BLOG: LOS DESASTRES DE LA GUERRA

Crónica del retorno

La guerrilla inicia su despliegue tras la salida del último soldado serbio. Muchas ciudades y pueblos están calcinados. Lo ocurrido es marzo, abril y mayo, la expulsión masiva de más de la mitad de la población albanokosovar, está demasiado reciente para olvidarlo.

El campesino que fue tratado como un animal y expulsado por los desagües humanos de Morina en Albania o Blace en Macedonia vuelve hoy con la misma ropa y con la mente llena de pensamientos inconfesables. Su casa ha sido arrasada, sus pertenencias robadas, sus amigos, vecinos o familiares asesinados y arrojados a una fosa común.

Es la hora de la venganza. Los serbios, tan kosovares como la población de origen albanés, comienzan a ser perseguidos y expulsados de sus casas. Sus raíces se pierden en la noche de los tiempos. Por generaciones han vivido en Kosovo.

Pero la guerrilla albanokosovar ya actúa con total impunidad. Las potencias occidentales vencedoras de la guerra aérea permiten los excesos y miran para otro lado como si quisieran fingir que ha llegado la paz.

El 13 de junio de 1999 se produce la salida de los paramilitares serbios de Prizren bajo una lluvia de insultos. La población civil serbia huye de sus casas por miedo a los actos de venganza. Los más exaltados queman sus casas. Los guerrilleros son recibidos como libertadores.

Pec, Djakova, Malisevo, Klina son ciudades fantasmas arrasadas. Copias desde Dresde, Kabul, Grozni, Vukovar. Como si la historia reciente fuese una fotocopia del pasado.

Son kilómetros de edificios calcinados donde ha desaparecido toda huella de vida. Los pocos paseantes se desplazan en carromatos tirados por viejos caballos o en bicicletas. Entre las ruinas se producen encuentros emotivos.

La casa de los horrores se reproduce por todo el territorio. Aparecen cuerpos calcinados de albanokosoavares ejecutados de limpios disparos a corta distancia. Otros han sido enterrados en fosas comunes. Los menos han sido abandonados entre matorrales y devorados por perros hambrientos.

La guerrilla se convierte en el verdadero poder en la sombra a pesar del despliegue de 45.000 soldados de la OTAN. Las redes mafiosas albanesas están estrechamente unidas a este ejército irregular al que han financiado y armado. De aquella guerrilla romántica que nació al principio de la década de los noventa sólo queda el recuerdo.

Ese mismo verano de 1999, entre 100 y 300 prisioneros serbios en manos de la guerrilla del Ejército de Liberación de Kosovo (UÇK, en sus siglas albanesas), son trasladados en camiones a una casa de Burrel (Albania), con la complicidad del actual primer ministro kosovar y ex líder guerrillero Hashim Thaçi. Se les extirpan diversos órganos para ser utilizados en el tráfico internacional hasta que los prisioneros pierden la vida.

Estos horribles hechos, que nunca fueron juzgados, son explicados años después por Carla Ponte, ex fiscal del Tribunal Internacional Penal para la ex Yugoslavia, constituido por el Consejo de Seguridad de la ONU para juzgar los crímenes de aquella guerra, en su libro La caza. Yo y los criminales de guerra. La obra está escrita en colaboración con Chuck Sudetic, ex corresponsal en la zona de The New York Times.

El 17 de marzo de 2004, una multitud de albanokosovares ataca varios enclaves serbios en venganza por el supuesto asesinato de tres niños albaneses. Es el estallido de violencia más grave desde 1999. Son asesinadas 19 personas e incendiadas cientos de viviendas. La OTAN es incapaz de mantener el orden público.

El 8 de marzo de 2005, el entonces primer ministro albanokosovar Ramush Haradinaj es acusado de crímenes de guerra por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia.

Las elecciones parlamentarias kosovares del 16 de noviembre de 2007 dan la victoria al Partido Democrático de Kosovo, liderado por un antiguo líder guerrillero, Hashim Thaci. Unos meses después, en febrero de 2008, decreta la independencia unilateral que es reconocida por decenas de países.

En marzo de 2008, Human Rights Watch publica un informe muy negativo sobre el sistema de justicia de Kosovo. El problema principal es la protección de testigos en los casos relacionados con el crimen organizado, los crímenes de guerra y los ataques contra las minorías. Muchos testigos son intimidados y amenazados y se niegan a declarar porque temen por sus vidas. Los jueces son incapaces de investigar a los responsables de los abusos.

20 años después del inicio de la aventura ultranacionalista de Slobodan Milosevic en la considerada cuna de la civilización serbia, las víctimas albanokosovares se convierten en verdugos y persiguen y maltratan a los integrantes de la minoría serbia. Una vuelta más de tuerca en la implantación de la purificación étnica en los Balcanes.

En agosto de 1995 ya había ocurrido en la Krajina, provincia de Croacia de mayoría serbia. El poderoso y bien armado ejército croata, que cuatro años antes no podía detener a los blindados yugoslavos, arrasaba la provincia serbia, provocaba el éxodo de 300.000 ciudadanos de esta minoría, de los que sólo un tercio ha regresado, y asesinaba a más de 150 civiles, según informes de Amnistía Internacional. Otras cifras hablan de más de 2.000 muertos.

Los serbios de Croacia sufren discriminación laboral y existen informes de algunos casos de violencia y hostigamiento. Muchos ciudadanos de origen urbano no han podido regresar a sus casas porque el Estado croata les ha quitado sus derechos arrendatarios de casas de origen estatal.

La megalomanía y la obsesión por el poder de Milosevic, el máximo responsable de la gran tragedia balcánica, ha destruido la convivencia étnica para siempre. Y como suele pasar en otras zonas del mundo, abonadas a las tensiones permanentes, los que fueron víctimas en el pasado se muestran muy poco conmiserativas con sus vecinos cuando alcanzan el poder.