre ellos los de CiU.


Tan claro está que la llave la guardan los partidos nacionalistas en su bolsillo que González superó la primera votación de la investidura de 1989 gracias a un único voto -el PSOE sumó 175 diputados, a uno de la mayoría absoluta-: ese voto se lo dio Luis Mardones, el único parlamentario de la Agrupaciones Independientes de Canarias.


Toda esta incertidumbre aritmética pudo haberse resuelto si PSOE y PP hubieran juntado sus fuerzas en esa famosa gran coalición que ahora está tan de moda por lo que se habla de ella, no porque se ponga en práctica.


La historia parlamentaria reciente excluye grandes coaliciones y alianzas firmes de izquierdas y de derechas, por lo que el escenario que se desplegó en diciembre resultó extraordinariamente novedoso.


Primero, porque nunca antes el partido más votado había quedado por debajo de los 150 escaños; y segundo, porque el bipartidismo se dividió en dos bloques, uno a la izquierda, otro a la derecha.


A lo largo de la democracia, la alianza del más votado con uno o dos partidos nacionalistas ha propiciado investiduras y permitido la gobernabilidad. Que dos partidos de ámbito nacional más o menos fuertes deban pactar, y además contar con formaciones catalanas o vascas, no tiene precedentes.


Al igual que durante estos meses, lo más probable (salvo sorpresas) es que después del 26 de junio los partidos nacionalistas se guarden otra vez la llave de la gobernabilidad en los bolsillos, aunque sea por unos pocos escaños, aunque sea en la abstención.

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