¿Qué hace especiales a los japoneses?

Expertos en cultura japonesa desmontan muchos de los tópicos acerca de la forma de ser del pueblo nipón: serviciales, afables, educados, impasibles... Pocos se ajustan a la realidad como la educación, que se revela como el componente cultural más arraigado.

Los japoneses  están concienciados con el ahorro energético
¿Cómo son los japoneses?
EFE

«Son los japoneses más sujetos a la razón de lo que nunca jamás vi». Así describía la sociedad japonesa el religioso navarro San Francisco Javier en torno a los años 1549-1551, cuando viajó por el país con la misión de evangelizarlo. Más de cuatro siglos después poco o nada ha cambiado en la forma de ser de los japoneses: su ecuanimidad, su capacidad para sobreponerse a la catástrofe, asombra estos días al mundo.


Las noticias de pillaje y saqueos serían el pan de cada día si el desorden provocado por la catástrofe asolara cualquier otro país. De Japón aún no se ha conocido ninguna. Parece que tampoco llegarán. «Los japoneses no roban porque desde los tres años les han metido en la cabeza que robar es algo repugnante y esa educación inhibe más que cualquier ley», dice Francisco Barberán, director de la consultora zaragozana Nichiza y profesor de lengua japonesa en la Universidad de Zaragoza.


«San Francisco Javier contaba en sus cartas que en Japón no veía robos ni saqueos, han pasado casi 500 años y la situación sigue siendo la misma», continúa el profesor. De todos los tópicos que envuelven a la sociedad japonesa, el de su exquisita y arraigada educación es el más cierto, quizá el único. «Lo de menos en Japón es que te metan en la cárcel, lo peor es el rechazo social», matiza Barberán.


Sin embargo, esta presión social también es la que hace de Japón uno de los países con mayor tasa de suicidios por habitante del mundo. «Quitarse de en medio es a veces más honroso que ir a la cárcel», sostiene Barberán. «El suicidio no está tan mal visto, por eso está tan arraigado», puntualiza.


El sistema educativo también ha hecho que la población asuma los desastres naturales como parte de su día a día. «En nuestra historia siempre esperamos las dificultades de los desastres naturales», ha declarado recientemente el agregado cultural de la Embajada de Japón en España, Kenji Maehigashi. Esta forma de entender la vida se plasma en el idioma, donde hay numerosas expresiones para decir ‘no hay remedio’ o ‘qué se le va a hacer’, y en el arte y la literatura, «donde es recurrente el valor de lo inestable», según dice Carlos Rubio, profesor de literatura japonesa en el Centro de Estudios Superiores Felipe II de Aranjuez.

Sociedad vertical


Para el profesor Rubio uno de los conceptos esenciales para entender la sociedad japonesa es su verticalidad. «En Japón no hay conquistas de Derechos Humanos y del cristianismo como en otras sociedades de Occidente: no hay igualdad de posición entre los miembros del grupo. La japonesa es una sociedad vertical». Significa esto que en la sociedad japonesa siempre hay superioridad de unos miembros del grupo respecto a otros: del marido sobre la esposa, del empleado sobre el patrón, de los niños más mayores sobre los más jóvenes. «Esto es algo que se lleva muy a rajatabla, se nota en seguida cuando trata con japoneses», explica Rubio.

Solidarios ante todo


Los testimonios de españoles residentes en Tokio inundan la red desde el terremoto del pasado 11 de marzo. Asombrados relatan cómo el terremoto les pilló trabajando y, mientras ellos se apresuraban por salir de las oficinas, sus compañeros japoneses continuaban en su puesto de trabajo. Como si nada alrededor estuviera sucediendo.


Pero esa actitud no tiene nada que ver con que el pueblo japonés no tenga sentimientos, como sostiene otro de los tópicos culturales más extendidos. Los japoneses sienten y padecen como el resto de la Humanidad, eso sí, son más reticentes a mostrar sus sentimientos en público. «Sólo expresan en público aquello que no perturba al grupo social. Se puede decir que tienen dos caras: la fachada y una interior», explica el profesor Rubio. Así que seguir trabajando mientras todo tiembla tiene más que ver con su sentido de la responsabilidad y de la solidaridad adquirido a lo largo de los siglos que con la falta de sensibilidad.


Los japoneses «desde siempre se han visto obligados a colaborar para sobrevivir» porque el suyo es un país aislado físicamente con una tierra poco o nada fértil que hay que trabajar en grupo, explica Barberán que dice que «a la fuerza son el pueblo más gregario del mundo». Así, esta solidaridad era el mensaje más sólido que lanzaba el emperador Akihito en su discurso televisado. «Espero, sinceramente, que el pueblo podrá superar este momento desafortunado cuidándose los unos a los otros», decía el monarca de 77 años.


Quizá conociendo este sentimiento de compromiso social que posee el pueblo japonés pueda llegar a entenderse el sacrificio que están realizando los operarios de Fukushima para frenar el desastre nuclear. «No son kamikazes ni voluntarios, como tampoco lo eran los que lucharon en la Segunda Guerra Mundial», dice Barberán. «Seguro que no les hace ninguna gracia estar allí pero tienen sentido de la responsabilidad: cuando comenzaron a trabajar en la central nuclear sabían que esto podía pasar», concluye.