ORIENTE PRÓXIMO

Asentamientos, un callejón sin salida para Netanyahu

"No podemos aceptar la idea de que las familias no traigan niños al mundo, ni de que los hijos tengan que irse del lado de sus padres. No estableceremos ningún asentamiento pero no hay lógica alguna en dejar de dar respuesta al crecimiento natural". Con estos argumentos, una semana después de su reunión con Obama, Benjamin Netanyahu reafirmaba el pasado domingo su decisión de seguir autorizando la construcción en las colonias judías ya existentes en Cisjordania y en Jerusalén para tranquilidad de sus socios de Gobierno. Un paso en falso en este asunto y, bien lo sabe el primer ministro, sus aliados ultranacionalistas y de la derecha le retirarían sus apoyos, precipitando nuevas elecciones.


Para satisfacción de todos ellos, en el nombre de ese "crecimiento natural", -el eufemismo tras el que se esconde la voluntad de seguir agrandando los asentamientos a placer-, ejércitos de obreros y de grúas trabajan de hecho sin descanso cada día para añadir centenares de casas en numerosas colonias, en su mayoría amparadas por proyectos aprobados tiempo atrás. En mayo de 2008, en Beitar Illit se dio luz verde a 286 nuevas unidades. Dos meses antes, se autorizaron 750 más en Givat Zeev.


En este escenario, la presión de EE. UU. reconfirmada para que todas las obras se congelen sin excusa se ha convertido en la pesadilla de Netanyahu. Mucho más cuando constatan el fracaso de su penúltimo intento para evitar un choque: esta semana, una delegación israelí encabezada por el ministro de Asuntos de Inteligencia, Dan Meridor viajó a Londres para intentar alcanzar con el enviado especial norteamericano para Oriente Próximo, George Mitchell, un acuerdo, según el cual Israel se comprometería a evacuar un número de los llamados "asentamientos salvajes", a cambio de que EE. UU. consintiera seguir con las construcciones por motivos de "crecimiento natural".


No ha habido trato, por lo que parece. En Cisjordania hay 101 de esas colonias espontáneas, crecidas a partir de 2001 y que la propia legislación israelí considera "ilegales". A modo de gesto para persuadir a los norteamericanos, Israel ya ha notificado a los 1.200 colonos que viven en 26 de ellas que van a ser desalojados, e incluso se han desmontado tres pequeños núcleos, que fueron inmediatamente reconstruidos por sus vecinos en cuanto desapareció la policía.


Pero para la Administración Obama, el trueque propuesto por Netanyahu no sirve. Para el Consejo Yesha, -que aglutina a los 300.000 colonos que viven en Cisjordania- y los rabinos más conservadores, tampoco. En vista de la que se avecina, y con el precedente de la evacuación de Gaza en 2005, el Comité de Rabinos de los asentamientos hizo el miércoles un llamamiento explícito a la desobediencia de los militares que pudieran ser movilizados para proceder a los desahucios. Las organizaciones extraparlamentarias de la ultra derecha, citadas por el diario Yedioth Ahronoth de Tel Aviv, han sido más claras: en caso de que el Gobierno utilice la fuerza para sacar a los colonos de las casas "habrá una guerra como nunca se ha visto". Y, amenazan, por cada asentamiento que se vacíe, levantarán otros dos.