Xi Jinping anuncia una nueva era para China

El presidente promete una sociedad más próspera e igualitaria, pero deja claro que el Partido Comunista seguirá gobernando con puño de hierro.

El presidente de China, Xi Jinping.
EL PRESIDENTE CHINO XI JINPING VISITA REINO UNIDO
NIGEL RODDIS

«Empieza una nueva era». El presidente de China, Xi Jinping, dedicó el martes más de 30.000 palabras y casi tres horas y media a explicar qué futuro ha preparado para la segunda potencia mundial. Y no puede ser más glorioso. Durante el discurso inaugural del 19º Congreso Nacional del Partido Comunista, el cónclave político quinquenal que delinea el futuro del país más poblado del mundo, Xi auguró la construcción a mediados de siglo de «un país socialista moderno» cuya consecución se logrará a través del «gran rejuvenecimiento de la nación china».

El mandatario prometió una sociedad «más próspera e igualitaria» y la continuación de las reformas de apertura económica iniciadas por Deng Xiaoping hace casi cuatro décadas. También aseguró que nunca buscará la hegemonía mundial ni caerá en la tentación del expansionismo, independientemente de la etapa del desarrollo en la que se encuentre. Pero advirtió que en su 'democracia' del partido único la hoz y el martillo seguirán siendo utilizados para acabar con cualquier tipo de disidencia, y que no renunciará a sus derechos en la esfera internacional.

Eso quiere decir que no habrá reformas políticas ni más libertades individuales, ya que Xi continuará oponiéndose «con resolución a cualquier intento de debilitar, distorsionar, o combatir el liderazgo del Partido y la implementación del socialismo». Además, China seguirá modernizando su ejército «para que sea de talla mundial en 2050». Defender la soberanía nacional será una de las prioridades del Partido, que combatirá sin fisuras cualquier movimiento secesionista -Tíbet, Xinjiang y Hong Kong cuentan con partidarios de la independencia- y que seguirá oponiéndose al reconocimiento de Taiwán como un Estado soberano. De hecho, a la antigua Formosa Xi le dedicó las palabras más duras del discurso, que fueron respondidas por el aplauso más largo de los casi 2.300 delegados del Partido.

Así, es evidente que la mano dura que ha caracterizado el primer mandato de Xi seguirá imperando durante los próximos cinco años. Y continuará golpeando también dentro de su propia formación política, porque el presidente no tiene ninguna intención de relajar la campaña contra la corrupción que inició cuando tomó el timón hace un lustro. El martes volvió a advertir de que reinará la «tolerancia cero» y exigió a los 89 millones de miembros del Partido Comunista que se resistan «a la búsqueda del placer, la inacción, y la pereza» y que afronten los problemas de frente.

Problemas que, como reconoció el propio Xi, no son pocos. Desde la desigualdad social, que se ha mantenido inalterada durante el último lustro -el coeficiente gini solo ha caído del 0,474 al 0,465- a pesar de los grandes logros que China ha cosechado en la erradicación de la pobreza, hasta el peligro que suponen las burbujas que están surgiendo en la única economía capaz de hacer sombra a Estados Unidos.

Sin duda, la inmobiliaria es la que más preocupa a la población, que se ve incapaz de adquirir una vivienda en las principales ciudades. «Las casas se construyen para que sean habitadas, no para especular con ellas», sentenció Xi antes de avanzar que el Gobierno construirá más viviendas subvencionadas y que seguirá muy de cerca otra de las burbujas asociadas al ladrillo: la de la deuda.

Inversión foránea

Después de haberse referido a temas sociales de forma intencionadamente vaga y general, Xi se mostró algo más específico en sus comentarios económicos. Aseguró que promoverá la competitividad y la innovación a la vez que mejora el comportamiento del sector público. Que busca una mayor coordinación entre las autoridades monetarias y fiscales del país. Y que reformará tanto la divisa nacional -el yuan- como el sistema por el que se fijan los tipos de interés.

Finalmente, lanzó una golosina que las empresas extranjeras llevaban mucho tiempo esperando: anunció una reducción en las barreras que impone a la inversión foránea y condiciones más justas para las operaciones de esas compañías en el gigante asiático. Lo que no se sabe es si esta vez se cumplirán estas promesas, que se han hecho multitud de veces en el Palacio del Pueblo de Pekín pero que, a juzgar por las duras críticas que lanzan las cámaras de comercio de Europa y de Estados Unidos cada año, no parecen estar cumpliéndose.

Más allá de recalcar el objetivo de que China se convierta en un país próspero y poderoso para el centenario de la proclamación de la República Popular -en 2049-, Xi tampoco hizo mención alguna a lo que sucederá después de la legislatura que comienza este año. Si se mantiene la tradición, su mandato concluirá en 2022 y la semana que viene debería anunciar a quién propone como sucesor. No obstante, cada vez son más quienes creen que optará por mantenerse al frente del país durante un tercer mandato. E incluso un cuarto. Al fin y al cabo, tiene que hacer valer el honor de haber sido nombrado 'núcleo' del Partido Comunista, una denominación que solo han recibido Mao Zedong y Deng Xiaoping. La incógnita se despejará el próximo miércoles.

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