Heraldo del Campo

De enemigos a aliados para hacer frente a la plaga del taladro en los maizales de Aragón

Una investigación liderada por Tereos Iberia demuestra que el maíz convencional puede incrementar su presencia en el campo sin perder rendimiento, ayudado por el transgénico, que se convierte en ‘barrera natural’ ante la plaga de barrenadores.

Hubo un momento en el que era visible el rechazo a la convivencia entre maices transgénicos e isogénicos, que ahora una investigación convierte en aliados.
Hubo un momento en el que era visible el rechazo a la convivencia entre maices transgénicos e isogénicos, que ahora una investigación convierte en aliados.
Greenpeace

Parecían enemigos irreconciliables y su coexistencia se presentaba prácticamente imposible. Se han disputado terreno agrícola en una encarnizada lucha, que ha despertado los más airados debates entre los que defendían la necesidad de implantar variedades de maíz resistentes a una de las plagas más temidas en este cultivo y los que temían que su avance se convirtiera en la peor amenaza para la supervivencia de las variedades sin ningún tipo de modificación genética.

Hablamos del maíz transgénico (OGM) y del isogénico o convencional, que, aunque es cierto que llevan años conviviendo con una más pacífica relación en Aragón, se convierten ahora en aliados.

Lo hacen para hacer frente al taladro, una plaga endémica de los maizales del valle del Ebro causada por una oruga que hace honor a su nombre haciendo túneles en las mazorcas y los tallos de la planta de maíz para alimentarse, provocando importantes daños e incluso la muerte de las plantas. Y lo hacen de la mano de Tereos Iberia, la empresa aragonesa integrada ahora en el grupo francés Tereos que transforma anualmente unas 400.000 toneladas de maíz para la producción de almidones, glucosas y otros productos dirigidos a sectores esenciales como la alimentación humana y animal, la farmacia, la química verde o la fabricación de papel y cartón, que ha liderado un proyecto de investigación, de nombre Vatama, que ha demostrado la posibilidad de que el isogénico gane terreno al transgénico sin perjudicar al rendimiento y la calidad de este cultivo. Mientras, el OGM retrocede, pero sigue teniendo presencia decisiva porque se convierte en ‘herramienta amiga’ para mantener a raya a los también llamados barrenadores.

No es casualidad que haya sido esta industria, que nació en el corazón del barrio zaragozano del Picarral hace más 60 años con el nombre de Campo Ebro, la que haya impulsado esta iniciativa. El maíz es su única materia prima, pero debido al destino de su producción y a las exigencias de sus clientes, solo consume variedades isogénicas. Una provisión que se ha encontrado con serias dificultades, especialmente en aquellos momentos en los que el maíz MOM 810 o maíz Bt, el único modificado genéticamente cuyo cultivo esta permitido en la Unión Europea, comenzaba a hacerse mayoritario en tierras aragonesas.

El estudio da a alas al avance del maíz tradicional en la Comunidad, siempre en compañía (mucho más minoritaria que hasta ahora) del transgénico, pero acompañado también de medidas preventivas en forma de prácticas agrarias como las siembras tempranas, el uso de variedades de ciclo corto, las labores de vertedera y a lucha biológica.

Cuando a finales de los 90 los transgénicos comenzaron a llegar a los maizales del valle del Ebro como una solución para hacer frente a la plaga del taladro, la entonces Campo Ebro, que se abastecía de las producciones del cereal convencional de esta zona comenzó a ver mermada su capacidad de compra. Porque los OGM (organismos genéticamente modificados) entraron como un vendaval en Aragón –que se convirtió en la primera productora de maíz Bt de España e incluso de Europa–, ocupando casi el 75% de la superficie y relegando a poco más del 35% a los maíces sin manipulación genética. Hubo entonces quienes vaticinaron que los transgénicos terminarían aniquilando al maíz tradicional y se abrió el melón de un debate encendido, pasional y con posturas aparentemente irreconciliables entre los que hablaban de la necesidad de utilizar las nuevas variedades resistentes al taladro para poder disponer de cosecha y los que consideraban imposible la coexistencia y denunciaban peligrosas contaminaciones.

Trabajo en campo en el marco del proyecto Vatama.
Trabajo en campo en el marco del proyecto Vatama.
Tereos Iberia

El tiempo ha calmado los ánimos, ha desacelerado el avance de estos OGM, que ahora se reparten la superficie de cultivo al 50%, e incluso ha demostrado que la convivencia no solo es posible sino que además es recomendable.

