MUSEO

La historia de los glaciares y los hielos desaparecidos, en Senegüé

Senegüé es un pequeño pueblo del Alto Gállego, localizado muy cerca de Sabiñánigo. Quizás lo que muchos no sepan es que este caserío pirenaico se asienta justo encima de una 'morrena glaciar' en forma de arco, es decir, sobre una acumulación de materiales rocosos que hace miles de años fueron arrastrados y depositados por lo que fue una lengua glaciar de cerca de 25 kilómetros de longitud y más de 120 metros de espesor de hielo que descendía hasta los 890 metros. 

Todo esto y mucho más lo cuenta con precisión el Centro de Interpretación de los Glaciares de Senegüé, abierto todo el año en el espacio rehabilitado de la torre defensiva de los Baguer -del siglo XVI- y la antigua Casa de la Maestra. Sus contenidos e información resultan completos, didácticos y a la vez rigurosos científicamente, pues han sido realizados y coordinados por José Luis Peña, profesor de Geografía y Ordenación del Territorio de la Universidad de Zaragoza. Son informaciones válidas tanto para los profanos como para los simples amantes de la naturaleza, los montañeros e incluso para escolares o grupos de estudiantes de la universidad que deseen investigar más en la compleja historia geológica del Pirineo.

La visita se puede iniciar fuera, en la calle, donde unos bolos de piedra y un didáctico panel explican los distintos tipos de rocas que se encuentran en la zona, todos ellas fruto del arrastre del hielo en épocas pasadas y algunas de las cuales tienen su origen, su cantera, lejos de este fondo de valle: granitos, calizas marmóreas, areniscas y conglomerados del Permotrías, cuarcitas paleozoicas, esquistos, etc. Se trata en ocasiones de grandes bloques, y simplemente por su color o composición mineral es posible jugar a adivinar si la piedra en cuestión procede del entorno del balneario de Panticosa, de la montaña del Balaitús, del macizo de Anayet o quizás de la caliza Peña Telera.

Fases anteriores

Ya en el interior, el centro de interpretación aborda los tipos de glaciares que se pueden encontrar en el mundo, las formas de erosión glaciar, las fases frías en el Gállego, la deglación, los últimos supervivientes del Pirineo aragonés, las huellas de los hielos desaparecidos, las distintas formas de acumulación, la cartografía científica, el estudio geográfico de la cubeta de Oliván, los relieves de la Ribera de Biescas y un largo etcétera en el que se incluye también la naturaleza de esta parte alta del valle del río Gállego. Gracias a estas informaciones, además, se puede conocer como las lenguas glaciares con aspecto de autopistas de hielo tuvieron antes de la 'fase Senegüé' -hace 36.000 años- otras dos épocas previas de máximo esplendor gélido: la 'fase Aurín', hace 85.000 años, con hielos que alcanzaron la actual confluencia de los ríos Gállego y Aurín, y de los que no se conservan arcos morrénicos; y la 'fase Sabiñánigo', hace 156.000 años, cuando el hielo llegó hasta los montes Capitiellos.

A través de un convenio entre el Gobierno de Aragón y la comarca del Alto Gállego, el centro de los glaciares de Senegüé será potenciado para así divulgar mejor los valores ligados al glaciarismo en Aragón, ya que estos espacios naturales fueron protegidos en 1990 con la categoría de Monumento Natural, al ser consideradas las últimas masas de hielo presentes como un patrimonio natural escaso, significativo, frágil y de gran valor por su significado e interés científico y cultural.

Desde Senegüé merece la pena acercarse caminando por una pista que va hacia el río hasta la colina del arco de la morrena, donde hay un mirador y una mesa interpretativa con los nombres de los montes y el relieve. Más allá, camino de Lárrede, las aguas del Gállego se cruzan gracias a un atractivo puente colgante.

Para visitar el centro fuera del horario de fin de semana, hay que concertar la visita en el teléfono 699 07 46 24.

UNA de las aventuras pirenaicas más vibrantes fue, sin duda, cierto raid de los esposos Le Bondidier en 1905. Buscando los últimos rincones vírgenes de una cordillera cada vez más trillada, Louis y Margalida pasaron un mes viviendo en una tienda de campaña, con objeto de explorar las cumbres de los Bessiberris, los Montes Malditos o Posets. En buena medida, en el municipio de Benasque.

Como no podía ser de otro modo, el ojo atento de estos pirineístas serviría muy variadas observaciones. Así, en el curso de su ascensión al pico de las Tempestades, una actividad poco usual llamó la atención del grupo: la vertiente meridional del Aneto. Dados sus amurallamientos, se trataba del último lugar de la cadena donde aquellos galos se hubiesen esperado ver indicios de vida animal:

"Es un bello pico -reconoció Louis Le Bondidier-. La brecha de las Tempestades corta la cresta justo por debajo de nosotros. Muy próximo, el Aneto y sus franjas de nieve aparece rodeado de precipicios. Un ruido característico de piedras que ruedan con estruendo atrae repentinamente nuestra atención. Por el otro lado de la brecha, una manada de sarrios sin miedo se dedica a realizar la ascensión, poco banal, de la muralla Sur del Aneto. Con nuestros gritos enloquecen, pero el jefe de la banda, al estilo de sus antecesores Nariño o Cadier, tiene problemas para hallar su camino entre estos precipicios. Tantea un paso, lo deja, prueba otro. Observándolo con el catalejo, no nos perdemos nada de sus divertidos manejos: parece que lo podemos tocar con los dedos. Después de algunos saltos, duda, se recoge sobre sí mismo, calcula su impulso mientras que, por debajo, los demás se aprietan y se apelmazan, amontonados como los carneros en un rebaño. Con algún toque de cabeza, las atentas madres equilibran a veces a sus crías cuando éstas se resbalan?