Mentiras, sexo y descenso a los infiernos, los 25 años del escándalo Clinton-Lewinsky

En el aniversario del 'affaire' político-sexual más turbulento de EE UU, el expresidente aún tiene un alto valor para los demócratas mientras su antigua asistente se ha convertido en una activista contra los abusos.

Mónica Lewinsky, en una imagen de archivo.
Mónica Lewinsky, en una imagen de archivo.
Reuters

"Puedes sobrevivir a lo inimaginable". La frase pertenece a un artículo escrito por Monica Lewinsky para 'Vanity Fair' donde resume su vida posterior al escándalo sexual y político más famoso de Estados Unidos: el 'affaire' entre el presidente Bill Clinton y su joven asistenta en la Casa Blanca. El romance salió a la luz el 21 de enero de 1998 en las páginas de 'The Washington Post'. No existían las redes sociales actuales. Ni el 'Sálvame'. Pero desató una perturbación de proporciones planetarias. Hoy, veinticinco años después, su eco perdura, aunque apagado. No ha habido lío sexual en un Gobierno o un Parlamento -y ahí los británicos suponen una seria competencia- que impida a cualquier adulto por encima de los 45 años retrotraerse hacia aquel Despacho Oval, al vestido azul de Lewinsky o al rostro petrificado de Clinton negando los hechos. Ni existe un ejemplo mejor de cómo los tiempos han cambiado, que diría Bob Dylan.

Porque Clinton no es Harvey Weinstein. Clinton salió de la polémica herido para renacer como un ave fénix dentro de su partido. No en el interior de una jaula. Él atravesó su fase de vergüenza nacional, debió de someterse al 'impeachment' del Congreso, y aún así finalmente logró continuar al frente del Gobierno más poderoso del mundo. Lewinsky, en cambio, salió por una puerta lateral, sometida a un escrutinio constante de los medios de comunicación que la vieron abochornarse, negar la relación, declarar contra el mandatario, visitar al terapeuta y, luego, tras escalar el profundo abismo, transmutarse en una activista contra el abuso y el 'bulliyng'.

La antigua becaria, ahora de 49 años de edad, escribe, ha protagonizado programas de televisión, incluidos realities, concedido entrevistas millonarias -se dice que la conversación con Barbara Walters después del escándalo le supuso un ingreso de un millón de dólares- y producido la serie 'American Horror Story: Impeachment', convenientemente estrenada tal que en enero de 2022 y que puso de nuevo en actualidad un escándalo que se resiste a morir.

Tras la publicación a finales de los 90 de 'My Story', un libro escrito por Andrew Morton donde detallaba su romance presidencial, Mónica pasó a formar parte en los primeros años 2000 del retablo de la cultura popular norteamericana. Así fue hasta que, agobiada por esa misma popularidad, y las humillaciones lanzadas por una parte del gran público enganchado a sus historias, decidió cruzar al anonimato. Vivió en Los Ángeles y Londres. Y en 2014 retornó. Cambiada. Su artículo en 'Vanity Fair', relatando a su modo cómo la aplastante maquinaria política creada alrededor del presidente la masticó y escupió contra la acera dibujó un nuevo perfil de ella. Y lo remató con su agónica experiencia de culpa e infierno, que resumió con una esperanzadora frase: "Puedes sobrevivir a lo inimaginable".

Traslado al Pentágono

Monica Lewinski, de 21 años y recién graduada, comenzó a trabajar en el verano de 1995 en el equipo del jefe de gabinete de Clinton, que entonces tenía 49 años. Cuatro meses después iniciaron una "relación íntima" que duró hasta el año siguiente. Íntima y al menos mínimamente pública. La jefa de personal de la Casa Blanca, Evelyn Lierberman, acabaría trasladando a la joven a la oficina de prensa del Pentágono por su "comportamiento inadecuado". Al parecer, Lieberman detectó demasiados encuentros, demasiados gestos, quizá demasiados regalos.

Pero el traslado convirtió una hoguera en el infierno. Allí la joven becaria conoció a Linda Tripp, otra empleada del Gobierno que se convirtió en su mejor amiga y a la que contó sus encuentros con el presidente. Tripp grabó las conversaciones. Se las enseñó al fiscal. Acabaron en conocimiento de 'Newsweek'. Decenas de cintas donde no se sabe si constaba el episodio de sexo oral en el despacho presidencial y el vestido azul manchado de restos biológicos del hombre más poderoso del mundo.

Resulta interesante la carrera contrarreloj entablada a continuación entre 'Newsweek' y 'The Washington Post' por publicar la noticia. La relata Michael Isikoff, el reportero de la revista que el 13 de enero de 1998 recibió una llamada de un contacto que le informaba de cómo Monica y Linda comían en el restaurante del Ritz en Washington mientras el fiscal Ken Starr grababa la conversación. Fallecido en 2022, Starr había sido designado por el propio Clinton al inicio de su mandato como miembro destacado de su oficina de consejeros independientes. Y cumplió como tal investigando el presunto abuso de poder del líder demócrata. 'Newsweek' trabajó en el caso durante los días siguientes.

