POLONIA

La otra Polonia

Muchos jóvenes polacos cuestionan los valores conservadores y religiosos; los más radicales rechazan la economía de mercado y apuestan por una nueva izquierda.

Polonia es un país de contrastes donde la modernidad coexiste con la tradición sin demasiados conflictos. El país centroeuropeo es, junto con Irlanda, el territorio del Viejo Continente donde la Iglesia católica tiene el mayor arraigo social. El 96% de los polacos se declara católico, según un estudio del Centro de Investigaciones sobre la Opinión Pública (CBOS) de Varsovia, y los valores conservadores gozan de buena salud. Sólo el 17 por ciento de la ciudadanía ve con buenos ojos la legalización del matrimonio homosexual. Pero hay una Polonia emergente, joven y rebelde, que quiere romper moldes.


La figura del Papa Juan Pablo II es un mito intocable hoy por hoy. Tanto es así que, recuerda la editora y militante feminista Ewa Majewska, cuando murió "los grupos antiglobalización polacos cerraron durante 24 horas su página web en homenaje a la figura del Papa". Sería algo impensable en otro país de la UE. La joven socióloga Agnieszka Dobrynska, investigadora en el Centro Juan Pablo II de Varsovia, que se declara "creyente y católica practicante", asegura que "gran parte de los polacos son conservadores y obedecen a los mandamientos de la Iglesia". Dobrynska, que simpatiza con el derechista Partido Ley y Justicia (PIS), considera que "la modernidad no está reñida con la tradición y nuestros valores cristianos".


Por razones históricas, palabras como 'izquierda' y 'socialismo' no tienen buena prensa en Polonia y la economía de mercado es cuestionada por pocos ciudadanos, aunque entre los mayores de las clases populares exista cierta nostalgia por la seguridad en el empleo y la gratuidad de servicios como la sanidad pública de la época comunista. "Polonia es en la actualidad un país mayoritariamente de derechas, aunque un 25 por ciento de los ciudadanos se sitúa en la izquierda", reconoce el dirigente socialista Tadeusz Iwinski.


Profunda transformación


Este político, experto en relaciones internacionales, no recoge toda la complejidad de Polonia, que vive una profunda transformación social y cultural y dejó hace años de ser un país arcaico y rural. Para muestra un botón: el 60% de los varsovianos se casa por lo civil, según el diario 'Gazeta Wyborcza', y aunque los domingos las iglesias siguen llenas, los polacos que aprovechan ese día para otros menesteres son cada vez más numerosos.


La derrota del conservador Jaroslaw Kaczynski en las legislativas del pasado 21 de octubre, elecciones que dieron la victoria al liberal Donald Tusk, fue posible en gran medida gracias a los jóvenes, que se parecen cada vez más a los de Europa occidental. Las nuevas generaciones, "o al menos importantes sectores, rechazan el conservadurismo, son europeístas y no nacionalistas, no odian a los alemanes y los rusos y apuestan por el liberalismo en cuestiones como el sexo y la religión. Aspiran a vivir en un país democrático y moderno", explica Urszula Cioklo, vicepresidenta de la organización estudiantil Polska Mlodych (Juventud Polaca).


La opinión de esta universitaria de Cracovia de 20 años de edad, que se declara "creyente, pero laica", es compartida por Justyna Dziewota-Jablonska, estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad de Varsovia y organizadora de las manifestaciones contra el anterior ministro de Educación, el ultraderechista Roman Giertych. Admite que es atea, y asegura que una mayoría de jóvenes es "ajena a lo que diga y haga la Iglesia y es políticamente liberal".


Algunas encuestas apuntan en la misma dirección. Michal Syska, redactor de la revista de crítica política 'Krytyki Politycznej', piensa que "la Polonia progresista es todavía minoritaria, pero va ganando terreno en todos los aspectos". "No nos preocupa lo que digan curas y obispos, no queremos vivir como nuestros padres, no nos anclamos en el pasado y creemos que un mundo mejor es posible", pone de manifiesto Syska, que a la sazón es vicepresidente del Partido Socialdemócrata de Polonia (SDPL).


Antiglobalización


A pesar del paro -Polonia, junto con España, está en cabeza en precariedad laboral y desocupación juvenil en la UE-, de las dificultades para independizarse de los padres y de la presión del fenómeno emigratorio, muchos jóvenes, sobre todo en las grandes ciudades, "miran el futuro con optimismo y buscan nuevos caminos", destaca Urszula Cioklo.


Los jóvenes más radicales se declaran ateos o agnósticos y son profundamente anticlericales; cuestionan la economía de mercado y apuestan por modelos alternativos y por una nueva izquierda. Se definen a veces socialistas, marxistas o anarquistas. Una multitud de grupos y colectivos antiglobalización, antimilitaristas, feministas, ecologistas y defensores de los derechos de gays y lesbianas han aparecido en Polonia. Representan a una pequeña minoría de la juventud, pero demuestran que "una nueva izquierda democrática y anticapitalista es posible", apunta el historiador Karol Modzelewski.


Wojtek Figiel, estudiante y militante antiglobalización, está convencido de que "Polonia se va a rebelar contra el capitalismo neoliberal que nos ha hundido en la miseria, la precariedad y el paro a muchos jóvenes". Maciej Rembarz, que se autodefine como "socialista", es más cauto y lamenta "la falta de rebeldía de la juventud, que aunque ya no está tan influenciada por el conservadurismo y la Iglesia, se ha vuelto muy individualista y consumista". "El consumismo, el individualismo y la falta de compromiso político dominan el panorama juvenil", señala el periodista Marcin Szymaniak.


Basta dar una vuelta por los centros comerciales y las tiendas de moda de Varsovia y otras grandes ciudades del país para darse cuenta que las opiniones de Rembarz y Szymaniak no son una exageración. Aún así, "a pesar de la despolitización, la ofensiva de la derecha y la Iglesia contra el aborto, el divorcio y los derechos de la mujer, una nueva Polonia se abre paso y aspira a una sociedad más justa", comenta la feminista Ewa Majewska. A su juicio, "aunque el contexto social polaco es mayoritariamente conservador y clerical, existe una Polonia crítica y rebelde que no está dispuesta a callarse".


En la misma línea, Tomasz Szypula, secretario general de la Campaña Contra la Homofobia y activista a favor de los derechos de gays y lesbianas en Polonia, cree que "la sociedad es todavía reacia a aceptar la homosexualidad como algo normal, porque la influencia de la Iglesia sigue siendo importante, y la legislación española es para nosotros un sueño, pero hemos dado algunos pasos y se están rompiendo tabúes". Sin lugar a dudas, una nueva Polonia emerge de su pasado atormentado y violento.