La lealtad de Aragón

Los pasos a Europa a través del Pirineo central son la alternativa centrípeta e integradora a las siempre activas fuerzas centrífugas de Cataluña y el País Vasco.

La Paz de los Pirineos (1659) trasformó lo que durante siglos había sido un lugar de paso en una muralla que separaba Francia de España. El acuerdo diplomático respondía a los intereses geopolíticos del rey Luis XIV. Previa disolución de la brevísima República catalana de Pau Claris, el tratado pirenaico reforzó la onda soberanista de los acuerdos de Westfalia. De ahí surgiría más tarde la despectiva expresión ‘África comienza en los Pirineos’. En la nueva Europa de las naciones, la monarquía hispana quedaba aislada.

Los Pirineos se cerraron, pues, a mediados del siglo XVII y no se abrieron hasta finales del XX. El 12 de junio de 1985, Felipe González firmó la adhesión a la Comunidad Económica Europea y los periódicos proclamaron que África ya comenzaba al sur del Estrecho de Gibraltar. En esos algo más de tres siglos, la única grieta en la muralla montañosa fue la construcción del túnel ferroviario de Somport. Juan Bruil, activo financiero aragonés de estirpe bearnesa, entendió que era necesario el paso por Canfranc para que los productos del Levante y de Andalucía llegasen rápidamente a la rica Francia, sobre todo a los mercados de París. Con enorme esfuerzo, la línea se abrió en 1928; y con gran vergüenza se cerró en 1970.

La entrada de España en la CEE (1986) derribó los Pirineos como barrera política infranqueable. Y la aplicación del acuerdo de Schengen (1995) acabó con las aduanas. Pero hoy aún falta abrir una gran vía central de comunicaciones para exportar mejor los productos. Al fin y al cabo, el comercio internacional es una pieza clave de la economía de la Península Ibérica. Reaparece así la visión de Juan Bruil de abrir puertas en los Pirineos para llegar a más mercados.

El control de los pasos logísticos es desde hace décadas una batalla fundamental en la articulación de España, aunque pase desapercibida. En el extremo oeste de la cordillera aspiran ahora a fortalecer el corredor atlántico con un AVE San Sebastián-Hendaya-Burdeos. En el extremo oriental, catalanes y valencianos se han unido para llegar a Montpellier a través del corredor mediterráneo. En medio, los aragoneses pugnamos por un túnel bajo el macizo del Vignemale, que haga realidad la vieja aspiración de un corredor central, y por la reapertura de la línea Canfranc-Pau.

España, a través de su Gobierno, tiene ahora otra oportunidad de construir una gran vía de comunicación con Europa al margen de las recurrentes tensiones nacionalistas del País Vasco y Cataluña. La lealtad de Aragón debe ser recompensada potenciando los ejes Algeciras-Madrid-Zaragoza, el corredor Cantábrico-Mediterráneo (Valencia-Sagunto-Teruel-Zaragoza-Bilbao) y el Lisboa-Oporto-Zaragoza que, además, aprovecharían el potencial logístico de la capital del Ebro. Las plataformas de Plaza, Platea y las de Huesca, con amplios aeropuertos y puertos secos, pueden ser grandes y seguras puertas a Europa.

Los pasos por el Pirineo central se confirman hoy como la mejor opción por varias razones: responden al plan europeo de comunicaciones; equilibran la España interior frente a la periférica; mejoran la articulación de los territorios; intensifican las conexiones con Portugal, el Magreb y el centro de Europa, tan importantes para la UE; alivian la saturación de los pasos de Hendaya y La Junquera; y, sobre todo, son la alternativa centrípeta e integradora a las siempre activas fuerzas centrífugas de Cataluña y el País Vasco.

El desafío secesionista de la Generalitat va a obligar a una revisión del modelo de Estado en todos los sentidos, también en el de las comunicaciones. Los partidos constitucionalistas (PP, PSOE, Ciudadanos y minoritarios) pueden pactar que Aragón sea la alternativa leal y estable entre el eje atlántico y el mediterráneo. Sería una operación política y geoestratégica de largo alcance para evitar que las conexiones con Europa, que definen la pujanza económica de unas u otras Comunidades autónomas, pasen exclusivamente por los extremos de una cordillera montañosa que hace tres décadas dejó de ser una muralla pétrea.