Sabiduría virtuosa

Las cumbres internacionales, como la última del G-20, producen con frecuencia resultados decepcionantes, que no están a la altura del nivel de información y de conocimientos que se supone que pueden manejar y analizar los líderes mundiales.

Los líderes mundiales no parecen capaces de afrontar los problemas.
Los líderes mundiales no parecen capaces de afrontar los problemas.
POL

La decimotercera reunión del máximo nivel de representación del G-20 tuvo lugar entre el 30 de noviembre y el 1 de diciembre de 2018 en Buenos Aires (Argentina). La reunión generó un texto de cuatro folios que impresiona por su insulsez. En ese sentido, puede hablarse de fracaso. En él, no se habla de la crisis entre Rusia y Ucrania ni de la guerra del Yemen, se hace una sencilla referencia al problema migratorio, se declara la irreversibilidad del acuerdo de París contra el cambio climático, aunque el presidente de Estados Unidos solo aceptó firmar el texto insistiendo en la decisión de retirarse del acuerdo de París… y, si siguen leyendo, hay afirmaciones varias pero no compromisos ni soluciones.

Y yo me pregunto, ¿para eso es necesario montar tal parafernalia? ¿Esos líderes están convencidos de que están haciendo un buen trabajo? Espero que en sus viajes de vuelta cada uno de ellos tuviese tiempo para realizar un análisis crítico de su actuación y que, como resultado, hayan llegado a la conclusión de que ese resultado era manifiestamente mejorable. Pero si no lo han hecho o están conformes con tales resultados, "Houston, tenemos un problema".

Es evidente que todos los líderes que se reunieron ni son estúpidos ni ignorantes. Por el contrario, se les presupone que son inteligentes y además tienen a su disposición argumentos racionales, acceso a la interpretación de una gran cantidad de datos y de conocimientos, la experiencia diaria de información de primera mano, normalmente analizada… Visto el resultado creo poder afirmar que estamos ante un fracaso de sus inteligencias y la preocupación surge ante la aparente incapacidad que han manifestado para encontrar soluciones a algunos de los problemas del mundo. Nadie puede poner en duda su capacidad de comprensión, pero al parecer tienen una deficiencia, bien congénita bien adquirida en razón al puesto, que les hace establecer juicios poco razonables sobre ciertas situaciones que les conducen a tomar decisiones ineficaces con resultados nefastos para terceros.

Me imagino a la mayoría de esas personas en un estado mental incómodo producido por el conflicto entre lo que piensan como seres humanos y sus compromisos finales. Pero, conociendo los recursos de nuestro cerebro, estoy seguro de que cada uno de ellos buscará todas las explicaciones necesarias y buenas razones que le sirvan para justificar su comportamiento. De hecho, este a modo de autoengaño que se produce ante una realidad difícil seguro que les conducirá con frecuencia al convencimiento de que están cumpliendo con su obligación, aunque si los simples mortales conociéramos dichas razones nos acabarían pareciendo egoístas, irracionales o absurdas. Pienso que esta cumbre nos proporciona una buena pero incómoda comprensión de lo que está pasando en el mundo civilizado actual y nos pone ante la tesitura de pensar qué se puede hacer con ello, si es que se puede hacer algo.

Si nuestros líderes son personas normales, parece evidente que de lo dicho podemos concluir que la inteligencia en los dirigentes es condición necesaria pero no suficiente. Creo que una posible mejora pasaría por detectar de alguna manera a esos líderes imprudentes, que se han arrojado a la política sin la educación necesaria, queriendo decir con ello que carecen del tipo de sabiduría adecuado. Hay una frase en relación con el significado de sabiduría que me viene como anillo al dedo en este contexto. Sabiduría es saber qué hacer a continuación; habilidad es saber cómo hacerlo, y virtud es hacerlo (de David Starr Jordan, 1851-1931, naturalista, ictiólogo y pacifista). Entendiendo que ser virtuoso es hacer lo que se debe hacer pese a quien pese, sea difícil o no, se oponga mucha gente o poca.

Resumiendo, hay que hacerles ver a nuestros líderes de Estado que les requerimos que aumenten el nivel de autoexigencia y que lo importante no es solo la ideología, los estudios, el partido, el márquetin, la economía… que ante todo, lo principal es su sabiduría virtuosa.

Francisco José Serón Arbeloa es catedrático de la Universidad de Zaragoza