Una tregua en el lenguaje incendiario

El tiroteo de Arizona, que ha dejado en estado crítico a la congresista Gabrielle Giffords, ha suscitado una autocrítica de la clase política estadounidense por su lenguaje empleado.

Poco se sabe de lo que motivó a Jared Lee Loughner a disparar contra la congresista Gabrielle Giffords y quienes la rodeaban en el exterior de un supermercado en Tucson, pero abundan las acusaciones de que el incidente es producto del clima político en el país.


Desde su llegada a la Cámara de Representantes en 2007, Giffords ha sido una polémica figura en su distrito en Arizona por enarbolar las causas de las reformas de la sanidad y del sistema migratorio en Estados Unidos, entre otros asuntos. Su oficina fue objeto de un atentado en marzo pasado y Giffords, la primera legisladora judía en la Cámara baja, advirtió entonces contra la violencia política e hizo un llamamiento a la concordia nacional.

El tiroteo también ha desatado un debate sobre la seguridad de los congresistas y la urgencia de combatir la intolerancia. Expertos consultados señalan que el extremismo no es un fenómeno nuevo: florecieron las milicias paramilitares bajo la presidencia de Clinton en la década de 1990, y en 2009 surgió el movimiento conservador Tea Party. Pero ha adquirido un giro peligroso para la democracia. Agregan que, pese a la condena universal del atentado, la tregua en el tono del discurso político durará poco mientras las divisiones ideológicas sobre los problemas del país permanezcan sin cambio.


"Desde la derecha, ha habido una especie de fervor 'revolucionario' y el Tea Party ha sabido explotarlo. Incidentes como el de Arizona en realidad son síntomas del descontento y la desconfianza hacia el Gobierno", dice Frederick Clarkson, autor de libros sobre la derecha religiosa. "En nuestro país siempre ha habido una tradición de lenguaje y simbolismo provocador, pero preocupa que esto haya tomado un giro peligroso para la integridad y supervivencia de nuestra democracia", enfatiza.


Chip Berlet, experto en tendencias populistas, advierte de que "el debate político siempre ha sido estentóreo, y ese es el precio de la democracia, pero nadie debe pagar con su vida. Aunque los políticos no tengan responsabilidad legal por las acciones de otros, sí tienen responsabilidad moral por aumentar con su retórica la intolerancia", dice Berlet, al referirse al polémico estilo de la ex gobernadora de Alaska, Sarah Palin.


Dentro y fuera del Congreso surge un creciente coro de voces para reducir las divisiones y devolver la cordura al debate político. "La política se ha vuelto demasiado personal, demasiado repugnante y quizá hasta demasiado peligrosa... ojalá este acto sin sentido devuelva la cordura a nuestro discurso público", dice Jonathan Cowan, presidente de la Tercera Vía, un grupo moderado que aboga por los "millones de estadounidenses olvidados" en medio de la polarización política del país.