John Pye, una empresa con filial en Aragón y una subasta de risas

El fundador de la firma británica que abrió en junio una sede en Bisimbre recoge en un libro anécdotas vividas durante su trayectoria.

Portada del libro de John Pye.
Caricatura de John Pye en la portada de su libro.
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La empresa. John Pye creó en 1968 con su esposa Ann una casa de subastas que con los años se ha convertido en una gran empresa, un referente en los suyo en el Reino Unido. Con una veintena de ubicaciones que superan el millón de metros cuadrados en Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte y una plantilla de más de 600 empleados, vende más de 200.000 lotes al mes de todo tipo de productos, desde bienes inmuebles hasta vehículos, pasando por artículos de lujo, tecnología, electrodomésticos, juguetes o mobiliario para todas las estancias de la casa. Fue pionera en pasar desde el modelo tradicional de subasta en vivo hacia la subasta ‘online’ cronometrada en 2008. La compañía, que se denomina ahora John Pye & Sons, facturó el año pasado en el Reino Unido más de 105 millones de euros.

La expansión. La positiva evolución del negocio con el empuje de su fundador y ya con la siguiente generación al frente llevó a John Pye Auctions planear su expansión a Europa continental. Su primer paso ha sido instalarse en España, en concreto en Aragón, con el objetivo de atender desde aquí -con un almacén en Bisimbre- el mercado español y evitar así los elevados costes logísticos desde Inglaterra, que han crecido desde la materialización del ‘brexit’. Para la compañía, se trata de «un paso adelante enorme», según su director general, Adam Pye, hijo del fundador. «Instalarnos en España es un movimiento histórico para nuestra empresa; queríamos dar el salto a la Europa continental y haberlo logrado es un hito increíble para nuestro negocio, nuestros clientes y todo nuestro equipo», dijo. El almacén ubicado en la localidad zaragozana, de 156.000 metros cuadrados y cuyo responsable es Toby Moore, se puso en marcha el pasado mes de junio tras una inversión de más de 9 millones de euros. De esa manera, la firma de subastas británica empieza a a tener algo de ‘alma’ aragonesa, que con los años dará mucho de sí.

El libro. En el encuentro con la prensa para presentar el proyecto español de John Pye Auctions se hizo entrega a algunos de los visitantes un singular libro escrito por el fundador de la compañía titulado ‘An auction of laughs’ (Una subasta de risas). Se trata de un compendio de todo tipo de anécdotas vividas por el emprendedor de Nottingham a lo largo de su extensa trayectoria. Burros muertos, caballos medio ciegos, cabras poco fiables, muebles diversos que esconden sorpresas, sillas con mordiscos, baños singulares... «El subastero John Pye ha visto de todo en su increíble vida laboral», se indica en la contraportada del libro, escrito como no podía ser de otra manera con toques de ese humor inglés tan singular que a veces no entiende todo el mundo.

Animales. La publicación cuenta con muchas historias protagonizadas por animales. En una de ellas, Pye cuenta cómo se le ofreció para una subasta un caballo que, según el vendedor, se había hecho daño en un ojo el día anterior de modo imprevisto, pero que en su afán por ser puntual y fiel a sus compromiso le puso un parche y lo llevó al sitio al que acudirían los compradores. Una vez adquirido, se descubrió que el equino en realidad nunca había tenido ese ojo, así que la venta fue cancelada y hubo que devolver el dinero al comprador. En otra historia se narra lo difícil que fue descubrir por qué un escritorio desprendía de vez en cuando un olor insoportable, a pesar de que aparentemente estaba en buenas condiciones. Al final se dieron cuenta de que había una rata muerta escondida en los recovecos de uno de los cajones y que solo cuando este se abría se percibía el nauseabundo aroma.

Equivocaciones y sonrojos. Una de las cosas que más me gustan del libro de John Pye es su capacidad para reconocer errores cometidos, su sinceridad al hablar de muchas de sus equivocaciones, lo que no suele ser demasiado habitual en las narraciones de los directivos de grupos empresariales. El experto en subastas reseña cómo en una ocasión fue a una fábrica en la que había un cuarto de baño para caballeros con varios inodoros, uno de los cuales estaba situado más abajo. Comentaba él esa curiosidad, recalcando las facilidades que «un muchacho pequeño» tendría si fuera al baño. De repente, a este entró un enano (‘a dwarf’), apunta. El hombre de corta estatura era el dueño de la compañía.

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