Trump ante un país dividido

El Partido Demócrata recupera la Cámara de Representantes y debilita al presidente de Estados Unidos.

Trump increpa al periodista Jim Acosta, al que una auxiliar trata de quitar el micrófono.
Trump increpa al periodista Jim Acosta, al que una auxiliar trata de quitar el micrófono.
Jonathan Ernst/Reuters

Donald Trump ha medido su fuerza electoral por primera vez desde que fue elegido presidente de EE. UU. y se ha despertado con menos poder del que tenía. Sin embargo, no ha sufrido una derrota contundente. El ególatra millonario aún mantiene buena parte de su electorado porque sus recetas simplonas, desde la guerra comercial al aislamiento internacional, todavía no han generado todos sus perniciosos efectos. La foto fija de los resultados de las urnas es la de un país cada vez más dividido.

Las elecciones estadounidenses de medio mandato las pierde habitualmente el partido que gobierna. Y, efectivamente, tal y como pronosticaron las encuestas, el Partido Demócrata rompe el unipartidismo que fijaron las elecciones de 2016: los republicanos ceden la Cámara de Representantes, aunque consiguen retener el Senado. El centro-izquierda también avanza posiciones a nivel local y estatal, porque ha aprovechado el auge del voto femenino (por primera vez en la historia del país son elegidas más de 100 mujeres a la Cámara de Representantes, la mayor parte de ellas demócratas). Pero estos logros no sirven para disimular el hecho de que el partido de Obama y Clinton aún no ha encontrado un mensaje inspirador, porque no basta con oponerse a un Trump autoritario, racista y machista.

El inquilino de la Casa Blanca tendrá ahora más dificultades para llevar adelante sus iniciativas. Las más polémicas ya no saldrán de su despacho en los dos próximos años. De cualquier forma, las primeras reacciones tras el cierre de las urnas (atacar violentamente a la prensa) demuestran que Trump va a mantener su estilo populista, ultranacionalista y demagogo que tanto daño está haciendo a Estados Unidos. Los resultados electorales son la prueba más clara de que sus políticas de odio y de ataque a los valores liberales han ampliado la polarización de la sociedad norteamericana.