Confirman las muertes de los tripulantes del Titan y todo apunta a que el sumergible implosionó en el fondo del océano

La Guardia Costera de Estados Unidos encontró este jueves restos del sumergible junto al Titanic.

Buque de investigación bahameño 'Deep Energy' en el sitio durante la búsqueda en curso del sumergible Titán
Buque de investigación bahameño 'Deep Energy' en el sitio durante la búsqueda en curso del sumergible Titán
US COAST GUARD HANDOUT

Con 37 incursiones a sus espaldas, el oceanógrafo francés Paul-Henri Nargeolet, de 77 años, era el experto por antonomasia en el Titanic. Tanto, que se le conocía como Mister Titanic. Fue él quien inspiró a James Cameron en 1997 para la película que volvió a encandilar a otra generación con el naufragio del crucero de lujo en el que murieron algunas de las personas más ricas del mundo calificado por la compañía naval White Star Line como insumergible. Desde el domingo descansará para siempre en el lugar que más amaba.

La Guardia Costera estadounidenses confirmó este jueves que los restos encontrados a menos de 500 metros de la proa del Titanic pertenecen indudablemente al pequeño sumergible de 6,7 metros de eslora en el que viajaban cinco tripulantes obsesionados con el transatlántico. El contraalmirante John Mauger informó en conferencia de prensa que los múltiples pedazos en los que quedó reducida la nave son "consistentes con una catastrófica pérdida de presión en la cabina" que no pudo dejar supervivientes.

Fuentes de este periódico en una gran multinacional oceanográfica sostenían desde el principio que los tripulantes del barco Polar Prince, nave nodriza que monitoreaba desde la superficie su descenso, escucharon una gran explosión en el momento de perder las comunicaciones, por lo que extraoficialmente la Marina de EE. UU. lo trataba como una operación de localización y recuperación de cadáveres, más que de rescate.

El capitán de la Guardia Costera estadounidense, Jamie Frederick, decidido a mantener viva la llama de la esperanza, lo negó tajantemente. "Es una operación de rescate, al cien por cien", insistía el miércoles. Este jueves aparecieron restos extraídos por un robot sumergible francés con capacidad para llegar incluso más abajo de lo que se encuentra el mítico barco crucero partido en dos. Lo primero que se halló en las oscuras profundidades del mar fue el cono que formaba la proa, semejante al de un avión sin hélice. Después, "un gran campo de restos", en una zona a la que no habían llegado los objetos del Titanic regados a lo largo de hectáreas submarinas. Allí estaban "el frente y el cinturón" de la cabina de presión, "el primer indicio de que el evento había sido catastrófico", señaló el contraalmirante, después de avisar a las familias de las víctimas. "En el otro extremo, el resto de la cabina de presión", informó para acto seguido añadir: "Continuamos localizando el mapa de restos".

El sumergible fabricado en fibra de carbón y titanio, que aparentemente no pudo aguantar la presión del mar, era tan característico que los expertos no tenían dudas. No solo eran mucho más recientes que los que reposan en el Atlántico Norte desde hace más de un siglo, también tenían formas peculiares y reposaban directamente sobre el fondo del mar, aunque se cree que la implosión ocurrió cuando todavía hacía camino en el agua.

De izquierda a derecha: Shahzada Dawood, Suleman Dawood, Paul-Henry Nargeolet, Stockton Rush y Hamish Harding, tripulantes del Titan
De izquierda a derecha: Shahzada Dawood, Suleman Dawood, Paul-Henry Nargeolet, Stockton Rush y Hamish Harding, tripulantes del Titan
AP

Un camposanto marino

Desde que el oficial retirado de la Marina canadiense Robert Ballard lo encontrase en 1985 a 650 kilómetros de la costa canadiense de Terranova, el Titanic ha sido tan fotografiado y estudiado que no será difícil identificar los restos del sumergible desaparecido el domingo de los originales del opulento barco crucero.

Con los cinco pasajeros del Titan, el camposanto marino donde se alojan también restos del Titanic desde una fría noche de 1912 tendría ya 1.519 cadáveres, muchos de los cuales flotaron hacia la superficie o se han desintegrado. Los nombres a añadir con esta catástrofe serían los de Paul-Henri Nargeolet, guía de la expedición; Stockton Rus, fundador y consejero delegado de la compañía OceanGate que organizaba la expedición y hacía de piloto, así como los multimillonarios Hamish Harding y Shahzada Dawood, con su hijo Suleman, que habían pagado 250.000 dólares por cabeza.

Ninguno sufrió la angustiosa espera que la prensa de todo el mundo ha contado estos días, a medida que pasaban las 96 horas de oxígeno para las que el sumergible estaba equipado. No tuvieron que encogerse durante cuatro días en una cabina donde sólo uno podía estirar las piernas, ni se estrenó el rudimentario retrete cubierto por una cortina, tan poco íntimo que se dice que nadie lo había usado jamás, a pesar de que la excursión hasta el Titanic duraba ocho horas. Su muerte por la implosión habría sido rápida y fulminante. "Milisegundos, es el único consuelo", dijo el experto en rescates marinos David Mearns al llorar a sus dos amigos en la cadena Sky News.

Se estima que el pequeño sumergible soportaba una presión de 340.000 toneladas métricas, equivalente a todo el desplome del Empire State, hecho con columnas de acero. Toda la industria submarina sufrirá un frenazo con esta tragedia. En su carrera por el turismo de lujo, Stockton Rush, fundador y jefe ejecutivo de OceanGate Inc., había desestimado los análisis de sus propios expertos que le advirtieron del peligro que suponía el desafío para la nave y sus ocupantes. Él quería empujar los límites de la ciencia, hasta el punto de despedir al director de operaciones marinas, David Lochridge, que en 2018 escribió un informe interno denunciando la necesidad de hacer más pruebas antes de «arriesgar» la vida de los turistas en «profundidades extremas», según contó en su demanda en un tribunal de Seattle.

Unos ruidos submarinos registrados cada media hora han iluminado todas las esperanzas, pero su naturaleza no está clara

Lochridge era particularmente crítico de la decisión de la empresa de confiar en la vigilancia acústica para detectar problemas mecánicos en el sumergible, en lugar de escanear bajo el casco. "Basándose en los sonidos los análisis sólo detectarán una implosión milisegundos antes de que ocurra", denunció. La compañía argumentaba que no existía ningún mecanismo capaz de penetrar el grosor de 12,7 centímetros de la fibra de carbón que envolvía al sumergible para poder escanearlo. OceanGate le despidió. El largo pliego de descargas que obligaba firmar a los pasajeros para eximir a la empresa de cualquier responsabilidad advertía de que la nave no cumplía con las regulaciones existentes ni estaba aprobada. La palabra "muerte" aparecía al menos tres veces en la primera página.

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