MONEDA

Las ventajas y los muchos inconvenientes de un euro caro

La debilidad del dólar inquieta a las autoridades europeas. Puede retrasar la recuperación de la zona euro al poner en riesgo las exportaciones y las inversiones

EL euro rozó la pasada semana un cambio de 1,50 dólares. Tan favorable relación de canje recuerda los tiempos del 'give me two' -deme dos, en inglés- el apelativo con el que se conocía a los españoles que a finales de los ochenta y comienzos de la siguiente década, con el dólar a menos de 90 pesetas, acudían a las tiendas de ropa o electrónica de Nueva York para aprovechar las oportunidades y, al conocer los precios, duplicaban su pedido.


Hubo otras ocasiones de disfrutar de esta ventaja, marcada cada una de ellas por situaciones económicas muy diferentes. La recesión actual, con el miedo a perder el empleo, limita considerablemente el grupo de los potenciales beneficiarios. Pero tampoco nunca los vuelos transoceánicos estuvieron tan baratos y la crisis ha llevado al sector hotelero de la Gran Manzana a mantener atractivas promociones todo el año.


En el arranque de los noventa, tres devaluaciones sucesivas de la peseta entre septiembre de 1992 y mayo de 1993 dieron al traste con el turismo de compras en el área dólar... y con la economía española a la vez. Ya en fecha reciente, el euro se apuntó un máximo histórico de 1,604 dólares, pero ese hito coincidió con el crudo más caro de la historia, al dispararse a 147 dólares el barril de Brent a mediados de julio de 2008. EE. UU. atravesaba la crisis de las hipotecas 'basura' y, aunque la desaceleración se sentía en Europa, el Banco Central de la zona euro insistía en mantener altos los tipos de interés para combatir la inflación.


Dólar ¿moneda de reserva?


En la actualidad, la debilidad del 'billete verde' tiene, entre otras causas, el diferencial de tipos de interés -del 0% al 0,25% en Estados Unidos, el 1% en la zona euro-, y las gigantescas emisiones realizadas al otro lado del Atlántico para financiar la recuperación de una economía lastrada por un déficit récord: 1,42 billones de dólares en el ejercicio fiscal que concluyó el 30 de septiembre, el 10% del PIB y la cifra más elevada tras la II Guerra Mundial.


Por eso, los países emergentes y desarrollados (China, Japón, Rusia) ya ponen en cuestión el papel del dólar como moneda de reserva internacional y abogan por una cesta de monedas en la que participe el oro. De ahí la escalada de la onza del metal dorado por encima de los 1.000 dólares. Algunos exportadores de petróleo árabes han empezado a apostar por el euro. Pero China no dejará en ningún caso que el dólar se hunda: mantiene la mayor parte de sus reservas -2,27 billones de dólares, casi el 30% del total mundial- en billetes verdes.


Frente a la debilidad del dólar, la fortaleza del euro inquieta a las autoridades económicas europeas. La abordarán los ministros de Finanzas y el presidente del Banco Central Europeo en un encuentro que mantendrán mañana. La divisa común registra una fuerte y rápida revalorización -ha pasado de valer 1,253 dólares en marzo de este año a un máximo de 1,4969 el pasado jueves, aunque el cambio oficial quedó en 1,4896 al cierre del viernes- que puede comprometer la todavía incipiente y tambaleante recuperación económica de la zona.


La economía de los socios del euro ya sufre los primeros efectos. En agosto registró un déficit comercial de 4.000 millones de euros, frente al superávit de 12.300 millones del mes de julio.


Difíciles exportaciones


El euro caro pone difíciles las exportaciones a países del área dólar. España, es cierto, realiza entre un 60% y un 70% de su comercio en la moneda europea. Pero la fortaleza de su divisa recorta las ventas en el resto del mundo. Y la economía española confía en el resurgir de las exportaciones para volver al crecimiento. La situación abarata, eso sí, las compras de bienes importados que se pagan en dólares, tanto las que realizan las familias como las adquisiciones de las empresas de productos intermedios o ciertos bienes de equipo. Como contrapartida, los artículos locales aún se venden menos, porque parecen más caros.


Además, el euro fuerte ayuda a las empresas españolas en su internacionalización. Algunas adquisiciones se justifican en parte por la favorable relación de cambio. La repatriación de ganancias o dividendos adelgaza, por el contrario. En recesión, los destinos con moneda cara ahuyentan los pocos planes de expansión industrial que se pueden permitir las compañías, y España ya padece este efecto.


Es cierto que el dólar débil abarata la factura del petróleo, que se abona en la divisa norteamericana. Pero el precio final de los productos energéticos no registra totalmente esa ventaja, porque situaciones como la actual siempre van acompañadas de una escalada de la cotización del crudo. Los inversores que abandonan el dólar se vuelcan en los mercados de materias primas y les gusta especialmente el petrolero.


La oportunidad del 'deme dos' es la cara amable de euro reforzado. Los españoles encuentran auténticos chollos para desplazarse a Nueva York y volver con la maleta llena. Pero los destinos turísticos nacionales se resienten, no tanto de la ausencia de turistas norteamericanos, poco abundantes, como de la durísima competencia que el Caribe, República Dominicana y otras decenas de países presentan con sus ofertas en dólares.