La investigación del FBI sacude a Clinton

Comey, el director de la agencia federal que puede haber cambiado el curso de las elecciones presidenciales, constituyó la apuesta bipartidista de Barack Obama.

Hillary Clinton
Hillary Clinton
Afp

En el Día de los Muertos el excongresista Anthony Weiner era el hombre más maldecido por los demócratas. Sin los escándalos sexuales del exmarido de Huma Abedin, el FBI no hubiera confiscado los ordenadores que encontró en la casa de ambos, desde los que enviaba fotos pornográficas de sí mismo a una adolescente de 15 años, mientras su esposa, mano derecha de Hillary Clinton, cruzaba emails con ella sobre asuntos de estado. "Este tipo es una pesadilla recu­rrente", le maldecía el reverendo Al Sharpton. "Es como una de esas películas de terror en las que cuando crees que ha muerto vuelve otra vez".


Si había otro nombre maldito en este Halloween era el de James Comey, el hombre que puede haber cambiado el curso de las elecciones. La primera encuesta desde que el director del FBI informase el viernes al Congreso sobre la aparición de nuevos emails de la exsecretaria de Estado confirma que su decisión de hacerlo público, sin conocer siquiera el contenido de esos emails, puede ser catastrófica para Clinton. Un 34% de los encuestados dice que ahora es menos probable que vote por ella, según la encuesta del Was­hington Post y ABC News. Su ventaja de cuatro puntos se ha esfumado y se limita a un solo punto, menos que el margen de error de la encuesta, que es el del 2.5%.


"Seguro que muchos de vosotros os estáis preguntando por qué diablos el FBI decide meterse en unas elecciones, sin indicaciones de que se haya cometido ningún delito, a pocos días de que se celebren. Y es una buena pregunta", dijo ayer desde el escenario Hillary Clinton, obligada a calmar a sus seguidores. "Estoy segura de que llegarán a la misma conclusión que cuando miraron mis emails durante el ultimo año: Aquí no hay caso ninguno, ni de cerca".


A izquierda y a derecha, un centenar de antiguos altos cargos del Departamento de Justicia ha condenado la decisión de Comey, un republicano que votó por John McCain y Mitt Romney, en lugar de Obama, e incluso donó dinero a sus campañas. El presidente que ofreció a su antigua rival el cargo del Departamento de Estado también le dio a él la oportunidad de dirigir el FBI, como una de esas ingenuas muestras de bipartidismo que han servido para autosabotear su presidencia.


En un momento en que el Congreso le ponía difícil la aprobación de cualquier cargo que presentase, Comey salió airoso casi por unanimidad: 93-1. La disidencia fue del senador Rand Paul, sólo porque quiso aprovechar la luz de los focos para exigir al FBI que compartiese información sobre las ejecuciones mediante drones.


Todavía ayer el portavoz de la Casa Blanca Josh Earnest se negó a "criticar o defender a Comey" e insistió en que el presidente siempre le ha tenido como "un hombre íntegro". Esa percepción se deriva de sus tiempos como ministro de Justicia en funciones durante el mandato de George W. Bush. Su puesto era el de adjunto a John Aschrof, pero la enfermedad de éste le puso temporalmente al frente del Departamento, justo cuando los abogados de Bush en la Casa Blanca intentaban que reautorizase el abusivo espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA).


Comey se plantó nada menos que ante los deseos del vicepresidente, Dick Cheney, que para saltárselo mandó al jefe de gabinete de la Casa Blanca Andrew Card y al Consejero Legal del presidente Alberto Gonzalez hasta el lecho de Aschroft en la UBI para pedirle que firmara el documento. Comey y el entonces director del FBI Robert Mueller se presentaron también allí para apoyar a Gonzalez e impedir con su mirada silenciosa que le obligaran a firmar lo que no quería. Incluso llegaron a amenazar con dimitir masivamente si eso ocurría, pero al débil fiscal general con una pancreatitis aguda que casi no le dejaba articular palabra todavía le llegaron las fuerzas para resistirse. Después de una reunión personal con Bush, el mandatario aceptó modificar el marco legal de ese espionaje masivo, cuya dimensión no llegó a conocimiento público hasta que Edward Snowden lo denunció.


"Puede resultar muy, muy duro ser un abogado con conciencia y trabajar en la inteligencia nacional", contó un año después en Fort Meade, durante un discurso a los trabajadores de la NSA.


La revelación de ese capítulo por parte del 'New York Times' forjó el misticismo de hombre íntegro que le puso en el radar de Obama, no precisamente por sacarle una cuarta y jugar también al baloncesto. "El que haya buscado a alguien que ha guardado tan celosamente las libertades civiles, incluso a riesgo personal y de su propia carrera, habla más alto que sus palabras sobre el legado que quiere dejar en la lucha contra el terrorismo", escribió impresionado el cuerpo editorial del 'Washington Post'.


En realidad, de lo que hablaba ese episodio es de la independencia de Comey, alguien que la semana pasada desoyó los consejos de sus propios jefes en el Departamento de Justicia, quienes le advirtieron que la tradición es no comentar sobre las investigaciones en marcha y ser especialmente exquisito durante los sesenta días previos a cualquier elección, precisamente para no influir en el resultado. Su predecesor y mentor Eric Holder se dirigió ayer a él severamente en las páginas de opinión del 'Washington Post' para amonestarle por haber roto con una tradición de imparcialidad que "ni Edgard Hoover habría violado", añadió el autor de '1968 en América'.


Comey, que hasta el domingo no tuvo una orden judicial para analizar los correos electrónicos de Huma Abedin, se mantiene en silencio, pero dijo en su carta al Congreso sentirse obligado a comunicárselo porque durante las audiencias prometió reabrir la investigación si surgían nuevas pruebas. Ya se había saltado el protocolo en julio pasado al anunciar en conferencia de prensa, con lujo de detalles y opiniones personales, que no había pruebas para acusar a Clinton de haber puesto en peligro la seguridad nacional al utilizar un servidor privado, algo que Holder también le critica. "Esto es muy difícil de escribir para mí", admitió. "Es un hombre de honor e integridad al que respeto, pero los buenos hombres también cometen errores. En este caso, la serie de errores que ha cometido tienen potencialmente severas implicaciones".

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