DERECHOS HUMANOS

La agonía de esperar la muerte

La demora puede ser casi tan inhumana como la ejecución. En el corredor de la muerte hay presos que pueden esperar 25 años a que se cumpla su sentencia e, incluso, morir antes de viejos.

Pablo Ibar junto a su padre Cándido, hace un año
La agonía de esperar la muerte
ASOCIACIÓN PABLO IBAR

Asus 94 años, el estadounidense Viva Leroy Nash tenía el título de preso más anciano en el corredor de la muerte, donde llevaba unos 25 años. Hace unos días, Nash también fue noticia porque falleció por causas naturales esperando su ejecución en la prisión Florence, del estado de Arizona. Allí seguía a pesar de haber sufrido hasta cinco ataques cardiacos durante su estancia en prisión, y de ser sordo, casi ciego, sufrir un desorden mental y demencia, según su abogado, Thomas Phalen.

El debate sobre la pena de muerte está constantemente abierto, pero este caso pone de relieve que además de la ejecución en sí misma, esta sentencia conlleva la estancia durante un tiempo indeterminado en el corredor de la muerte, en celdas de dos por tres metros en las que cada día puede convertirse en el último. "Es un sistema cruel, inhumano y degradante. Como si con la pena de muerte no fuera suficiente", dice Andrés Krakenberger, ex presidente de Amnistía Internacional en España y portavoz de la Asociación contra la pena de muerte Pablo Ibar, quien actualmente es el único español que se encuentra en el corredor, en la penitenciaría de Starke, en el estado de Florida, Estados Unidos.

Allí lleva desde que el 24 de julio de 2000 se determinara su pena de muerte tras ser encontrado culpable de asesinato en un tercer juicio que comenzó el 17 de abril de ese mismo año. "Su abogado -Benjamin Wasman- , que es un experto en el corredor y se lo ha pateado mil veces, dice que tiene muchos clientes desquiciados. Sin embargo, asegura que Pablo no es así, que está cuerdo, animado y que no ha tirado la toalla".

Estas palabras son un consuelo para quienes llevan más de dos décadas luchando por un juicio justo para Ibar, desde que en 1994 fuera acusado de matar a tres personas en el robo de una vivienda, y para cuya acusación apenas hay unas imágenes borrosas en las que no se le reconoce.

Aun así, la moral de Pablo Ibar tiene sus altibajos. Los peores momentos los vive cuando se llevan a un compañero del corredor de la muerte. "Cuando un preso llega al corredor hay todavía muchas fases que pasar por los recursos, sin embargo, cuando se acerca la fase final y solo queda la conmutación de la pena por parte del gobernador -lo que sería la típica llamada de las películas antes de la ejecución-, al preso lo trasladan a otro edificio en solitario. Además de lo que sufre el individuo, para los que se quedan también es un golpe muy duro", explica Krakenberger, quien añade que Florida es el segundo estado del país en número de ejecuciones al año después de Texas.

La actividad en el corredor de la muerte es mucho más limitada que en cualquier otra área de una prisión. Además de las reducidas dimensiones de la celda, las salidas al patio se restringen a dos veces por semana, pero si llueve o hay recuento de presos, se anulan esas dos únicas horas en las que pueden respirar aire a cielo abierto. A Pablo Ibar, como detalla en un carta, le gusta utilizar esos momentos para hablar con otros internos, jugar a baloncesto o a voleibol, hacer pesas o pasear.

La higiene también es un privilegio. Tan solo se les concenden tres duchas semanales de diez minutos cada una, a pesar de encontrarse en uno de los estados más calurosos del país.

Equilibrio mental

La mayor parte del tiempo la pasa leyendo documentación para avanzar en su caso y haciendo ejercicio en su celda para mantener el equilibrio mental. También escribe cartas a familiares y amigos, y a quienes sin conocerle se han interesado por su situción y le mandan palabras de aliento.

Aunque el mejor momento de la semana llega el sábado, cuando le permiten las visitas, en las que su mayor apoyo, además de su familia, es su esposa.

Pero no hay que perder la perspectiva, si estas condiciones son difíciles, en países como Pakistán, Irán o Yemen se antojan un lujo.

A pesar de todo, siempre queda un resquicio para la esperanza. "Afortunadamente hay una regresión en todo el mundo. Son más los países que abolen la pena de muerte que los que la retienen", afirma Andrés Krakenberger. De hecho, desde 1990 más de 40 países y territorios han abolido la pena capital para todos los delitos.

Precisamente esta próxima semana hay otra oportunidad de seguir en ese camino, puesto que se celebra el cuarto Congreso contra la Pena de Muerte en Ginebra.

En diciembre de este año, además, tendrá lugar en la Asamblea General de la ONU una nueva votación sobre una moratoria mundial de la pena de muerte. "Queremos transformar muchos de los votos abstencionistas en votos a favor", dice Arnaud Gaillard, coordinador del congreso.

En los debates participarán también periodistas de países donde la abolición de la pena de muerte ni se debate, e incluso ex condenados a muerte, como el español Joaquín José Martínez, que fue absuelto de la pena capital en Florida, EE. UU. Sin duda, es uno de los casos que dan aliento a Pablo Ibar.