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Trump erosiona al Partido Republicano

La imputación del claro favorito para la nominación sitúa a los conservadores en el dilema de desafiarle o sacrificar el futuro de la formación.

El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump.
El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, en una imagen de archivo.
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De todas las preguntas que los moderadores del primer debate electoral plantearon el miércoles a lo largo de dos horas a los ocho aspirantes presidenciales del Partido Republicano una encerraba la clave de su futuro: "Si Donald Trump fuera condenado en un tribunal, ¿seguirían apoyándole como candidato de su partido?". Seis de los ocho levantaron la mano.

Donald Trump, 'el elefante ausente' esa noche, saca cuarenta puntos a su rival más cercano, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, por lo que es lógico suponer que se alzará con la nominación del partido que tomó por asalto en 2016. Entonces parecía una anécdota. Durante la convención de Cleveland (Ohio) en la que se le coronó candidato, el entonces portavoz del Congreso Paul Ryan tranquilizó en privado a los embajadores, políticos extranjeros y empresarios asegurando que las amenazas y bravuconerías eran frases de campaña. Cuando ganase las elecciones ya no serían necesarias. Y si no, serían los republicanos y el Congreso los que lo metiesen en cintura, porque sin ellos «no podría hacer nada». Dos años después Ryan dejó el cargo y se retiró de la política.

El hombre que pensaba que podría controlar a Trump se vio devorado por él. "Nunca volveremos a ser el partido de Paul Ryan, Karl Rove y Jeb Bush", anunció Trump en marzo durante la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC). A Reagan no lo mencionó, pero sí lo hizo veladamente en el debate del miércoles su aprendiz Vivek Ramaswamy al interrumpir al exvicepresidente Mike Pence. "Ésa es la diferencia que tengo con usted y otros que están sobre este escenario, el discurso de 'Amanece en América'", espetó. "Yo no creo que sea por la mañana en América. Vivimos en un momento muy oscuro y tenemos que confrontar el hecho de que estamos en una especie de guerra civil interna de tipo cultural".

En contrapunto al eslogan de optimismo con que Reagan ganó la reelección en 1984, en la versión apocalíptica de Trump Estados Unidos es como 'Blade Runner', con hordas de invasores que cruzan la frontera para matar a sus habitantes y ciudades distópicas (y demócratas) en las que la violencia y el vandalismo están fuera de control. En ese contexto, el expresidente de EE UU es un héroe cyberpunk de película, el único capaz de restaurar la ley y el orden. De ahí que su mayor preocupación con la foto policial que le tomaron el jueves en una cárcel de Atlanta fuera ensayar bien el gesto de duro que le permita usarla en su campaña. No solo se da la insólita situación de que los estadounidenses puedan votar en noviembre de 2024 a un candidato convicto que intenta derrocar la democracia, sino que la mayoría de sus rivales no se atreven a atacarle por ello. "Alguien tiene que dejar de normalizar esta conducta", pidió el exgobernador de New Jersey Chris Christie, que fue abucheado por ello.

"Venganza y resentimiento"

Trump había decidido boicotear el primer debate que sirve de pistoletazo de salida para la campaña con una entrevista en Twitter a la misma hora, pero Ramaswamy, que parecía buscar puntos para ser su pareja electoral, le hizo de escudero. "Tu afirmación de que Donald Trump está motivado por la venganza y el resentimiento sería mucho más creíble si toda tu campaña no estuviera basada precisamente en la venganza y el resentimiento contra un solo hombre", respondió a Christie.

El único que le había acompañado en no alzar la mano era el exgobernador de Arkansas, Asa Hutchinson, "un hombre muy desagradable que ni siquiera debería de estar allí porque tiene menos de medio punto en las encuestas, un desperdicio de espacio", lo desacreditó Trump después. «Dice cosas malas sobre mí», añadió. Hutchinson, de 73 años, es un republicano de hueso colorado que tuvo dos cargos en el Gobierno de George W. Bush, primero como administrador de la DEA (la agencia antidrogas) y luego al frente del Departamento de Seguridad Doméstica, creado tras los atentados del 11-S. "No voy a apoyar para presidente a alguien que haya sido condenado por cargos tan serios o que esté descalificado por la Constitución como resultado de haber participado en una insurrección", afirmó. "Este es un tema importante que como partido tenemos que enfrentar".

Lo que se juega en estas primarias es la oportunidad de reivindicar los valores conservadores y neoliberales que el partido ha llevado a gala a lo largo de su historia. A diferencia de otros líderes, Trump no ha intentado ampliar la base electoral para incluir a moderados e independientes, sino consolidarla con sus leales, que ahora forman el movimiento MAGA ('Make America Great Again', su eslogan de 'Hacer a EE UU grande de nuevo'). Por eso, «porque así jamás vamos a ganar», dice Paul Ryan, que se ha convertido en un 'Nunca más Trump', otra etiqueta que sigue a la de 'Nunca Trump', en la que encajan los que como él un día le apoyaron.

Son pocos los que se atreven a enfrentarse abiertamente con el expresidente, que destroza sin piedad a sus críticos. Según el experto en sondeos republicanos Whit Ayres, "nadie puede ganar la nominación del partido atacando frontalmente a Trump", porque el núcleo duro de sus seguidores supone entre el 30% y el 35%. "Y tampoco puedes afirmar que no es apto para el cargo porque eso sería básicamente decirle a la mitad de la formación conservadora que admita que cometió un error poniendo a un inepto en el Despacho Oval".

Esta vez las primarias del Partido Republicano pueden ser el 'Waterloo' de Trump y la última oportunidad de los conservadores para salvar al partido de la metamorfosis que acaba con su esencia, aunque Morris Fiorina, investigador electoral y profesor político de la Universidad de Standford, cree que esa oportunidad "ya ha pasado".

En lo que coincide con el gobernador de Georgia, Brian Kemp, es en que "el futuro del país está en juego", tuiteó este al responder una vez más al expresidente que "las elecciones de Georgia no se robaron". Esa es la gran mentira con la que Trump pretende evadir la cárcel y volver a la Casa Blanca, aunque deje atrás en llamas al Partido Republicano, la democracia estadounidense y la fe de medio país en el sistema de gobierno. Más que Napoleón en su batalla final, Trump pretende ser un Nerón que ejecute a sus rivales como chivos expiatorios y gobierne sobre tierra quemada. ¿Quién levanta la mano ahora?

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