Kissinger: el diplomático, ETA y las teorías de la conspiración

El fallecido secretario de Estado pidió clemencia a Franco para los condenados a muerte en el proceso de Burgos

Kissinger cumple 100 años agrandando un mito roto
Kissinger cumple 100 años agrandando un mito roto
Rafael Blanco

El ahora fallecido Henry Kissinger tuvo una relación muy intensa con España durante el franquismo, en la que el País Vasco estuvo presente en dos momentos claves relacionados con ETA: el Consejo de Guerra de Burgos y el atentado que costó la vida al presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco. En este segundo hecho histórico, el azar quiso que Kissinger fuera el último político que se reunió en Madrid con el almirante asesinado, lo que ha dado lugar a un buen puñado de teorías de la conspiración que hoy perviven pese a su nula base real.

En sus relaciones con España, Kissinger actuó con los principios que le habían guiado desde que en 1969 se convirtió en el asesor del presidente Richard Nixon. El político norteamericano era un partidario de la 'realpolitik', es decir, asumir la realidad de los hechos y ser pragmático, en vez de guiarse por principios morales o ideológicos. Y en ese terreno, su prioridad fue siempre el poder de Estados Unidos, embarcado en la Guerra Fría con la Unión Soviética. Con respecto a España, su principal interés radicaba en las bases norteamericanas que se habían instalado en la Península en los años 50. Y de cara a mantener estas instalaciones, su objetivo era conseguir un Gobierno estable, aunque para ello no tuviera que ser democrático.

Esta forma de actuar tuvo un momento de especial significado en el Consejo de Guerra de Burgos de 1970, en el que 6 de los 16 miembros de ETA juzgados por un tribunal fueron condenados a penas de muerte. Esta sentencia generó una ola de protestas en el mundo democrático. Pese a su interés por llevarse bien con el dictador Franco, el Gobierno de Estados Unidos dirigido por Nixon se sumó a las peticiones de clemencia internacionales. Su presión fue algo más allá de las meras declaraciones.

Ambiente de máxima tensión

El 2 de octubre de 1970, el presidente de Estados Unidos, acompañado de Kissinger, realizó una visita relámpago a España para tratar las relaciones de ambos países. Nixon, por indicación del diplomático, intercedió para que se retirasen las penas de muerte. Según se ha sabido después, la reflexión del asesor presidencial iba más allá de la mera cuestión humanitaria. Kissinger temía que las ejecuciones creasen en el país un ambiente de máxima tensión.

Según sus cálculos, una revuelta obligaría al régimen a endurecer todavía más su postura, lo que podría perjudicar al entonces príncipe y futuro rey, Juan Carlos I. Para Kissinger, el ahora emérito era la garantía de estabilidad política una vez que se produjera la muerte de Franco, por lo que no era conveniente que su imagen se desgastase. Las condenas a muerte fueron retiradas finalmente, pero no solo por la presión norteamericana.

La segunda vez en la que ETA se cruzó en el camino de Kissinger fue el 20 de diciembre de 1973, el día del asesinato del presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco. Desde la jornada anterior, el responsable de la diplomacia estadounidense se encontraba en Madrid y había celebrado una reunión con el almirante. Aunque siempre se ha mencionado el antiamericanismo del alto cargo franquista, en la cita, tanto el asesor norteamericano como Carrero habían mostrado su preocupación por el avance soviético en el Mediterráneo. El anticomunismo unía a los dos dirigentes.

Teorías conspiracionistas

El secretario de Estado, por otra parte, también había quedado conmocionado por la muerte del almirante y consiguió que la delegación norteamericana en el sepelio estuviese a cargo del vicepresidente, Gerald Ford. Los países europeos democráticos no fueron tan sensibles ya que no querían que una representación de alto rango pudiera entenderse como un aval a la dictadura.

La presencia de Kissinger en España el mismo día del asesinato de Carrero ha dado pie a decenas de teorías conspiracionistas que a día de hoy se mantienen, pese a que no tienen ningún elemento real que las sustente. El historiador Gaizka Fernández Soldevilla, en un trabajo sobre las diferentes teorías de complots vinculados al atentado, asegura que estas versiones "no resisten el más mínimo análisis crítico y muchas de ellas no son más que mentiras".

Estas leyendas se basan en el antiamericanismo del entonces presidente del Gobierno español y un supuesto intento de la CIA de forzar la transición mediante la eliminación física del que podía ser el encargado de mantener el régimen franquista tras la muerte del dictador. Los mismos contactos del diplomático estadounidense en España revelan que una acción de ese tipo no era necesaria, puesto que ni siquiera Carrero se planteaba la eliminación de las bases norteamericanas en España.

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