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El hermano del emperador Naruhito, heredero del trono que no acepta mujeres

Su hermano menor, el príncipe Fumihito, se convierte en heredero, ya que el nuevo emperador no tiene hijos varones y Japón nunca ha cambiado sus leyes para permitir el ascenso imperial de una mujer.

El heredero de Akihito ha prometido seguir los pasos de su padre al frente del país nipón

Con la llegada al trono nipón de Naruhito, su hermano menor, el príncipe Fumihito, se convierte en heredero, ya que el nuevo emperador no tiene hijos varones y Japón nunca ha cambiado sus leyes para permitir el ascenso imperial de una mujer.

Desde 1889, la Ley de la Casa Imperial nipona que regula la sucesión de los emperadores prohíbe a las integrantes femeninas de esta milenaria familia acceder al Trono del Crisantemo, la institución imperial reinante más vieja del mundo.

De hecho, las mujeres nacidas en el seno imperial están obligadas a abandonarlo una vez casadas, como es el caso de la hermana menor de Naruhito y Fumihito, Sayako Kuroda, que no figura en el árbol genealógico desde su matrimonio con un plebeyo en 2005.

La ley no rigió siempre así en Japón, donde en su historia reinaron varias emperatrices, siempre bajo la condición de estar casadas con algún varón de la casa imperial o permanecer solteras.

La única hija del desde hoy emperador de Japón, Naruhito, y la emperatriz Masako es la princesa Aiko, de 17 años, que sería la siguiente en la línea de sucesión nipona si no fuera por esta normativa que prohíbe a las mujeres reinar.

"La impracticabilidad de depender solo de integrantes varones para perpetuar el sistema del emperador ha sido destacado por décadas", sostiene en su editorial de este miércoles el diario nipón Asahi.

"Pero el primer ministro, Shizo Abe, cuya base de apoyo conservadora insiste en el sistema solo para hombres, sigue evitando cualquier discusión sobre este tema", agrega el periódico, uno de los más influyentes de Japón.

A partir de este esquema, es el príncipe Hisahito, el hijo del heredero Fumihito y único nieto varón del emperador emérito Akihito, el que se convierte en el segundo candidato a la sucesión después de su padre.

Con 12 años, sobre los jóvenes hombros de este todavía estudiante de secundaria recae el futuro de la familia imperial, ya que es el único que, de momento, podría relevar a Fumihito si llega al trono.

Además del joven príncipe, la familia cuenta con solo otro varón elegible para el trono: el príncipe Hitachi, con 83 años, hermano del emperador emérito Akihito y tercero en la línea de sucesión.

Antes del nacimiento de Hisahito, en septiembre de 2006, un candente debate hirvió en el seno de la Casa Imperial, que se veía desprovista de un joven heredero. Si no nacían nuevos varones en la familia, cuando Naruhito y su hermano Fumihito fallecieran, en unas cuentas décadas, el linaje imperial japonés llegaría a su fin.

Las alternativas eran extender el linaje a los hombres con sangre imperial, aunque fueran distantes a la familia, o dejar que las mujeres, en concreto la princesa Aiko, pudieran acceder al trono del Crisantemo tras más de un siglo.

Un grupo de expertos designados en 2004 por el entonces primer ministro nipón, Junichiro Koizumi, deliberó durante casi un año hasta llegar a la conclusión de que el Gobierno japonés debía modificar la ley de sucesión imperial.

Koizumi aceptó el consejo de los expertos, a pesar de la fuerte oposición de los sectores conservadores de la política nipona, y decidió seguir adelante con la propuesta de reforma de ley hasta el Parlamento.

Pero en febrero de 2006, los medios filtraron la noticia del embarazo de seis semanas de Kiko, la mujer de Fumihito, que había dado a luz a la segunda y última de sus hijas 11 años atrás.

A pesar de ser un temprano anuncio, ya que los embarazos dentro de la familia imperial no se hacen públicos hasta los tres meses para evitar errores, el apremio para encontrar un heredero desistió ante la posibilidad de que el nuevo bebé fuera varón, como finalmente resultó.

Así, la ley nunca llegó al Parlamento y quedó olvidada la posibilidad de volver a aceptar a las mujeres en el trono, una baza política todavía válida ante la posibilidad de que, en los próximos siglos, vuelva a surgir este problema en el seno imperial japonés.

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