ITALIA

Milán, futuro indefinido

La capital financiera de Italia, en crisis de identidad y que sufre de lleno el declive económico. Ha recibido la puntilla con el cierre de rutas de su aeropuerto y ahora fija su esperanza en la Expo 2015.

La Italia de la posguerra, la actual, se inaugura con una escena muy salvaje en una gasolinera de Piazzale Loreto. Una turba se ensañó con los cadáveres de Mussolini y su amante y los colgó boca abajo. En ese lugar hay ahora un montacargas que baja a un restaurante subterráneo, en el metro. Sólo quedan en pie dos edificios de la época. No hay placas que recuerden lo ocurrido. Milán, que quedó muy desfigurada por la guerra, dejó atrás rápido el pasado. Fue reconstruida. Creció por deprimentes páramos de periferia urbana y fábricas. Salió un poco triste, pero volcada en el futuro.


Piazzale Loreto es hoy un lugar feo y polvoriento de Milán como cualquier otro. Hay puestos de chinos y paquistaníes que venden gafas y bolsos. El florista de la plaza se queja de ellos. "Italia va muy mal", dice. Es de derechas. La quiosquera, también: "A ver si llega Berlusconi y arregla esto, es el único que puede hacer algo". Milán y su región, Lombardía, motor empresarial de Italia, son un feudo del 'Cavaliere'. Pero hasta los suyos parece que le votarán sin entusiasmo. El hartazgo de los políticos, la frustración, el desencanto, son los sentimientos que más se repiten en Italia. "Yo no voto, ningún partido me representa, no se salva ni uno", dice una taxista en un tráfico infernal.


El futuro en los ochenta era otro Milán, que surgió al lado del otro. Le llamaron Milán Dos, Milano Due. Lo bautizó con tan poca modestia su constructor, Silvio Berlusconi. Este centro residencial con jardines, lago con patos y coches que no se ven fue modélico en el Milán de Craxi, en la era socialista que llevó al colapso, por corrupción, el sistema político italiano. Fue la base del imperio del 'Cavaliere'. La tele con cable que instaló en la urbanización fue el germen de Canale 5, el inicio de la Italia de hoy, que acabó pareciéndose a la mala televisión que veía.

Desde el despacho


Mediaset, las tres cadenas de Berlusconi, está en Milano Due. Desde la calle se ve el despacho de Emilio Fede y cómo le maquillan. Es un amigo del magnate que presenta el telediario más pro-Berlusconi que existe, el TG4. "Hacemos una televisión sectaria", reconocen tres empleados de Mediaset en el café Onama, al lado de los estudios. Dentro de la tele de Berlusconi hay de todo, claro, pero impresiona oírles. "El problema de Italia es la ignorancia, la falta de información, la gente sólo ve la tele, si no no se explica cómo gana él", dice el más descontento.


Milán es post-industrial desde hace demasiado tiempo. De un cerco de ciudades satélite entran y salen cada día 840.000 personas. Más de la mitad, en coche por viejas autopistas que no dan abasto. Es la ciudad con más muertes relacionadas con la contaminación. Un panel proclama en la estación central que ya queda menos para que llegue la alta velocidad. Porque aún no ha llegado. Milán ha perdido medio millón de habitantes en 30 años. Los pisos son los más caros de Italia, 4.500 euros el metro cuadrado. La ciudad sigue siendo la capital financiera, hace ferias y periódicamente vive la fiesta de la moda. Pero está en crisis. En el último año muchos títulos del sector del lujo han sufrido caídas, como mínimo, del 30%. Entretanto, llegan los chinos. Hace cuatro años, estaban en el puesto 33 de inversores en Italia. Ahora, entre los diez primeros. Aquí es donde más se nota, hay cuatro empresas de comunicaciones y tecnología.

El golpe de Malpensa


En esto ha llegado la puntilla de la crisis de Alitalia, que llevará al cierre de rutas de Malpensa, el aeropuerto milanés. Según el Gobierno regional, se perderán 7.000 empleos. Es un golpe moral. Malpensa era, con Roma, centro de distribución de vuelos. Es una de esas cosas raras italianas, pues es el único país europeo con dos. Además, está a 50 kilómetros y el taxi cuesta 70 euros. Todo se hizo para que Milán fuera, en la práctica, la capital real de Italia.


El trauma ha sido compensado por la adjudicación de la Expo 2015. Ahora es el nuevo horizonte de futuro. Rascacielos de Foster, Hadid, Isozaki, Libeskind, Pelli... Llega con retraso a la transformación que ya ha vivido Europa, pero llega. Deberá reordenar la ciudad y solucionar sus comunicaciones. Sin embargo la alegría institucional, los 70.000 empleos y 4.000 millones de inversión han chocado con cierto escepticismo popular, simbolizado por Adriano Celentano y Renzo Piano, que temen una gran especulación inmobiliaria. Cerca del Duomo hay una muestra con las maquetas que cambiarán Milán. Hablando con los visitantes, es curioso comprobar cómo estas cosas fascinan en España, donde aún fermenta el materialismo y el progreso, pero en Italia generan desconfianza. Mucha gente piensa que en realidad quiere parques, que los políticos se llevarán el dinero, que les están engañando, que Italia quedará en ridículo. "Estoy acostumbrado a pequeños pueblos medievales, no os acerquéis", dice alguien en el libro de visitas. Italia se repliega. Muchos milaneses no confían en sus propias fuerzas, ni en sus gobiernos y tampoco en la Expo. Y quedan siete años para que llegue el futuro.