Huelgas, alcaldes inquietos y 'niños cobaya' en la polémica reapertura de los colegios en Francia

El sector educativo se resiste a apoyar el plan diseñado por el Gobierno de Macron para la reactivación laboral en todo el país.

Macron, durante una visita a la escuela elemental Pierre de Ronsard, en Poissy.
Macron, durante una visita a la escuela elemental Pierre de Ronsard, en Poissy.
Ian Langsdon/Reuters

Alcaldes que no ocultan su miedo a la responsabilidad jurídica en caso de que se declaren nuevos brotes. Sindicatos de enseñanza listos para llamar a la huelga y que piden que la reapertura se aplace hasta septiembre. Y padres que temen que sus hijos sean utilizados como cobayas humanas. La vuelta al cole en Francia, prevista para la semana que viene, se aventura como un enorme rompecabezas en el que el Gobierno quiere apoyarse para relanzar la economía, pero sobre el que pesan aún numerosos interrogantes.

Los mensajes desde el Ejecutivo delatan cada vez una mayor urgencia. "No podemos seguir inmóviles", sentenció el primer ministro, Édouard Philippe, ante los diputados en la Asamblea Nacional. El riesgo de desmoronamiento de la economía, dijo, es real, y hay que volver al trabajo. Y para volver a trabajar, es imprescindible que los niños puedan regresar al colegio. El Gobierno francés utiliza fórmulas más sutiles, pero el mensaje implícito está ahí. "Este periodo que se abre el 11 de mayo es nuestra responsabilidad colectiva", insistió el presidente Emmanuel Macron, que visitó una escuela de la periferia de París para intentar calmar las inquietudes de los que no ven nada claro que las escuelas vuelvan a abrir sus puertas la semana que viene.

Entre ellos están los propios alcaldes, sobre los que el Gobierno ha dejado caer la responsabilidad de la reapertura, que será progresiva. En una tribuna publicada el pasado fin de semana, 331 regidores de la región de Île de France, entre los que se encuentra la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, han pedido al presidente que retrase la fecha de regreso de los alumnos, que consideran "inalcanzable y poco realista". Los alcaldes temen las eventuales repercusiones legales que pudieran derivarse de nuevos contagios, y piden una mayor protección jurídica.

La fecha se acerca y con ella también los miedos y las prisas. El regreso será voluntario -los padres que no quieran enviar a sus hijos podrán no hacerlo y seguir el curso a distancia desde casa-, lo que está suponiendo un quebradero de cabeza para los directores de las escuelas. Junto a los maestros, están teniendo que organizar los grupos, de no más de 15 alumnos, sin saber realmente cuántos niños aparecerán, o dónde los van a meter. Hasta finales de esta semana no se sabrá si podrán comer en las cantinas escolares o no, si irán por turnos al colegio, o cómo se podrán respetar las medidas de higiene, especialmente entre los más pequeños.

Este martes, en la visita que hizo Macron a la escuela de Poissy, los alumnos -todo ellos hijos de sanitarios y personal en primera línea de combate contra el Covid-19 a los que la educación nacional ha seguido acogiendo durante todo el confinamiento-, tenían claras la reglas. "Hay que lavarse bien las manos sin olvidarse de los pulgares y toser en el codo", respondió una pequeña a las preguntas del presidente, convertido por un rato en profesor de higiene.

Pero no será tan fácil para todos, y muchos padres han optado por mantener a los niños en casa. "El patio del colegio es muy pequeño y va a ser imposible mantener las distancias de seguridad, van a estar haciendo pruebas con ellos. Lo único que tenemos claro es que nuestros hijos no van a volver la semana que viene", reconoce David, padre de dos niños de 8 y 4 años que acuden a un colegio de la capital.

Muchos profesores tampoco se sienten cómodos con la responsabilidad sanitaria que les va a tocar ejercer. En algunas regiones, varios sindicatos de enseñanza han presentado ya un preaviso de huelga en caso de que los profesores que tengan reticencias sean obligados a ejercer a partir del próximo 11 de mayo. Entre ellos, Sud Educación, que pide que los colegios no abran hasta septiembre -tal y como prefería el comité científico que asesora al Gobierno-, para que los educadores cuenten con tiempo suficiente para hacerlo en condiciones de seguridad.

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