MAURITIANIA NO ES LA ÚNICA

La "epidemia" africana de los golpes de Estado

El golpe de Estado sufrido el pasado miércoles por Mauritania no es sólo el cuarto de su historia tras los de 1978, 1984 y 2005, sino también el último de los veinte que los países africanos han conocido en los últimos quince años.

Durante los años sesenta una canción hacía furor en África, su título era "Independencia cha-cha-cha", la manifestación musical de la eufórica alegría de los pueblos africanos que anhelaban su independencia de un orden internacional basado en un planteamiento colonial que tras la conmoción de la segunda Guerra Mundial daba sus últimas bocanadas.

 

Desde el propio continente se contemplaba la independencia de las metrópolis como la panacea para todos los males que le acuciaban y la baza segura para comenzar un desarrollo político y económico que integrase de pleno derecho a estos países en el concierto internacional y en condiciones de igualdad con el resto de naciones del planeta.

 

El deseo de ruptura total con el pasado tuvo un primer reflejo en el cambio de nombre de muchos de los países que estrenaban libertad. Dieciocho naciones cambiaron de nombre entre 1957 y 1984. El antiguo Congo pasó a ser Zaire, Rodesia del Sur se convirtió en Zimbabue, Bechuanalandia se transformó en Namibia, Tanganica en Tanzania, Alto Volta en Burkina Faso, Africa Ecuatorial en Chad y así, un largo etcétera. Pero éste tipo de cambios no fue suficiente para garantizar la estabilidad necesaria para iniciar una andadura independiente que pronto se enfrentó con las consecuencias de una descolonización acelerada y sin planificación, hecha en la mayoría de las ocasiones a base de fronteras forzadas que no respetaban las etnias ni la historia de los pueblos que intentaban agrupar.

 

Como explicaba el académico nigeriano A.O.Ikelegbe, el colonialismo fue "el hacha que desarraigó la tradición africana, dejando a la población a la deriva y con escasas posibilidades de extraer experiencias del pasado". Un panorama que, entre otras nefastas consecuencias empujaría a países como el Congo, Biafra, Sudán o Chad a cruentas y despiadadas guerras civiles y a muchos otros como Marruecos y el Sahara Occidental o Etiopía y Eritrea a enfrentarse por cuestiones de reclamaciones territoriales. Sin olvidar regímenes tan infames como el del apartheid en Sudáfrica ni la proliferación de tiranos de todo tipo que como Mobutu Sese Seko en Zaire, Mengistu en Etiopía o Idi Amín Dada en Uganda que tanto daño han hecho a sus maltratados países.

 

Dinámica golpista

 

En 1970, de los diecisiete los jefes de Estado o de Gobierno que estrenaron independencia en sus países, nueve habían sido asesinados o derrocados violentamente. En los seis años que transcurrieron entre 1963 y 1969, Africa tuvo que enfrentarse a nada menos que quince golpes de Estado, la mayoría en la zona occidental del continente. Sólo durante 1966 hubo seis países africanos que pasaron por esta dura circunstancia.

 

Esta dinámica golpista empujó a estos países a decantarse por regímenes presidencialistas y de partido único que fueron desterrando los regímenes constitucionales del continente hasta sustituirlos por unos regímenes autoritarios que se convirtieron en una constante durante la década de los setenta. A esta penosa situación política se sumaba una no menos lamentable situación económica, dominada por el intervencionismo estatal, que tuvo que enfrentarse a un importante incremento de la población y a la migración de ésta desde el campo a las ciudades con el consiguiente incremento del sector servicios en perjuicio de un sistema más productivo. A la involución económica le siguió de forma inevitable la involución política y de los 16 regímenes militares que África tenía en 1975 se pasó a los 23 de finales de los ochenta. Nada ayudó a mejorar esta situación la entrada del continente africano en el tablero de juego de las grandes superpotencias durante el periodo de la Guerra Fría.

 

La inclusión en el bloque comunista de países como Congo, Etiopía, Angola o Mozambique no propició la estabilidad política en el continente que hasta el hundimiento del sistema comunista en la URSS, a finales de los ochenta, vivió un interrumpido calvario de guerras y continuas intervenciones militares.

 

20 pronunciamientos en 15 años

 

Pero las esperanzas de que las cosas cambiasen en Africa tras la caída del muro de Berlín y el final de la Guerra Fría no tardaron en volver a frustrarse. El golpe de Estado sufrido el pasado miércoles por Mauritania no es sólo el cuarto de su historia tras los de 1978, 1984 y 2005, sino también el último de los veinte que los países africanos han conocido en los últimos quince años. Una triste relación que va del golpe de 1993 en Burundi que acabó con la vida del presidente hutu, Melchior Ndadaye, a manos de militares tutsis, hasta el de 2003 en Guinea Bissau en el que el régimen de Kumba Yala fue derrocado por el general Verissimo Correia Seabra, que a su vez sería asesinado un año después. Entre medias una lista tan penosa como extensa: Rwanda y Gambia en 1994; Comores y Santo Tomé y Príncipe en 1995; Sierra Leona, Niger y Burundi en 1996; Zaire, Sierra Leona y Congo en 1997; Niger, Comores, Guinea Bissau y Costa de Marfil en 1999; Congo en 2001; y Liberia, República Centroafricana y nuevamente Santo Tomé y Príncipe y Guinea Bissau en 2003. Ante esta dura realidad, tal vez sea un conocido proverbio ugandés el que mejor defina la desgracia endémica que se ceba sobre el continente más maltratado del planeta: "Cuando los elefantes luchan es la hierba la que sufre".