Sarkozy admite haber errado durante el tiempo que lleva en el mandato

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha admitido haber cometido errores durante los dos años que lleva en el Elíseo y ha reconocido que no todos los reproches que se le hacen están injustificados. "Hace falta tiempo para entrar en una función como la que ocupo, para entender cómo funciona, para estar a la altura de un cargo que, créame, es inhumano",  confiesa en una entrevista que mañana publica el semanario 'Nouvel Observateur'.


Sarkozy ha hablado sobre el revuelo que provocó su cena en Fouquet's, un caro y famoso restaurante francés de los Campos Elíseos, para festejar su victoria en las presidenciales y, en general, de lo que en Francia se ha bautizado como su faceta 'bling-bling' para referirse al gusto por la ostentación del lujo.


En su opinión, estas críticas habían empezado mucho antes de la famosa velada en Fouquet's, durante una época de su vida personal que, afirma "no era fácil" porque tenía que luchar "en varios frentes". "No le dí a esa noche una especial importancia. Me equivoqué", ha reconocido. "En cualquier caso, a partir del momento en el que algo no se entiende y crea polémica, es un error. Y si hay un error, no merece la pena volver a él".


El mandatario, que acaba de remodelar ampliamente el Ejecutivo tras la salida de dos ministros hacia Estrasburgo, defiende en la entrevista su apuesta por la diversidad y la apertura, y vuelve a reprochar a la indómita ex-secretaria de Estado de Derechos Humanos, Rama Yade, de origen senegalés, encabezar la lista para las elecciones europeas.


"Lamenté mucho que Rama Yade rechazase la lista europea porque era una señal muy fuerte de la diversidad que una formación de derechas la presentara en la región parisina. Qué ejemplo para la juventud!", ha exclamado.


Por el contrario, ha elogiado que la ex-ministra de Justicia Rachida Dati, de origen magrebí, le entendiera y aceptara cambiar el Ministerio por el Parlamento Europeo. En cuanto a su filosofía de la apertura, cree que el nuevo ministro de Cultura, Frédéric Mitterrand, la encarna "magníficamente".


A la pregunta si cree que ha cumplido la misión que se había fijado, ha respondido responde que no es "narcisista" y que no le corresponde a él comentar su propia acción, pero ha asegurado que tiene "una gran exigencia", tanto para sí mismo como para quienes trabajan a su lado, en torno a una obsesión: "Modernizar el país".


"Hacer posible que Francia salga más grande y más fuerte de la crisis. Quiero también que, cuando me vaya, no dejemos a nuestros sucesores nada que no hayamos podido hacer nosotros mismos", ha explicado.