UNIÓN EUROPEA

La UE se blinda ante socios manirrotos

La canciller alemana logra una reforma limitada del Tratado de Lisboa para crear un fondo de rescate permanente que evite poner en peligro el euro.

Zapatero conversa con Merkel y Sarkozy (de espaldas), ayer, en la cumbre de Bruselas.
La UE se blinda ante socios manirrotos
ERIC FEFERBERG/AFP

Pocas dudas había de que no terminara sucediendo pero, por si cabía alguna, la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE clausurada ayer lo dejó meridianamente claro: va a haber una reforma mayor en la Unión Monetaria que requerirá cambios "limitados" -esa es la denominación oficial- en el Tratado de Lisboa para evitar que un miembro de la zona del euro ponga en riesgo la estabilidad de la moneda única, como ha sucedido con Grecia y su déficit.


La reforma entrañará una vigilancia acrecentada por parte de las instituciones comunitarias -y, tras ellas, de los estados miembros- de la actividad económica de los socios de la Unión, que comenzará con los primeros esbozos de los proyectos nacionales de presupuesto y que proseguirá con la supervisión de las cuentas públicas y de la calidad de las economías nacionales para desenvolverse con holgura en la sociedad de la globalización. A tal fin, se pondrán a punto una serie de indicadores de competitividad, de cuyo análisis se derivarán recomendaciones a los estados miembros que estos deberán asumir.


Sanciones


La desatención de las obligaciones de rigor presupuestario exigibles a los socios del euro -hasta ahora muy precisas sobre el déficit presupuestario y en adelante también muy concretas sobre la deuda pública- entrañará la imposición de sanciones económicas en plazos de tiempo muy breves. Su objetivo es desanimar a los gobiernos a que cedan a las presiones interiores y gasten más que de lo que recauden.


Las sanciones podrán entrar en vigor durante el mismo ejercicio en el que se generen los déficit excesivos, o lo que es lo mismo, a los seis meses de constatada la infracción.


Para hacer frente a contingencias como las suscitadas con motivo de la crisis de la deuda -de Grecia y de otros socios de la UE, España entre ellos hace unos meses- se va a constituir en la Europa comunitaria un fondo permanente de estabilización financiera, sucesor del creado en mayo con una dotación de 750.000 millones, que podrá auxiliar a los socios del euro en dificultades. A un precio, naturalmente, que está por definir, pero que podría implicar un coste para el sector bancario privado, según pretenden Alemania y la Comisión Europea, que quieren que el contribuyente no pague sistemáticamente las consecuencias de crisis causadas por otros.


El BCE se opone


El Banco Central Europeo (BCE) no es partidario de estos extremos porque, aplicados en sentido estricto, podrían entrañar la suspensión de pagos de un socio del euro y la reestructuración de su deuda, lo que, a su entender, dañaría la credibilidad de todo el sistema.


No es un debate esotérico: distintos sectores griegos están reclamando poder hacerlo ahora, con la excusa de que el país no puede devolver en tres años los 110.000 millones prestados por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Ni las autoridades locales, ni la Europa comunitaria les escucha.


Para crear ese fondo de estabilización, Alemania necesita que se reforme el tratado, pues de otro modo incurriría en inconstitucionalidad. La cumbre, tras no pocas discusiones, decidió atender esa demanda de la canciller Angela Merkel.


De aquí a finales de año, por lo tanto, la presidencia del Consejo, en estrecho contacto con la de la Comisión, trabajará en la definición de ese fondo y en sus potencialidades y competencias. En diciembre, los líderes comunitarios deberían asumir su creación y después, antes del verano de 2013, entrará en vigor, cuando venza el mecanismo temporal de ayuda a la estabilidad de la moneda única.


Pasar por el aro


Sucintamente, estos fueron los acuerdos de la cumbre de ayer. De sus consecuencias habrá que hablar largo y tendido durante muchos meses, porque lo que ayer hicieron los Veintisiete en Bruselas no fue otra cosa que sustituir -o sentar las bases para hacerlo- el mecanismo de control que fue establecido con la creación de la Unión Monetaria, y que se basaba, en buena medida, en la confianza mutua, por un armazón de controles exhaustivos y obligaciones exigibles que impedirán que nadie en la Europa del euro podrá salirse nunca del guión trazado. Se acabaron los pactos entre caballeros. Toca pasar por el aro.