Ucrania: un año de guerra
La guerra de Ucrania en su etapa más cruda cumple un año este jueves 24 de febrero. Decenas de miles de muertos y millones de refugiados es el resultado de la escalada militar.
El primer aniversario de la invasión rusa de Ucrania coincide con una preocupante y peligrosa escalada militar que podría internacionalizar el conflicto e implicar a las potencias europeas y Estados Unidos en un despliegue de tropas y armamento pesado en los países fronterizos. De producirse, sería la antesala de una guerra sin matices entre la OTAN y el gigante ruso, una potencia universal armada con un gran arsenal nuclear.
La efervescencia militar que se vive tanto en Ucrania como en Rusia hace muy difícil encontrar una salida negociada a un conflicto ya enquistado. Tal como pasó en los años noventa en la antigua Yugoslavia, la diplomacia europea ha sido incapaz durante 2022 de influir en ambas partes para poner fin al matadero en que se ha convertido el este de Ucrania. Todavía parece más punible cuando se retrocede en el tiempo hasta el 2014, año en que Rusia se anexionó Crimea e intervino militarmente en el Dombás, una región históricamente conflictiva, para ayudar a los separatistas prorrusos de Ucrania.
Los gobiernos europeos vuelven a dilapidar un tiempo precioso y son incapaces de presionar a Moscú para que reduzca su agresividad militar. Posiblemente por la sinrazón del presidente ruso Vladimir Putin, pero también porque durante ocho años han primado los negocios energéticos antes que los derechos de la población anexionada o bombardeada.
Europa vuelve a carecer del músculo diplomático y político necesarios para negociar con Rusia sin la tutela de Estados Unidos. Es posible que las sanciones económicas contra Moscú decretadas durante los últimos meses hubieran tenido una mayor efectividad si se hubieran aprobado en 2014 tras el inicio del conflicto armado en el este ucraniano.
La inmensa mayoría de la población europea desconocía hasta febrero de 2022 que en Ucrania había una guerra de baja intensidad desde hacía ocho años. Un conflicto desaparecido del debate político intencionadamente porque interesaba no molestar al gigante ruso. El goteo de muertos en el este ucraniano pasó desapercibido igual que los bombardeos salvajes de Rusia contra la población civil en Siria a partir del 2015.
Ceguera europea
Europa sigue sin aprender la lección de los errores cometidos en el pasado reciente. Cualquier persona mínimamente informada era consciente en 1989 que Yugoslavia iba camino de la devastación mientras los europeos estaban ensimismados en la construcción de la Europa unida de Maastricht.
El tratado de la Unión Europea se firmó el 7 de febrero de 1992 cuando Yugoslavia ya había saltado en mil pedazos por culpa de los radicales ultranacionalistas y la guerra corta pero muy virulenta de Croacia había causado un gran sufrimiento a la población civil. Cuando el 1 de noviembre de 1993 el tratado entró en vigor, Bosnia-Herzegovina estaba repleta de fosas comunes.
Las consecuencias de la ceguera europea se siguen pagando hoy en día ya que los puentes de convivencia entre las distintas comunidades balcánicas se mantienen destruidos. Fue Estados Unidos quien consiguió poner fin a la guerra en Bosnia-Herzegovina y sacar las castañas del fuego a los acomodaticios, cobardes, cínicos e hipócritas mandatarios comunitarios tras el genocidio de Srebrenica.
Las prisas por armar a Ucrania en los últimos meses contrastan con el desinterés por buscar una solución al conflicto durante la última década y así evitar su internacionalización. Durante el último año la guerra en el este de Ucrania y los bombardeos continuos contra distintas grandes ciudades, incluida la capital Kiev, han provocado 7.000 civiles muertos, según la ONU, aunque el organismo internacional ha reconocido que el número real es aún mayor al no tener información contrastada de víctimas mortales en las regiones más devastadas por los combates. El número de militares fallecidos en ambos lados es difícil de establecer ante la censura de los gobiernos ucranianos y rusos interesados en ocultarlo a sus ciudadanos.
Las cifras de refugiados y desplazados son apabullantes. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) ha definido la huida ucraniana como el éxodo más rápido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Más de 17 millones y medio de ucranianos han abandonado su país, el 43% de sus 41 millones de habitantes. Solo en Polonia hay más de nueve millones de refugiados ucranianos y otros tres millones se encuentran en territorio ruso. Un país minúsculo y empobrecido como Moldavia ha acogido a 750.000 refugiados, un porcentaje similar a un tercio de su población. Hungría supera los dos millones frente a sus apenas 10 millones de ciudadanos. España ha acogido a unos 150.000 ucranianos.
Altos cargos ucranianos y rusos llevan semanas realizando declaraciones militaristas de alto voltaje y asegurando su disposición a lanzar ofensivas y contraofensivas coincidiendo con el primer aniversario de la fase más virulenta de la guerra, que se cumple el jueves 24 de febrero.
El Gobierno francés ya ha aconsejado a todos sus nacionales abandonar Bielorrusia inmediatamente ante los preparativos de una gran ofensiva de Rusia sobre territorio ucraniano. El autoritario líder bielorruso, Alexander Lukashenko, anunció el jueves estar dispuesto a "combatir junto a los rusos" si Ucrania ataca su territorio.
El presidente ucraniano Volodímir Zelenski ha visitado a los líderes de las principales potencias europeas con el fin de conseguir que sus fuerzas armadas sean reforzadas con aviones de combate y misiles de larga distancia si verdaderamente la OTAN quiere que se detenga el avance ruso. Pero los europeos son reacios a suministrar este tipo de armas que podrían cambiar el curso de la guerra.
La guerra de Ucrania está permitiendo un rearme europeo sin fisuras y sin protestas por parte de la población. El presupuesto del Ministerio de Defensa de España se va a incrementar este año un 26,31% con el objetivo de alcanzar el 2% del PIB en 2029, compromiso adquirido por el presidente Pedro Sánchez tras la Cumbre de la OTAN de junio de 2022.
Pero según el Centre Delás, organismo especializado en analizar el comercio de armas y la financiación de la industria armamentista, "el presupuesto ya supera en 17 décimas ese 2% si se incluye partidas militares que están repartidas por otros ministerios, como por ejemplo el gasto de las clases pasivas militares o la Guardia Civil como cuerpo militarizado y los créditos asignados al Ministerio de Industria para producir nuevos armamentos".
En el Gobierno más izquierdista de la historia de España, enzarzados en continuas polémicas, no existen (o, al menos, no se manifiesta) fricciones sobre el rearme militar o nuestra exitosa industria armamentística que convierte a nuestro país en la séptima potencia del mundo en venta de armas.
Ucrania, gran comodín para justificar la inflación galopante, el encarecimiento de la cesta de la compra y de todos los carburantes, ha conseguido un cambio de paradigma en la bulliciosa sociedad española: ya nadie grita ‘No a la Guerra’ como hace 20 años.
