OPEL

Angela Merkel, criticada en Alemania por su incondicional apoyo a Magna

"Los riesgos de esta operación recaerán en las espaldas de los contribuyentes", señalan

Angela Merkel, en un acto público ayer en Berlín.
Angela Merkel, criticada en Alemania por su incondicional apoyo a Magna
axel schmidt/afp

Cuando Angela Merkel compareció el jueves ante los medios de comunicación lo hacía con la convicción de que sus palabras desatarían la euforia en toda Alemania. Después de meses de un tira y afloja interminable, por fin podía presentar una solución para el rompecabezas de Opel: su candidata preferida, Magna, esa que priorizaba el mantenimiento del empleo en las plantas germanas, se haría con el 55% de la automotriz europea. Y ello en plena campaña electoral, justo cuando las encuestas comenzaban a cuestionar su deseada mayoría conservadora.

 

Sin embargo, la opinión pública alemana no ha reaccionado al acuerdo con el entusiasmo de su canciller. Lejos de recibir un elogio unánime, el Gobierno teutón está coleccionando críticas procedentes de muy diversos sectores. Una pregunta recorría ayer Alemania: "Opel parece salvada, ¿pero a qué precio?" titulaba el diario 'Bild', el más vendido de toda Europa.

 

Muchos medios de comunicación intentan cifrar con exactitud el coste para el contribuyente del apoyo gubernamental a Magna. A los 1.500 millones de euros ya concedidos en créditos-puente (que Berlín amenazaba con reclamar si GM no vendía Opel a la fabricante austriaco-canadiense), pueden sumarse otros 3.000 en potenciales avales. "La propuesta de Ripplewood era mucho más barata, exigía 1.300 millones menos, pero aquí los criterios económicos se han tirado por la borda", afirma el 'Frankfurter Allgemeine Zeitung', tradicionalmente cercano a la Unión Cristianodemócrata de Merkel.

 

Las dudas alcanzan incluso a los representantes del Estado alemán en la sociedad fiduciaria que gestionaba Opel desde mayo. De sus cuatro componentes, solo los dos portavoces de GM apoyaron el jueves la venta a Magna. Dirk Pfeil -delegado de los cuatro 'Länder' con fábricas de Opel- se abstuvo, y Manfred Wennemer -enviado por el Gobierno central alemán- se opuso frontalmente. Ambos, consumados especialistas en sanear empresas en riesgo, se sitúan en las antípodas del triunfalismo de Merkel.

Desconfianza

"Los enormes riesgos de esta operación recaerán en las espaldas de los contribuyentes", advirtió en tono crítico Wennemer, quien desconfía del mercado ruso como panacea salvadora de la nueva Opel. De la mano de su socio financiero, el banco ruso Sberbank, la austriaco-canadiense Magna pretende orientar la compañía hacia los países ex-soviéticos. Aún más crítico se muestra Pfeil: "Si hubiera sabido que la sociedad fiduciaria tomaba decisiones políticas, yo no habría participado", confiesa.

 

"El Gobierno apostó por Magna desde el principio", explica un editorial del 'Bild', "si GM hubiera decidido no vender, o hacerlo a otra compradora, hubiera supuesto un ridículo en plena campaña". Desde la oposición, el líder del partido liberal FDP no ha tardado en tildar el gesto de Merkel de "show electoral", mientras la cabeza de lista de Los Verdes se cuestiona si la "aparente salvación" de Opel no desvelará después de las elecciones generales del próximo 27 de septiembre su cara más amarga.

Algo parecido vislumbran los propios sindicatos germanos, grandes favorecidos por el acuerdo. "Van a sacar la motosierra con los recortes", alerta Armin Schild, de la central IG-Metall. Aunque los primeros borradores hablan de reducir en 3.000 los 25.000 puestos de trabajo germanos de Opel, muchos temen que al final la realidad de una empresa en números rojos desde hace tres ejercicios imponga una agenda mucho más agresiva.

Elogios a Figueruelas

Los otros 7.500 empleos que se prevé que serán recoprtados, hasta alcanzar un total de 10.500, desaparecerán en las siete plantas que Opel tiene fuera de Alemania, como Figueruelas, "la más rentable y productiva de Europa", según reconoce la versión digital del influyente semanario 'Der Spiegel'. En las factorías de Luton (Inglaterra) y Amberes (Bélgica), Magna contempla echar el cierre. Como respuesta, el Gobierno de Bélgica ha acusado de proteccionismo al Ejecutivo de Angela Merkel y exige a la Comisión Europea una investigación al respecto.