Marsella, la ciudad tomada por el narcotráfico con un asesinato cada semana

-Los jueces piden un Plan Marshall al Gobierno para afrontar una guerra que el Estado "está perdiendo" y el presidente Macron supervisa por sorpresa un despliegue policial

Marsella, donde tan habitual es el sonido de los Kaláshnikov, es una "narcovilla".
Marsella, donde tan habitual es el sonido de los Kaláshnikov, es una "narcovilla".
CHRISTOPHE ENA / POOL

Marsella, la ciudad que presume de su mala reputación, se puede resumir en este dato: un muerto a la semana durante 2023 por asuntos relacionados con el narcotráfico, sobre todo, ajustes de cuentas entre las dos bandas dominantes, Yoda y Mafia DZ. Los diarios La Provence y Le Parisien recogieron el testimonio de Mattéo, un sicario de 18 años detenido por, presuntamente, haber asesinado a balazos a dos adolescentes. La policía le relacionaba con otros seis crímenes por los que podría haber cobrado unos 200.000 euros. La tarifa depende de internet. Los que le encargaron los asesinatos le imponían como requisito que grabara esas ejecuciones y las colgara en la red para enviar así un aviso a los grupos rivales. Cuantos más 'clicks' acumularan esas imágenes, más dinero para el asesino. La nueva y sangrienta contabilidad digital.

Marsella, donde tan habitual es el sonido de los Kaláshnikov, es una "narcovilla". Así la definen los desbordados e intimidados jueces de la ciudad. "Estamos perdiendo la guerra contra los traficantes", avisan los magistrados de la segunda urbe más poblada del país, con 850.000 habitantes y muchos barrios marginales encaramados a las colinas que se asoman al Mediterráneo y al Viejo Puerto, la puerta comercial que mira hacia África. Esas barriadas de bloques de cemento y calles sucias son casi territorio prohibido para la policía. "Todo está hecho una ruina", describe Katia Yakoubi, portavoz de un colectivo bautizado con un nombre que lo dice todo: 'Demasiado joven para morir'. Lucha por sacar de esa espiral de pobreza, marginación y violencia a adolescentes, niños incluso, captados por la bandas.

Olivier Leurent, presidente del Tribunal Judicial de Marsella, habla de "mexicanización" en la ciudad francesa. La droga, el cannabis y la cocaína, son allí una forma de vida para muchos jóvenes. Hay decenas de puntos de venta. En algunos se obtiene un rentabilidad de 80.000 euros al día. La pelea por ese botín ha incrementado la leyenda negra de la ciudad. En 1971, William Friedkin rodó 'French Connection. Contra el Imperio de la Droga'. La película ganó cinco premios Oscar con aquella historia de dos policías estadounidenses, 'Popeye' Gene Hackman y Roy Scheider, persiguiendo a un capo del narcotráfico marsellés encarnado por Fernando Rey. Medio siglo después, Marsella sigue dando argumentos de sobra para muchos largometrajes y series.

Emmanuel Macron, que ha visitado por sorpresa la ciudad para supervisar en directo un despliegue policial, siempre ha declarado su pasión por Marsella. "Amo las ciudades trágicas mediterráneas", le confesó a uno de sus biógrafos. Atractiva pero violenta. Antes, según fuentes policiales, el narcotráfico estaba en manos de unos pocos capos. Ahora surgen jóvenes de apenas veinte años que aspiran a quedarse con el mercado. La guerra se escucha a diario en barrios pobres con nombres tan evocadores como 'Kalisté' ('La más bella', en griego) o el 'Frais Vallon' ('El fresco valle') donde la droga es para muchos su manera de ganarse la vida.

Los más de 50 muertos y 123 heridos registrados en 2023 han activado todas las alarmas. Leurent asegura en LeMonde que esta batalla entre las autoridades y los narcotraficantes es "asimétrica". "El Estado -advierte- se encuentra en una posición vulnerable, mientras las bandas disponen de una fuerza de ataque considerable con medios financieros, humanos, tecnológicos e incluso legislativos". Por eso, los jueces han solicitado al Gobierno de Macron un 'Plan Marshall' de lucha contra el narcotráfico "ya que están en juego el Estado de Derecho y la estabilidad de la República".

Las cárceles son su oficina de trabajo

En ese plan hay un punto clave: recuperar el control de las cárceles, desde donde los cabecillas siguen ordenando, teléfono móvil en mano, las ejecuciones y continúan dirigiendo el negocio. El presidio se ha convertido en su oficina. Fiscales y magistrados piden un régimen de encarcelamiento específico para los delincuentes relacionados con las drogas. Quieren aislarlos del resto de los reclusos y meterlos en "pabellones de seguridad en los que no tengan ningún vínculo con el exterior".

Entre la medidas a aplicar está también una investigación interna centrada en funcionarios de prisiones y policías. Con los "infinitos recursos financieros" que tienen, los narcotraficantes realizan los sobornos que están detrás, según fuentes judiciales, de muchas anulaciones de procedimientos. Hay abiertas dos causas contra secretarios de tribunal sospechosos de facilitar información a miembros de la delincuencia organizada.

Los magistrados solicitan, además, tribunales especiales para estos delitos, como sucede en los casos de terrorismo. Los cabecillas de las bandas contratan por un precio desorbitado a abogados de peso que dilatan los procesos y buscan motivos para impugnar las causas. En esa guerra desigual que, según los jueces, va ganando el narcotráfico, Macron se ha colocado al mando del aparato del Estado para reconquistar una ciudad que dio argumento a la película en la que hace más de 50 años 'Popeye' Gene Hackman trataba de atrapar a Fernando Rey.

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