Es este escenario en el que comienza a dar sus pasos en 2019 el proyecto Vatama (Valoración y aplicación de herramientas y estrategias no químicas para la prevención de la plaga del taladro en el cultivo del maíz no OGM), liderado por Tereos Iberia. "Nuestra idea era investigar para ayudar a dar mayor valor al trabajo de los agricultores en el campo y a la vez obtener un aprovisionamiento más localizado, más cercano", señala su director del Departamento de Materias Primas, Jorge Páramo. La empresa se puso manos a la obra. Contaba con expertos en el sector –su departamento de compras está formado por ingenieros agrónomos–, pero necesitaba investigadores. Los consiguió con la colaboración de la Fundación de Innovación y Transferencia Agroalimentaria de Aragón (FITA) –antes Campus Científico Tecnológico Aula Dei– y juntos crearon un grupo de trabajo que obtuvo la financiación de la Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación (Proyectos de I+D+i Retos Colaboración) y el Fondo Europeo de Desarrollo Rural (Feder).

Su objetivo era demostrar si el maíz isogénico podía ganar terreno al transgénico manteniendo a raya al taladro. "Cuando llegaron los OGM, la administración obligaba a los agricultores que querían cultivarlo a dedicar un 20% de su superficie con isogénico para evitar resistencias a la plaga. Lo que nos planteamos fue: ¿y si invertimos estos porcentajes. De esa manera, el transgénico se convertiría en una herramienta más en la lucha contra el taladro", explica Carlos Lapetra, jefe de compras del Departamento de Materias Primas de esta empresa.

Los ensayos se realizaron durante cuatro campañas (de 2018 a 2021) en fincas de varias localidades de Huesca (Sariñena, Candasnos, Torres de Alcanadre, Selgua y Monzón) y Zaragoza (Pinseque, Montañana, Gallur). Ycomenzaron centrados en técnicas para conocer el alcance de la plaga. Para ello se realizaron atrapamientos masivos de machos. "Descubrimos que realmente no hay una presencia muy elevada de taladro, lo que nos daba confianza para continuar ensayando el avance del isogénico", detalla Páramo.

Mosaico natural

De esta forma, relegando al máximo el cultivo de transgénicos, pero sin hacerlo desaparecer, se genera además un "mosaico natural" en el que maíz resistente a la oruga barrenadora actúa como "barrera natural" frente a la plaga, evitando –o al menos minimizando– los daños en las producciones isogénicas, que no pierden rendimiento y mucho menos calidad.

No basta, sin embargo, con generar este damero en el que los OGM y los que no lo son han dejado de ser enemigos para convertirse en aliados. Vatama ha permitido investigar en medidas preventivas y crear un manual de buenas prácticas "imprescindibles" para completar la lucha con este minúsculo enemigo.

Se aconseja la siembra temprana –siempre que las condiciones lo permitan– y la utilización de variedades de ciclo corto. Y se recomiendan ambas medidas porque la investigación, que ha permitido disponer de mayor conocimiento sobre la plaga, ha evidenciado que el momento más crítico se produce cuando aparece la segunda generación de larvas, por lo que "si entonces la planta está más madura y más fuerte resiste mejor el ataque que en un estado más precoz como en el que se encuentra si es fruto de una variedad de ciclo largo sembrada más tarde", detalla Lapetra.

Vatama constata que la gestión de los rastrojos, "en los que el taladro pasa el invierno", es una estrategia fiable para combatir la plaga. Los representantes de Tereos explican que para demostrarlo se ensayó con una labor de vertedera –un laboreo primario con volteo del suelo– que evidenció "una alta eficacia", pero también, "una baja practicidad". Porque, como añade Lapetra, en estos tiempos es complicado pedir a los agricultores que utilicen el arado. "En algunas comarcas no encuentras ni uno ni medio", asegura.

"Bicho contra bicho"

Existen fitosanitarios químicos para tratar la plaga. Pero esta batalla se puede librar también con lucha biológica, o como dice Lapetra, "bicho contra bicho". Para ello se utiliza (y los impulsores de Vatama así lo recomiendan) Bacillus thuringiensis (o Bt) una bacteria que habita en el suelo y que se utiliza como una alternativa biológica al plaguicida.

No es la única posibilidad. La investigación liderada por Tereos abordó también una innovación, la utilización de Trichogramma brasicae, una especie de avispas parasitoides que ponen sus huevos en la larva del taladro, la hospeda y la mata. "Hay empresas que crían estos bichitos, los encapsulan y los envían en condiciones de temperatura y humedad para que puedan ser utilizados en un plazo determinado", explica el responsable de Compras de Tereos. Dado que el maíz es un cultivo alto, los investigadores realizaron aplicaciones aéreas, para las que se utilizó un dron que dispersaba las bolitas con el parásito en el momento adecuado, guiándose por datos monitorizados.

Pero esta tecnología tienen sus inconvenientes y su eficacia, hoy por hoy, no es precisamente la deseada. "El problema es que hay dos tipos de taladro, Sesamia nonagrioides y Ostrinia nubilalis, y hasta ahora solo se ha conseguido disponer de la avispa que anima al segundo, pero en Aragón el predominante es el primero, con lo que no resulta eficaz", asegura Lapetra. Este ingeniero agrónomo reconoce, sin embargo, que esta "bonita experiencia" también ha aportado mucho conocimiento sobre la existencia de una empresa que produce este tipo de insectos, la logística necesaria para disponer de ellos, la operativa para realizar el tratamiento e incluso el comportamiento al aire libre de este tipo de aplicaciones, hasta ahora utilizadas casi exclusivamente en invernaderos.

