Guerra entre russia y ucrania

Intimidación y mentiras para contener el descontento en casa

Los esfuerzos del Kremlin para evitar que la situación interna se le vaya de las manos por iniciar una guerra contra un "pueblo hermano" no tiene precedentes ni siquiera cuando Alexéi Navalni sacó a la calle a centenares de miles de personas en 2011 contra el anuncio de Vladímir Putin de que iría a la reelección.

Sanremo (Italy), 05/03/2022.- Guardia di Finanza (Italian finance police) officers look at seized maxi yacht 'Lena' in the port of Sanremo, Italy, 05 March 2022. The 52-meter boat with an estimated value of 50 million dollars, is owned by the Russian energy and infrastructure magnate Gennady Timchenko, owner of Volga Group and partner of Novatek. Along with other Russian oligarchs, Timchenko's assets were frozen by the EU on 28 February in response to Russia invading the Ukraine. (Italia, Rusia, Ucrania) EFE/EPA/Fabrizio Tenerelli ITALY POLICE RUSSIA UKRAINE CONFLICT
Intimidación y mentiras para contener el descontento en casa.
Fabrizio Tenerelli

Los esfuerzos del Kremlin para evitar que la situación interna se le vaya de las manos por iniciar una guerra contra un «pueblo hermano» no tiene precedentes ni siquiera cuando Alexéi Navalni sacó a la calle a centenares de miles de personas en 2011 contra el anuncio de Vladímir Putin de que iría a la reelección. Con la invasión de Ucrania, el aparato represivo y el control social han ido mucho más lejos todavía. La presión que sufre el ciudadano de a pie es enorme a través de los medios de comunicación oficiales, que lanzan consignas, mentiras e intimidan, a veces sutilmente y otras de la manera más burda. La propaganda a favor de la intervención militar en Ucrania es apabullante.

Tratar de averiguar en la calle lo que la gente piensa de la invasión de Ucrania es una misión casi imposible. «¿Usted quién es? ¿para qué me pregunta eso?», le dice a este corresponsal una mujer de unos 50 años al salir de un supermercado cercano a la estación de ferrocarril moscovita de Kazán. Después, se da la vuelta y acelera el paso sin decir nada más.

Un joven de unos 20 años contesta a la misma pregunta diciendo: «¡Yo qué sé!». Otro ciudadano, de unos 60 años, afirma tras verificar la identidad del periodista que él está «con Putin. Hacía tiempo que la situación exigía medidas así con esta pandilla de nazis y terroristas que son Zelenski y sus secuaces!». Al pedirle detalles sobre qué amenaza supone Ucrania para Rusia, responde: «Pues ya lo ha visto usted. Desataron hace ocho años una guerra contra la población rusófona de Ucrania y no han dejado desde entonces de atacar Donbass».

En círculos más próximos, con personas de mayor confianza, el posicionamiento suele ser de prudencia. Pocos se atreven de forma abierta a pronunciarse en contra de Putin o de la guerra, incluso en privado. Pero admiten estar «preocupados» y lamentan que estén muriendo civiles y soldados de los dos bandos. Temen también las consecuencias para sus bolsillos que pueda tener el aluvión de sanciones adoptadas por Occidente.

Denís Volkov, director del centro sociológico Levada, calcula que una mayoría de rusos apoya a su presidente. A su juicio, tan alto porcentaje se debe a la «propaganda militar sin precedentes» previa al comienzo de la guerra. Los principales medios informativos favorables al Kremlin bombardean a la audiencia y criminalizan a los dirigentes ucranianos, a los que llevan años tachando de «nazis» y justificando la necesidad de emplear la fuerza para acabar con ellos.

Un sondeo realizado inmediatamente después del comienzo de la invasión indicaba que el 60% de los rusos cree que las acciones militares fueron provocadas por Estados Unidos y los países de la OTAN, el 14% culpa a Ucrania y solo el 3% de los encuestados dijo que Rusia tiene la culpa de lo que está sucediendo. Según el sociólogo, a favor de las autoridades del Kremlin juega el hecho de que la población no siente todavía el impacto de las sanciones.