Cuando su equipo redactor cree tener el reportaje en sus manos, los editores consideran conveniente trabajarlo un poco más. "Si fuéramos 'The Washington Post' o 'The New York Times' publicaríamos", consiente el editor Vacce Thomas. Pero lo postergan. Ese domingo, alguien avisa que el 'Post' ya está listo para sacar la historia. El martes, una web anuncia que 'Newsweek' trabaja en la noticia. Pero al día siguiente aparece en la portada de 'The Washington Post'. "Por supuesto, hubiera preferido que saliéramos primero", escribe Isikoff, satisfecho no obstante de que su historia contuviera más detalles y se convirtiera en la "última 'lectura obligada' de Washington", además de ascender a los altares de una crónica galardonada con numerosos premios periodísticos. De aquella carrera periodística surgió su libro 'Uncovering Clinton: A Reporter's Story'.

"Yo no mantuve relaciones sexuales con esa mujer". El 26 de enero, Clinton niega los hechos con una frase que ha quedado grabada como una de las grandes mentiras presidenciales de la historia de Estados Unidos. Pero los detalles se acumulan. Los republicanos hacen del 'affaire' la correspondiente picadora de carne política. Hillary, la primera dama, aparece en televisión para denunciar la "gran conspiración de la derecha". Pero el 17 de agosto, el presidente acaba sentado delante de un gran jurado admitiendo que mantuvo un "contacto íntimo inapropiado" con Mónica Lewinski.

Los distintos nombres del caso

Se ha escrito mucho sobre aquellos tumultuosos días, que algún medio comparó con los vividos por la sociedad estaounidense con Nixon durante el 'caso Watergate'. Varios politólogos opinan que en la exacerbación del 'affaire' se encuentra el germen de la actual bipolarización del país, dramáticamente puesta en escena durante el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, A su manera, el 'impeachment' fallido tuvo todos los ingredientes de la batalla política híbrida vigente en esta última década: la aparición y difusión masiva de información siempre que resulte perjudicial para el rival. Eso, y la capacidad de enfurecer a los más radicales.

Han pasado 25 años. La propia Mónica Lewinsky escribe en 'Vanity Fair' que "la mentalidad de culpar a la mujer ha quedado relegada con el tiempo" y pone un ejemplo preclaro: el romance ha pasado con el tiempo de conocerse como el 'escándalo Lewinsky' al 'caso Clinton' o incluso, para los puristas de la neutralidad técnica, el 'informe Starr', en relación al fiscal que formuló la acusación. A día de hoy, a nadie se le escapa que a Bill Clinton le salvó la lejanía temporal con el 'Me Too'.

Porque, en ese caso, quizá hasta su papel en política habría menguado precipitándose en el ostracismo. Torres quizá no tan altas pero indudablemente poderosas han caído. Nadie espera, por ejemplo, que cuando salga de prisión, llegado el momento, Harvey Weinstein vaya a ponerse a los mandos de la producción ni siquiera de un anuncio en un canal local de madrugada. Pero el expresidente se mantiene como una pieza clave dentro de la mecánica demócrata. En las pasadas elecciones intermedias de noviembre, fueron él, su mujer, Hillary, y Barack Obama los veteranos a quienes recurrió el partido para salir en ayuda de los candidatos a legisladores en las plazas difíciles para los demócratas. Bill Clinton conoce los resortes del discurso y todavía convence con la mirada.

Lo certifica su éxito como conferenciente. Lo que nunca tendrá Weinsten. Desde su salida de la Casa Blanca en 2001 hasta 2016, cuando se centró en apoyar la carrera electoral de Hillary, el matrimonio ganó 153 millones de euros. Solo por hablar. El éxito de una estrella del pop. Durante tres lustros han impartido una conferencia cada dos días como promedio. A esa cifra se añaden otros ingresos por asesorías y ponencias en foros como Goldman Sachs, Merrill Lynch o The Kuwait America Foundation, además de los fondos de su propia fundación para la reconciliación global donde trabaja su hija Chelsea. Por si fuera poco, ha escrito dos novelas al alimón con el maestro del thriller James Patterson. En la dos, curiosamente, el protagonista es el presidente de Estados Unidos. Pero no protagoniza escarceos sexuales inapropiados de alto voltaje. Nadie se lo perdonaría hoy en día.

"Puedes tomar la decisión correcta y aun así arrepentirte". La frase con la que Mónica Lewinsky encabezaba su artículo en el 'Vanity Fair' ha calado en los últimos tiempos en la mentalidad estadounidense y obligado a la sociedad a replantearse si los juicios de valor que convirtieron en 1998 a Clinton en un sátiro, pero a su joven ayudante en una persona dudosa de reputación, no han sido sino el fruto de un abuso de poder cometido desde las más altas cotas de la política. En el estreno de 'Impeachment' Lewinsky dijo: "Si me hubiese gustado todo lo que sale en la serie, es que no todo el mundo habría hecho su trabajo".

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