El amargo adiós de Bush

Los aplausos hacia el nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, contrastaron con los abucheos que recibió George W. Bush, que abandonó Washington como un ciudadano común. El texano deja atrás ocho años de mandato con dos guerras sin resolver, en Iraq y Afganistán, y la peor crisis económica después de la Gran Depresión.

El amargo adiós de Bush
El amargo adiós de Bush
EFE

Barack Huseín Obama se convirtió en el 44 presidente de EEUU tras jurar sobre la Biblia y ante más de dos millones de personas congregadas frente al Capitolio de Washington, "desempeñar con fidelidad el cargo y defender la Constitución de EEUU".


Al efectuar la jura, Barack Obama, emocionado, tuvo problemas para repetir la fórmula del juramento. Nada más terminar, la multitud congregada en el Mall, el parque situado frente al Capitolio en Washington, estalló en una gran ovación. Una incontenible alegría mezclada con gritos de "Obama, Obama". Expresiones de júbilo que contrastaron con las recibidas por George W. Bush al aparecer antes de la ceremonia del juramento. El ya ex presidente norteamericano abandonó la capital del país convertido en un ciudadano común.


sonriendo suavemente y con semblante calmado y relajado, Bush abandonó Washington DC en helicóptero junto con su mujer, Laura, rumbo a la base militar Andrews, desde donde partiría hacia su rancho en Texas.


El nuevo presidente, Barack Obama y la primera dama, Michelle, acompañaron a los Bush hasta el aparato y se despidieron con abrazos y besos. Luego, los Obama y el vicepresidente Joe Biden y su mujer, Jill, contemplaron desde las escalinatas del Capitolio la marcha del ex presidente que deja atrás ocho años de mandato con dos guerras sin resolver, en Iraq y Afganistán, y la peor crisis económica después de la Gran Depresión.


Para Bush, que defiende su política argumentado que hizo lo que creyó "como correcto", no fue un adiós dulce. En el metro de Washington, inmerso en el ambiente festivo que vive la ciudad estos días, se podía escuchar a gente cantorear "Good bye Bush, Good bye Bush".


El lunes, Bush, que dedicó su último día en la Casa Blanca a despedirse por telefóno de una docena de líderes mundiales, recibió una agria despedida por parte de algunos manifestantes que, delante de la Casa Blanca, se dedicaron a lanzar zapatos a la residencia presidencial como forma de crítica a la gestión del líder republicano.


Un acto hecho en honor al ya histórico incidente en Bagdad en el que un periodista iraquí lanzó en una rueda de prensa sus zapatos, la peor humillación que se puede infligir a alguien según la cultura árabe.


Bush, que empezó su última breve jornada como presidente de Estados Unidos celebrando el tradicional café con el nuevo inquilino de la Casa Blanca, mostró durante la ceremonia de investidura una cara contraída y marcada por una media sonrisa que no marchó de su rostro en ningún momento.


Ante su inminente partida, se pudo a ver a Bush caminando de manera marcadamente pausada hacia la zona del Capitolio donde unos minutos después Obama iba a relevarle oficialmente en el cargo. Los megáfonos iban anunciando quién iba llegando al escenario, entre ellos varios ex presidentes, como Bill Clinton, quien llegó con su mujer y nueva secretaria de Estado, Hillary Clinton.


Bush, quien se fue con altas cuotas de impopularidad, fue recibido friamente por parte de los dos millones de personas que no quiesieron perderse la ceremonia en directo. Un recibimiento bien diferente al que tuvieron los Clinton que, al llegar al Capitolio, fueron acogidos por fuertes aplausos y vítores.


"Nosotros los criticamos pero también sabemos reconocer que son los líderes elegidos", señaló sobre la calurosa acogida uno de los comentarista del canal de televisión conservador Fox News.


Minutos después que dejara de ser presidente, Bush tomaba el helicóptero llamado antes "Marine One", nombre reservado sólo para los presidentes. Ahora, como apuntaban los canales de televisión, el aparato militar pasó a llamarse "Excutive One".


Era el primer trayecto de vuelta hacia su casa en Texas, donde empezará una nueva vida dedicada a la fundación de su biblioteca y a escribir un libro sobre su experiencia política.