Pero, a juicio del politólogo Iliá Grashenkov, la actitud de los rusos hacia la guerra "irá cambiando a medida que se vaya prolongando, empiecen a llegar féretros de soldados, se descubra que las tropas rusas no las están recibiendo en Ucrania como héroes libertadores, como aseguran los medios de comunicación oficiales, sino al contrario con una resistencia feroz. También cuando cunda el miedo a que estalle una guerra nuclear".

Es cierto que, de momento, los que están en contra de la guerra son minoría, pero cualificada, ya que engloba a una parte significativa de la élite. Cartas abiertas pidiendo a Putin que pare los ataques contra Ucrania han sido publicadas por distintos colectivos: del mundo de la ciencia, periodistas y gente famosa en general. Uno de esos manifiestos, el firmado por numerosos científicos, subraya que "no hay justificación razonable para esta guerra (.) está claro que Ucrania no representa una amenaza para la seguridad de nuestro país. La guerra contra ella es injusta e insensata".

Varios periodistas han abandonado sus trabajos el canal Russia Today (RT), el medio de propaganda de Putin más poderoso, con emisiones en varios idiomas, español entre ellos. Su redactora-jefe, María Barónova, dejó esta semana la cadena pública asegurando que "nuestros abuelos no lucharon por esto, se está traicionando todo, se está pisoteando todo. Hace una semana escribí sobre la propaganda de la OTAN, hablé sobre la rusofobia, pero resultó que tenían toda la razón y yo no".

Según sus palabras, "si he elegido estar con Rusia, no significa que deba caminar hacia el totalitarismo, callar o alegrarme, por ejemplo, de que el régimen que no quiero para mi país se exporte a otro lugar". Según Barónova, "este régimen finalmente convertirá nuestra vida en un infierno sin fin. Qué estoy diciendo, ya la ha convertido".

Solamente tres diputados, de los 450 que tiene la Duma (Cámara Baja del Parlamento ruso), han criticado la intervención armada en Ucrania. Los tres son comunistas. El último en hacerlo ha sido Viacheslav Marjáyev. Escribió en Facebook que "lamentablemente, el reconocimiento de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, cuyo objetivo era protegerlas de los ataques de las tropas ucranianas, tenía un plan oculto, que ha resultado ser precisamente la guerra y a gran escala". Marjáyev dice condenar "cualquier movimiento nacionalista radical, no acepto el genocidio, la devastación y la anarquía. Pero de la misma manera, odio la guerra y la solución militar de los problemas. Antes que él, se pronunciaron contra el uso de la fuerza en Ucrania los legisladores Mijáil Matvéyev y Oleg Smolin.

La senadora rusa, Liudmila Narúsova, deploró esta semana que "están presionando a soldados de reemplazo a profesionalizarse mediante la firma de un contrato que les obliga a combatir en Ucrania". Narúsova dijo que carecen de experiencia militar suficiente y puso el ejemplo de una unidad de 100 efectivos que, tras ser atacados por las fuerzas ucranianas, sobrevivieron solamente cuatro.

También hay mucho malestar entre los empresarios. Pese a que Putin se reunió con ellos para tratar de tranquilizarlos el mismo día del comienzo de la "operación especial" contra Ucrania, el pasado 24 de febrero, seis poderosos oligarcas se han pronunciado por el cese inmediato de las hostilidades: Leonid Mijelson (Novatek), Oleg Deripaska (Rusal), Vaguit Alekpérov (Lukoil), Mijaíl Fridman (Alfa Group), Piotr Aven (Alfa Bank), Alexéi Mordashov (Severstal) y Oleg Tinkov (Tinkoff Bank). Los directores de las compañías aéreas rusas Aeroflot, la más grande de Rusia y una de las principales a nivel mundial, y Pobeda, Mijaíl Poluboyárinov y Andréi Kalmikov, han dimitido de sus cargos y abandonado Rusia.

Sin embargo, el último sondeo de la "Fundación de la Opinión Pública", cuyas encuestas suelen ser siempre favorables a Putin, asegura que su popularidad ha pasado en los últimos días del 60% al 71% de apoyo.

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