Vatama ha dejado además otras enseñanzas. El proyecto, señalan Páramo y Lapetra, ha incrementado el saber que hasta ahora se tenía sobre la plaga. De hecho la investigación ha permitido confirmar y asociar la temporalidad de la biología y los ataques producidos por la plaga con la meteorología, o conocer la distribución espacial del taladro en relación a determinadas peculiaridades de las parcelas y las zonas reservorio. Se ha podido definir los momentos de mayor riesgo, así como la pérdida real de grano de la mazorca. Y, lo que es más importante, se ha conseguido concluir que el taladro no produce una merma de calidad nutricional del grano y no siempre está asociado a la producción de micotoxinas en el cereal, "uno de los grandes quebraderos de cabeza para Tereos", puntualiza su director de Materias Primas.

Medidas recomendadas para combatir la plaga

Calendario de 2024.
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Adelantar la siembra

Una de las armas para luchar contra el taladro es realizar siembras tempranas, eso sí, siempre que la temperatura del suelo sea superior a los 10º y el tempero lo permita. El objetivo que se persigue con esta práctica, explica Carlos Lapetra, jefe de compras del Departamento de Materias Primas de Tereos Iberia, es conseguir que la planta esté lo suficientemente fuerte como para hacer frente al segundo ataque de larvas de taladro, que "son las que dañan de forma importante las cañas y las mazorcas y producen importantes daños que merman el rendimiento del maíz". Hay otro matiz, que tiene que ver especialmente con costes y pérdidas. Si además de realizar la sementera en fechas anteriores a las habituales, se apuesta por aumentar la densidad de siembra se pueden conseguir mejores precios del grano al vender en septiembre y compensar así el más bajo rendimiento de la cosecha

La aplicación de la tecnología en el arado permite realizar labores de suelo más precisas.
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Arado de vertedera

En aquellas parcelas que han tenido incidencia «media-alta» de taladro en la campaña anterior se recomienda el uso del arado para realizar en invierno un laboreo primario con volteo. Se trata así de eliminar la población de larvas invernantes. "Esta práctica retrasa y reduce la plaga, sobre todo en el primera generación de la misma", detalla Lapreta, que recomienda no realizarla dos años consecutivos porque el suelo podría perder su estructura. Hay, sin embargo, añade el representante de Tereos, dos inconvenientes que el agricultor no puede perder de vista si opta por esta recomendación. El primero es la dificultad que supone el hecho de que el taladro de la especie Ostrinia nubilalis se hospeda en las plantas adventicias –aquellas que crecen en una parcela agrícola, normalmente de forma espontánea–, o en cultivos de maíz adyacentes. Y el segundo, que la vertedera podría eliminar parásitos eficaces para el control biológico de la plaga.

En la primera cosecha de maíz de 2017 se plantaron en Aragón 28.112 hectáreas genéticamente modificadas.
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Variedades de ciclo corto

Al igual que sucede con el adelanto de la siembra, la utilización de variedades de ciclos cortos de maíz (es decir que maduran en menor tiempo) es también una práctica que tiene como objetivo ofrecer la mayor resistencia a la segunda generación de larvas de los temidos barrenadores. Porque se ha comprobado que cuando las plantan alcanzan de forma temprana su madurez fisiológica, la segunda generación de taladros no producen tantos daños en los rendimientos del cultivo. No se puede realizar esta recomendación en todos los casos. Solo "siempre y cuando sea posible y teniendo en cuenta las recomendaciones de Genvce (Grupo para la Evaluación de Nuevas Variedades de Cultivos Extensivos en España)", recuerdan desde Tereos Iberia. Es cierto, además, que los ciclos cortos tienen menor producción, pero esta merma se compensa, señalan, con un ahorro en los inputs asociados

trichogramma
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Lucha biológica

Consiste en utilizar organismos vivos o su comportamiento natural para impedir o reducir los daños causados a los cultivos por plagas. Es la lucha de bicho contra bicho. Para maíces rastrojeros (de segunda cosecha) ya está demostrada la eficacia de un producto biológico a base de la bacteria Bacillus thuringiensis que se pulveriza sobre las hojas de las plantas –siguiendo siempre las instrucciones del registro de fitosanitarios del Ministerio de Agricultura– en el momento de la aparición de las primeras larvas neonatas del taladro.
El proyecto Vatama ha incluido además un ensayo de lucha biológica utilizando la avispa Trichogramma brassicae, un parásito de la especie de taladro Ostrinia nubilalis, que se ha liberado utilizando drones en fincas infestadas de esta plaga. Una "práctica innovadora", reconocen sus impulsores, que, sin embargo, "no ha demostrado todavía una eficacia clara en el control del taladro". 

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