¿Por qué Rusia sigue fabricando misiles pese a las sanciones?

Los bombardeos de este jueves sobre Ucrania revelan que los invasores todavía disponen de proyectiles que incluyen procesadores y material tecnológico de Estados Unidos y otros países aliados

Militares pro rusos en Volnovaja (Donetsk).
Foto de archivo de militares pro rusos en Volnovaja (Donetsk).
Alexander Ermochenko

Al menos dos de los misiles KH-101 que el pasado 23 de noviembre cayeron sobre Ucrania en un bombardeo generalizado ruso destinado a destruir la infraestructura energética de la exrepública tenían impreso este número en su carcasa. Significa el lugar donde han sido fabricados. En este caso, se trata de la empresa aeroespacial MKB Raduga de Dubna, situada en la región de Moscú.

Pero lo más curioso reside en el resto del código. Cada unidad se identifica con una secuencia de trece dígitos y los últimos corresponden a la fecha de montaje, Los dos misiles que explotaron en el área metropolitana de Kiev eran prácticamente nuevos; uno había salido de fábrica en verano y el otro en octubre, solo un mes antes de ser disparado.

La investigación confirma la sospecha de que Rusia mantiene todavía capacidad de producción de proyectiles y que eso redunda también en sus posibilidades de alargar la guerra durante largo tiempo. O de organizar bombardeos masivos como los de este jueves, en que ha arrojado 81 misiles en distintos enclaves de Ucrania y causado la muerte de nueve civiles. También la central nuclear de Zaporiyia ha sido desconectada de la red después de que las explosiones devastaran una parte importante de la infraestructura energética del país.

El ritmo de producción de nueva munición no es elevado, según los servicios de Inteligencia británica, pero sí constante, en opinión del espionaje ucraniano, lo que permite a la industria militar fabricar artillería que es "transferida rápidamente a las fuerzas armadas" para su uso en el frente. Si este hecho resulta significativo, sobre todo cuando los gobiernos occidentales se esfuerzan en subrayar el maltrecho estado de la economía de guerra rusa debido a las sanciones, resulta todavía más destacado averiguar cómo es que Rusia utiliza microcircuitos y componentes occidentales en los proyectiles si su venta está bajo embargo.

El complejo industrial Rostec anunció el mes pasado que había aumentado la producción de los misiles hipersónicos Kinzhal, una de las armas más sofisticadas de las que se enorgullece el Kremlin por su poder letal y unas características que lo hacen difícilmente detectable por el enemigo. Ocho de ellos han caído esta mañana sobre Ucrania. Se trata de un prodigio tecnológico nutrido con procesadores originalmente estadounidenses, europeos y asiáticos.

El anuncio de Rostec podría haber pasado para Occidente como una más de las bravatas de Moscú en tiempos difíciles, máxime cuando en septiembre se calculaba que solo le quedaban medio centenar de armas hipersónicas debido a las sanciones internacionales y que Estados Unidos pronosticaba un colapso de la industria bélica rusa. Sin embargo, alguien tan poco sospechoso de connivencia con los intereses rusos como Vadym Skibicki, portavoz de la Inteligencia militar ucraniana, ha reconocido en el canal informativo Espreso que sus hombres "están encontrando fragmentos de misiles fabricados en el cuarto trimestre de 2022, lo cual indica que se producen y se entregan de inmediato a las tropas para bombardear objetivos en Ucrania". Este mismo mes, un periódico kievita denunciaba que Moscú mantiene su capacidad de ensamblar cohetes.

Militares rusos, durante una sesión de entrenamiento en la región de Rostov-on-Don, en el sur del país.
Foto de archivo de militares rusos, durante una sesión de entrenamiento en la región de Rostov-on-Don, en el sur del país.
ARKADY BUDNITSKY/EFE

El estudio de las carcasas de los dos KH-100 caídos sobre Kiev apunta a dos teorías: o bien Rusia dispone de grandes almacenes de chips occidentales adquiridos antes de la invasión, quizás en previsión de los embargos que conllevaría una agresión armada, o los sigue comprando a través de intermediarios ajenos a las sanciones.

El Conflict Armament Research, una organización internacional con sede en el Reino Unido que identifica las armas usadas en las guerras, ha constatado que parte del material militar incautado o empleado por los rusos incorpora piezas marcadas como occidentales. Muchas proceden de Estados Unidos; en concreto, de cinco empresas especializadas en microcircuitos. Pero también de otras compañías con sede en Alemania y Suiza. Los proyectiles que el pasado 17 de agosto reventaron un centro de refugiados en Járkov y mataron a 18 personas contenían dispositivos fabricados en esos tres países, según una investigación del Royal Joint Defense Research Institute.

