El éxodo al sur de Gaza se encuentra con bombardeos y una "catástrofe" sanitaria

Muchos exiliados optan por regresar al norte, donde todo es devastación, muerte y faltan agua, luz y combustible.

Palestinos y ambulancias han cruzado el paso de Rafah desde Gaza en dirección a Egipto
Palestinos y ambulancias han cruzado el paso de Rafah desde Gaza en dirección a Egipto
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El infierno mide 40 kilómetros. Ese espacio ocupa de norte a sur el calabozo sin techo en el que se ha convertido la Franja de Gaza. Tras el ataque de Hamás de hace tres semanas, Israel ordenó a la población gazatí abandonar el norte de la estrecha región y trasladarse al sur. Pero el horror lo ha ocupado todo. En un vídeo difundido por Médicos Sin Fronteras, el anestesista Raúl Incertis, desplazado en el sur, define la situación de sus colegas en el norte con una palabra: "Desesperante".

Y cuando se refiere al sur, al lugar, en teoría, a resguardo de la guerra, recurre a otro término doloroso: "Pavorosa". Por eso, muchos de los que iniciaron el éxodo han regresado a las ruinas donde se levantaban sus casas. Abajo tampoco había ni agua, ni luz, ni medicinas. Y, como dice Incertis, lo que sí hay es muerte. "¿Por qué se les dijo que vinieran al sur si también aquí bombardean?". No hay salida de Gaza. Entre la devastación y el abismo.

El éxodo al sur de Gaza se encuentra con bombardeos y una "catástrofe" sanitaria
EFE

Cuando, por ejemplo, en España obligaban a desalojar un pueblo por la construcción de un pantano, los vecinos se llevaban las llaves. Sabían que la inundación era para siempre, pero... La llave era la esperanza de volver. En Gaza pasa igual. Desde la advertencia del Gobierno israelí, las dos principales carreteras que circulan hacia el sur se han llenado con hileras de vehículos abarrotados.

Algunos, con el mulo y el carro, empaquetaron su vida e iniciaron ese viaje a ninguna parte. Durante generaciones, los palestinos han escuchado historias sobre su éxodo interminable. De ahí que se aferren aún más a su tierra. "Lo que les sucedió a nuestros familiares en 1948 nos enseñó que si te vas, no regresarás", apunta Khader Dibs en 'Los Angeles Times'. Es colaborador en un campo de refugiados.

Durante el conflicto que terminó con la creación de Israel en 1948, más de 750.000 palestinos huyeron o fueron expulsados. No volvieron. Gaza ha sido su refugio. Ahora, Israel les ha exigido que se desplacen al sur de la Franja "por su propia seguridad y protección". Otro exilio. Y les ha ofrecido dos carreteras, la de la costa y la denominada Salah al-Din. Esas dos vías de evacuación han sido también pasto de las bombas. Según el Centro Al-Mezan de los Derechos Humanos, al menos 70 palestinos murieron en un ataque aéreo el 13 de octubre en esa segunda ruta.

En el periódico 'Al-Hatath', de Ramala, califican de "engaño" la existencia de carreteras seguras. La publicación gazatí recoge el testimonio de Hassan Halasa, miembro de la Comisión Independiente de Derechos Humanos. Su familia siguió la orden de Israel. Abandonó el norte camino de Al-Zawaida (en el centro). Su huella quedó sepultada por los proyectiles. Hassan Halasa perdió a su esposa, a tres de sus hijos y a su madre. Según datos de la ONU, de los 2,2 millones de habitantes de Gaza, 1,4 ha tenido que desplazarse: 700.000 viven con otros familiares; 101.000 en hospitales y centros públicos, y 580.000 en colegios y refugios de Naciones Unidas que no dan abasto. La ONU ya advirtió de que un éxodo así iba a tener "consecuencias humanitarias devastadoras".

Riesgo de epidemias

La población vive en un cepo. Bajo los bombardeos israelíes y sobre los túneles de Hamás. El ruido de la guerra no deja oír el mensaje del secretario general de la ONU, António Guterres: "Los civiles deben ser protegidos y nunca usados como escudo".

Loay Harb es enfermero y lleva 15 años colaborando con Médicos Sin Fronteras. Ha decidido quedarse en el norte. Sin agua potable. "La que tenemos está contaminada", asegura. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya habla de situación sanitaria "catastrófica" con riesgo de epidemias. La familia de Harb sí optó por el sur. "Pero muchos están volviendo a sus casas, porque han sufrido mucho estos días sin hogar. Sin electricidad, sin agua tampoco allí", señala.

Como él, el médico Raúl Incertis se siente atrapado en el sur de esta telaraña. "Sin gasolina, apenas pueden funcionar las desaladoras. Las depuradoras están inactivas. Hay que racionar la luz; sólo para los quirófanos... Todos los días caen bombas. Y apenas llega ayuda. Es como querer apagar un incendio con un vaso de agua", denuncia. Se hacen cesáreas sin anestesia. A las incubadoras se les acaba la luz. La OMS estima que más de 1.000 pacientes "necesitan diálisis para sobrevivir" y que más de 2.000 precisan tratamiento para el cáncer. Hay 45.000 enfermos cardíacos y 60.000 diabéticos. Lo que no hay es con qué tratarlos. Ni agua. Algunos de los que huyeron al sur comienzan a regresar al norte, a la otra punta del infierno.

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