EE. UU.

Estados Unidos se asoma al abismo de la austeridad

El Gobierno tiene sólo unas horas para conseguir un acuerdo que frene la entrada en vigor de los recortes automáticos del presupuesto.

Portavoz de la Casablanca, Jay Carney, en una rueda de prensa sobre el 'secuestro' presupuestario
EE.UU. se asoma al abismo de la austeridad
EFE

En el último minuto de la prórroga, Barack Obama se reunirá con los líderes del Congreso para intentar llegar a un acuerdo con el que evitar la entrada en vigor de una bomba de relojería que ellos mismos instalaron. Fue en agosto de 2011, cuando negociaban el techo de la deuda. Entonces aprobaron un paquete de recortes presupuestarios tan terrorífico que obligaría a los dirigentes de ambos partidos a negociar otros más sensatos. Año y medio después, la polarización política es tal que lo que antes parecía apocalíptico hoy resulta atractivo para la extrema derecha.


Los recortes automáticos conocidos en EE.UU. como 'el secuestro de presupuesto' tenían que entrar en vigor el jueves en la hora bruja, pero el miércoles la Casa Blanca reinterpretó la letra de la ley para decidir que puede ser en cualquier momento del día, no más tarde de las 23.59, hora de Washington, 6.00 del viernes en España.


Eso permite que cuando los líderes del Congreso entren en la Casa Blanca vean a sus pies el abismo económico de esta austeridad autoimpuesta. El miércoles todavía seguían con el juego del gato y el ratón que ha dominado este partido. Los demócratas trompeteaban el desastre que se avecina y culpaban a los republicanos de no haber aceptado un trato para evitarlos. "Cientos de miles de empleados civiles del Departamento de Defensa se quedarán sin trabajo en las próximas semanas y meses", vaticinó el líder del Senado Harry Reid. "Las familias y los negocios de todo el país también se enfrentarán al dolor que producirán los profundos recortes de programas que garantizan la calidad de la comida, la potabilidad del agua y la seguridad de nuestras fronteras".


A esas alturas Reid todavía esperaba un acuerdo el Senado, pero la ley que proponía dar a Obama autoridad para repartir los recortes fracasó por 38 a 62. De su parte tenía a un insospechado aliado, el estratega republicano Karl Rove, arquitecto de la victoria electoral de George W. Bush. Rove intentaba convencer a sus correligionarios de que de ese modo podrían culpar al presidente si los recortes no funcionan, pero su voz conservadora ha perdido fuerza ante el clamor de la extrema derecha, que ansía los tijeretazos. "Hemos encuestado a nuestros miembros y, por un margen mayor de 2 a 1, la mayoría apoya el 'secuestro' en lugar de una subida de impuestos", dijo en un comunicado la Asociación del Tea Party de Filadelfia.


En realidad nadie habla de subir los impuestos, sino de cerrar las lagunas legales que permiten a las grandes corporaciones y a los más acaudalados beneficiarse de un sinfín de deducciones. Hace sólo unos meses el propio portavoz del Congreso, John Boehner, apoyaba esa misma reforma fiscal, pero después de que aceptase subir los impuestos al 1% más acaudalado como parte del acuerdo para evitar el 'precipicio fiscal', su partido no está dispuesto a pasarle ningún otro desaire hacia los ricos. Boehner incluso ha sido amenazado con perder el título de portavoz de la Cámara de Representantes.


Caída del PIB

Sin acuerdo, todos los gastos ya definidos de cada departamento de Gobierno sufrirán un recorte automático hasta completar los 65.000 millones de euros que se rebajarán este año (900.000 millones a lo largo de toda la década). De ellos más de la mitad corresponden a Defensa, que encajará por sí solo más de la mitad de esas reducciones (35.000 millones de euros). La Oficina Presupuestaria del Congreso calcula que si todos tienen lugar -el Gobierno podría frenar su aplicación en cualquier momento con un acuerdo- el PIB de EE.UU. caerá seis décimas, por lo que el crecimiento económico del país pasará del 2% previsto al 1,4%. Eso causaría también este año la destrucción de 750.000 empleos, que se sumarían a los que se perdieron en la crisis de 2008.


Como siempre, los más afectados serán los más pobres. Y eso es precisamente lo que satisface a la ultraderecha, siempre incómoda con el gasto en beneficios sociales, que a su juicio sólo sirven para mantener a una panda de vagos. Las ayudas para nutrición sufrirán severos recortes que dejarán a entre 600.000 y 775.000 niños y embarazadas sin alimentación adecuada. 100.000 familias perderán sus ayudas para vivienda y 70.000 no podrán enviar a sus hijos a la guardería. Casi cuatro millones de parados de larga duración verán caer su subsidio un 11% y los colegios de todo el país tendrán que despedir a 10.000 profesores.


Todo eso no ocurrirá este viernes. Como recordó Obama el miércoles por la noche, cambiando su tono apocalíptico por uno más moderado, "no vamos a caer en el precipicio, sino que rodaremos hasta él", dijo. "Es concebible que en las primeras semanas o el primer mes mucha gente no note todo su impacto". Con eso cuenta la oposición para cobrarle el precio político de haber asustado al país para forzar un acuerdo. Y si la economía lo siente a largo plazo, también será él quien pague los platos rotos. De ahí que nadie espere un acuerdo de último minuto que conjure la crisis.