DISTURBIOS EN EL CAIRO

Las protestas en Egipto continúan pese a los nuevos cargos designados por Mubarak

El jefe de la Inteligencia, Omar Suleiman, juró como vicepresidente, y el general Shafiq asumió el puesto de primer ministro. Estados Unidos llama al diálogo, pero evita pedir la dimisión del presidente egipcio.

Varios tanques circulan por una calle de El Cairo rodeados por miles de egipcios.
Las protestas en Egipto continúan pese a los nuevos cargos designados por Mubarak
KHALED DESOUKI/AFP

El presidente egipcio, Hosni Mubarak, designó ayer a dos generales para ocupar puestos clave en el Estado, una medida que no ha evitado que Egipto continúe sumido en el caos entre las protestas y los actos de pillaje.

El jefe de los servicios de Inteligencia de Egipto, general Omar Suleiman, juró como vicepresidente, mientras que el general Ahmed Shafiq asumió el cargo de primer ministro. Mubarak, que fue vicepresidente de Anuar el Sadat, asesinado el 6 octubre de 1981, dejó vacante ese puesto cuando llegó a la Presidencia ese año, lo que había fomentado los rumores de que heredaría el poder su hijo Gamal e implicaba riesgos constitucionales en caso de que renunciara o falleciera.

«Juro preservar el régimen democrático republicano y la Constitución, los intereses del pueblo, la estabilidad de la patria y la integridad territorial», afirmó Suleiman en su toma de posesión.

Shafiq, el segundo militar en asumir altas responsabilidades del Estado y que era hasta ahora ministro de Aviación Civil, recibió la misión de formar un nuevo gobierno en Egipto y reemplazó en el cargo a Ahmed Nazif.

El Ejecutivo egipcio presentó su dimisión después de que Mubarak anunciara el viernes por la noche, en su primer mensaje a la nación desde que brotaron estas protestas, que había decidido reemplazar al Gabinete y nombrar otro que asumiera nuevas funciones.

Los nombramientos de Suleiman y Shafiq se producen en medio de un profundo deterioro en la seguridad pública en El Cairo y otras ciudades del país al calor de las manifestaciones.

Estos cambios en el Estado para intentar atajar la crisis han sido considerados insuficientes tanto por los ciudadanos como por la oposición, entre ellos el premio Nobel de la Paz Mohamed el Baradei, que calificó como un «cambio de figuras» la designación de los dos generales. «Es hora de que Mubarak renuncie; si no, Egipto va a colapsar», afirmó, en declaraciones al canal catarí de televisión Al Yazira. El Baradei subrayó que el presidente tiene que «dar paso a un proceso democrático».

Por su parte, decenas de miles de egipcios siguen manifestándose en el centro de la capital, en un claro desafío al toque de queda, que comenzó a las 16.00 hora local (14.00 GMT).

La plaza Tahrir, epicentro de las protestas de los últimos días, ya amaneció ocupada por centenares de ciudadanos a los que se fueron sumando a lo largo del día nuevos manifestantes para pedir la salida de Mubarak. «No nos sirve con la destitución del Gobierno. Eso no es suficiente. Estamos aquí para exigir que Mubarak abandone el poder», aseguró Walid Gamal. Este joven, que todos los días ha salido a la calle, portaba una pancarta en la que se leía «30 años. Vete ya», en referencia a las tres décadas que el presidente egipcio lleva en el cargo.

Vandalismo y pillaje

A las protestas políticas se ha unido el vandalismo, lo que ha sumido aún más en el desorden público al país y obligado al Ejército a enviar refuerzos a todas las ciudades y provincias para poner fin a los saqueos y el pillaje.

En muchas zonas los ciudadanos han organizado patrullas urbanas, que, armadas con estacas de madera y barras de hierro, tienen como objetivo vigilar las calles y combatir los actos de pillaje ante la ausencia de policías.

El Ministerio de Defensa hizo un llamamiento a la ciudadanía para que repela «a los saqueadores para proteger la propiedad pública y privada y preservar las integridad de Egipto», y advirtió de que «se va a tratar con toda la fuerza y rigor a los que infrinjan la ley».

Aunque la mayoría de las protestas de ayer se desarrollaron en un ambiente pacífico, vigiladas por las tropas del Ejército, se produjeron algunos incidentes, como el ocurrido en la sede del Ministerio del Interior, en el centro de El Cairo. Allí, tres personas murieron en enfrentamientos a tiros entre la Policía y un grupo desconocido, informaron fuentes de los servicios de seguridad.

Estas víctimas se suman a las decenas de muertos y más de 1.500 heridos que han dejado estas violentas protestas, que en un principio comenzaron para pedir reformas políticas en el país y ahora están dirigidas a exigir la renuncia de Mubarak.

Del presidente no se sabe gran cosa, pero la cadena Al Yazira informó ayer de que su esposa Suzanne y sus dos hijos, Gamal y Alaa, habrían viajado a Londres huyendo de las protestas antigubernamentales en todo el país.

Pendiente de su influencia

Mientras tanto, y sea cual sea el desenlace de la crisis egipcia, Estados Unidos juega fuerte para no perder su influencia sobre un aliado esencial en el mundo árabe sin cuyo papel moderador podría venirse abajo la estrategia norteamericana para mantener la precaria estabilidad en Oriente Próximo. El viernes, un ambivalente Obama trató de cautivar a la población furiosa con un régimen autoritario pidiendo a Hosni Mubarak que no utilice la fuerza para reprimir la revuelta. Pero en ningún momento en su discurso de cuatro minutos el mandatario esbozó la idea de que el líder árabe debía abandonar el poder.

"Estados Unidos seguirá defendiendo los derechos del pueblo egipcio y trabajará con su gobierno para buscar un futuro más justo, libre y esperanzador", afirmó el mandatario. Aun así, no presentó ultimátum ni exigencia alguna a Mubarak, de quien dijo "tiene la responsabilidad de darle sentido" a sus promesas de democracia y oportunidades económicas. Las líneas más afiladas de su discursos fueron para pedirle a su aliado que abriera el diálogo con los manifestantes, y luego se conformó con pedir la celebración de elecciones "libres y justas".