Japón, en alerta tras un violento terremoto que revive la pesadilla de Fukushima

El temblor, de 7,4 grados, hizo activar la alarma por tsunamis y deja al menos cuatro muertos y varios desaparecidos.

Daños por el terremoto en Wajima, Ishikawa
Daños por el terremoto en Wajima, Ishikawa
KYODO

Japón vivió la jornada de Año Nuevo sumido en el miedo, la incertidumbre y el angustioso recuerdo del tsunami que en 2011 se llevó las vidas de entre 16.000 y 18.000 personas e introdujo al planeta entero en la pesadilla atómica de Fukushima. Un terremoto de 7,4 grados en la escala Ritcher afectó a una decena de prefecturas y provocó daños que, al cierre de esta edición, no habían sido cuantificados pero se presumían muy elevados. Casas desplomadas, carreteras "similares a tofu agrietado", negocios destruidos e incendios a causa de la rotura de tendidos eléctricos y tuberías de gas formaban parte de los relatos de los servicios de emergencia y de las imágenes de los medios de comunicación.

La principal incógnita radica en la cifra de víctimas mortales. A diferencia de otras terribles catástrofes que ha dejado 2023 en Turquía, Marruecos o Afganistán, Japón se ha adaptado al riesgo sísmico.  Las autoridades informaron de cuatro muertes en relación a los temblores, dos de ellas por ataques de corazón en la ciudad de Nanao, pero se mantenía la búsqueda de un número indeterminado de personas atrapadas entre los escombros de casas y comercios. Al menos seis vecinos permanecían debajo de un edificio aplastado en Wajima mientras los medios relataban escenas en otros municipios de familias que pedían "calma" a sus allegados, prisioneros en 'agujeros de vida' dejados por los muros y techos derruidos, a la espera de los rescatistas.

El Gobierno de Japón confirmó que hay  personas atrapadas bajo los escombros de sus casas en la ciudad de Wajima, en el litoral occidental del centro del país, debido al terremoto de 7,6 
EFE

El terremoto tuvo lugar a escasa distancia de las costas de las prefecturas de Ishikawa y Niigata y a muy poca profundidad: tan solo unos diez kilómetros. No se trató de una única sacudida, sino que fue el más fuerte de una serie de veinte seismos registrados entre las cuatro y las cinco y media de la tarde (de las 8.06 a las 9.29 hora española). De inmediato se decretó la alarma de tsunami en su grado máximo, que no había vuelto a activarse desde el 11 de marzo de 2011, cuando sucedió el Gran Terremoto del Este. Aquel fénomeno trágico, de 9 grados, un monstruo colosal surgido de las profundidades de la corteza terrestre, sucedió a 130 kilómetros de Tokio, desencadenó una ola de diez metros de altura y barrió miles de vidas en la región de Miyagi. Todavía se honra a 2.600 víctimas que nunda han sido recuperadas, engullidas por el mismo mar entre casas, vehículos, barcazas y puentes destrozados.

En esta ocasión, la furia se contuvo. Mientras miles de japoneses huían de la costa hacia lugares elevados, los primeros episodios de oleaje intenso -aunque inferiores a metro y medio- golpearon el archipiélago en al menos una decena de puntos. La guardia principal se centró en las prefecturas de Yamagata, Niigata Kaminakagetsu, Sado, Toyama, Fukui y Hyogo, ya que allí estaban previstas olas de tres metros de altura, así como en Ishikawa, donde se esperaban de cinco metros. El Gobierno movilizó al ejército y la guardia costera.

La tensa vigilia duró tres horas, un tiempo en el que os japoneses vieron llegar las olas con el miedo a que la siguiente fuera la asesina. Sin embargo, sobre las ocho y media de la tarde, el centro de seguimiento estadounidense establecido en Hawai para este tipo de fenomenos desactivó la alarma. El fin de la amenaza también se dejó sentir en partes de Rusia y las dos Coreas, que también habían permanecido dentro del área de peligro de la onda maritima.

El movimiento telúrico generó auténticos desplazamientos humanos hacia las zonas altas movidas por el pavor y el desplome de muros y tejados. "Hemos salido con lo puesto, pero tenemos miedo de volver a casa por las réplicas", contaba la propietaria de un restaurante en la ciudad de Wajima, en la prefectura de Ishikawa. Al menos 36.000 hogares se han quedado sin electricidad y a las autoridades les preocupaba dar cobijo a los ciudadanos ante las gélidas temperaturas nocturnas. De hecho, el Gobierno recomendó a la población que mantenga la alerta durante los próximos días ante la posibilidad de que se produzcan nuevas réplicas.

También han pedido que nadie vuelva a sus casas si se han visto afectadas por los temblores ante el riesgo de derrumbes. De hecho, durante la tarde de ayer hubo decenas de inmuebles dañados por el terremoto que se vinieron abajo en las horas posteriores, en las que la tierra se agitó hasta en 25 ocasiones, aunque de modo más leve.

Eiichi, una ceramista de 72 años residente en Suzu, relató en el 'Asahi Shimbun' que "estábamos viento la televisión cuando llegó el seísmo. Los largos temblores horizontales y verticales continuaron durante varios minutos y pensamos que la casa se vendría abajo, así que salimos fuera. Pude ver a familias corriendo con personas mayores a cuestas. Algunas carreteras estaban intransitables por los destrozos. Las réplicas continúan intermitentemente. Estoy insoportablemente ansiosa".

"Cuando salí corriendo de casa de mis padres -relata otro vecino de la ciudad de Itoigawa, en la prefectura de Niigata-, el tren elevado Hokuriku Shinkansen temblaba ruidosamente frente a mí. Nos metimos en mi coche y esperamos. Mi hermano y mi sobrina se abrazaron y se agacharon. Miré dentro de la casa a través de la puerta abierta. Parte de la pared se había derrumbado. Los escombros estaban esparcidos por el suelo. La televisión funcionaba y de inmediato escuché a un periodista gritar: 'Se acerca un tsunami'". Maiko Hashimoto, gerente del Tabino Hotel Sado, situado en la misma región, explicó cómo "el temblor ha sido tan violento que no era posible soportarlo. Me tiré al suelo y de inmediato se disparó la alarma de terremoto en mi móvil. Todo se movía una y otra vez, y se sintió más largo que el Gran Terremoto del Este".

Entre las ciudades más afectadas se encuentran Kurobe, donde al menos una decena de edificios se han caído, y Wajima, en la que se concentra la búsqueda contra el reloj de supervivientes. Una treintena de casas han quedado reducidas a escombros y los bomberos recibieron cincuenta avisos sobre víctimas que permanecían atrapadas entre las ruinas. El paisaje de destrucción es, en cualquier caso, muy amplio. Decenas de autopistas y carreteras se resquebrajaron. Los coches abandonados en mitad de las calzadas o las cunetas dibujaba el pánico de todos aquellos que prefirieron continuar a pie en busca de refugios altos. El Gobierno instaló un gabinete de crisis para organizar los centros asistenciales, el reparto de ayuda y la gestión de los ferrocarriles y aeropuertos.

El Gobierno ha confirmado que no se han producido daños en ninguna planta nuclear, aunque en una de ellas el agua ha desbordado por encima de las piscinas. El secretario jefe del gabinete, Yoshimasa Hayashi, ha informado de que "actualmente estamos confirmando los daños a personas y propiedades. Se ha confirmado que no hay anomalías en la central de Shiga ni en otras plantas nucleares", aunque los técnicos de las agencias mantienen una monitorización constante de todos los reactores.

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