La industria militar rusa es un agujero negro en el que surgen haces de luz parciales. Los institutos de estudios bélicos coinciden en que el Kremlin ha consumido grandes reservas de artillería y la Inteligencia estadounidense y ucraniana agrega que el Ejército invasor ha reducido su alcance y efectividad, señal de que carece de una parte de su catálogo armamentístico, hasta hace un año muy abundante como heredero del poder de la URSS. Su arsenal de precisión ha mermado de forma muy notable y por ese motivo estaría recurriendo a otros mercados proalineados con la política del Kremlin. Pero al mismo tiempo, los analistas reconocen que Moscú sigue ensamblando misiles, quizá no tan precisos, pero sí capaces de mantener un martilleo constante sobre las líneas del frente.

Nueve fallecidos en Zaporiyia

Eso es lo que ha sucedido esta madrugada pasada. Al menos nueve personas han fallecido como consecuencia del ataque del Ejército ruso contra la exrepública, que ha sido especialmente intenso en la ciudad de Zaporiyia. La central nuclear ha tenido que ser desconectada de la red nacional, según ha confirmado la Fiscalía. Las fuerzas armadas han precisado que los invasores lanzaron 81 misiles, de los cuales 34 han sido derribados por las defensas antiaéreas ucranianas. Los rusos han usado además varios drones de combate.

Nuevo ataque ruso en Zaporiyia afecta a varias plantas de un edificio
Foto de archivo de un ataque ruso en Zaporiyia. 
Ukraine State Emergency Service

La oleada de ataques ha alcanzado Kiev, donde el 40% de la población, según su alcalde, ha quedado sin calefacción debido a cortes eléctricos. También ha habido explosiones en la ciudad portuaria de Odesa y en Járkov, además de regiones como Mikolaiv, Lviv y Dnipró, donde se han producido apagones. "Un misil S-300 ha impactado en un edificio de cinco plantas, causando su destrucción", ha señalado la Fiscalía respecto al bombardeo de Zaporiyia, donde otros inmuebles y decenas de vehículos han quedado dañados. El alcalde, Anatoli Kurtev, ha criticado que las tropas rusas "bombardeen una ciudad dormida" y acusado al Gobierno de Vladímir Putin de "aterrorizar a los civiles".

Precisamente, el presidente ruso ordenó en enero acelerar la construcción de misiles. Las fábricas han incorporado un turno de noche. Y hace solo unos días, Putin alardeó de que la "producción rusa es comparable con la producción mundial". Expuso como ejemplo que la fabricación de antiaéreos supera "en tres veces" la capacidad estadounidense de armar sus famosos Patriot.

Posiblemente, la realidad sea mucho menos triunfalista y más cercana a los hallazgos que han hecho los investigadores sobre terreno ucraniano. En los últimos meses han descubierto una gran variedad de fragmentos de distinta munición, lo que significa que el Ejército invasor dispara con todo lo que tiene. Desde viejos obuses que ya escasean hasta proyectiles más modernos, aunque existe una prevalencia de los KH-101 y los S-300. Estos últimos son lanzados desde plataformas y entraron en servicio en 1983 como fruto de las experiencias de Vietnam y Oriente Medio que demostraron las ventajas de la artillería móvil en el campo de batalla.

Intermediarios

Las empresas occidentales cuyos componentes han sido hallados en cohetes rusos ofrecen dos argumentos: o las piezas pertenecen a remesas almacenadas antes de la invasión por el Kremlin o a ventas realizadas por terceros países ante la imposibilidad de que el Ministerio de Defensa contrate suministros electrónicos directamente de los países aliados. A eso caben añadir dos factores: la posibilidad de que parte del material sea falso o que se traten de artículos originalmente no destinados a usos militares y estén fuera del catálogo de embargos. Todos es complicado de dilucidar en un vasto imperio empresarial: la industria militar en Rusia la forman 1.300 organizaciones y empresas que emplean a unos 2,5 millones de trabajadores. Tan solo la corporación, el pilar de todo este entramado, Rostec consta de 800 compañías y tiene 600.000 empleados.

El Royal Joint Institute for Defense Research explica en un informe que las importaciones rusas de material tecnológico hasta el pasado año son elevadas: unos 2.500 millones de euros en dispositivos, de los que un tercio salieron de factorías occidentales. El comercio se realiza a través de proovedores establecidos en países como Turquía, Taiwán o India, que, por ejemplo, mantiene vínculos con Moscú en el terreno militar, energético y tecnológico. La solución que este instituto propone consiste en ampliar y mejorar el sistema sancionatorio actual para dificultar todavía más las transacciones.

El campo de batalla es una mina de indicios. La investigación de los restos revela que la industria rusa carece de medios propios para fabricar todos los componentes de su misil Iskander-M, por lo que se han encontrado procesadores, secuenciadores e incluso cables de marcas alemanas, suizas y estadounidenses. Los KH-101 incluyen componentes de Estados Unidos, Taiwán, Países Bajos y Suiza. Y, según el Gobierno de Kiev, varios cientos de unidades han sido fabricadas desde el comienzo de la invasión y con los embargos en vigor.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión