sequía

Las lluvias dan un leve respiro al campo aragonés, pero no arreglan el desastre en el cereal de secano

Las precipitaciones de las últimas semanas mejoran algunos cultivos de cebaday avenas tardías y propician una buena nascencia en el girasol.

Las ultimas lluvias han mejorado las cebadas y avenas más tardías.
Las ultimas lluvias han mejorado las cebadas y avenas más tardías.
M. G.

Es cierto que nunca llueve a gusto de todos, pero en esta ocasión todos los agricultores y ganaderos dan la bienvenida a las precipitaciones que están regando el campo estas últimas semanas aunque no todos los cultivos, fuertemente afectados por una extrema sequía, podrán beneficiarse de tan ansiada agua.

Llegan tarde para las producciones de cereal en los secanos más áridos, especialmente en el valle del Ebro, donde la producción ha quedado prácticamente arrasada por la ausencia de lluvias y las altas temperaturas. Aún más, en aquellas zonas en las que ya había comenzado la recolección de lo que poco que había conseguido salvarse, el agua solo contribuirá a retrasar la cosecha.

Suponen, sin embargo, un respiro para los herbáceos de invierno que están situados en las zonas más altas y frescas, donde, según señalan las organizaciones agrarias, no solo las precipitaciones son de gran ayuda sino también el descenso de las temperaturas de los últimos días.

"En las cebadas más tempranas el agua ha permitido que los pocos granos que habían salido se hinchen más y pesen más. Es poca la diferencia pero al menos eso da kilos". Lo explica Marcos Garcés, agricultor de Bañón (Teruel) y miembro de la organización agraria UAGA, que destaca que también se ha mejorado la situación de algunos trigos que nisiquiera iban a cosecharse por falta de producción.

Mejor cara presentan las cebadas y avenas tardías. Aquellas que se plantaron en enero estaban ya muy claras y con un escaso ahijado (que determina la capacidad productiva de la planta) porque justo desde entonces no había caído ni una gota de agua. Sin embargo, han agradecido las lluvias de mayo completando el ciclo "y están saliendo espigas y granos", añade el agricultor turolense.

Eso no significa, recuerdan desde el sector, que las precipitaciones hayan dado la vuelta a la "catastrófica situación» en la que se encuentran los cereales de invierno en Aragón, en los que, según los cálculos de UAGA y Asaja, se perderán más de un millón de toneladas. "Tendremos que dar parte de sequía de todas maneras, pero algo está ayudando", añade Garcés.

Insiste el agricultor turolense en que, en cualquier caso, el agua caída del cielo estos días es "importantísima" no solo para el campo, sino también para ir recuperando acuíferos e incluso para que se reverdezcan los pastos. Advierte, sin embargo, que "hay producciones que van a tener poco remedio, porque estaban quemadas y muy resecas desde hace ya muchos días». En este caso, recuerdan los organizaciones agrarias, el problema está en que habrá que retrasar la recolección, lo que favorecerá la aparición de hierbas, que al cosechar dan mayor humedad al grano. Como además el cultivo está más claro y se parte con más facilidad, el retraso de la entrada de las cosechadoras en el campo resulta un riesgo, porque "cualquier lluvia fuerte hará que las pocas espigas que han salido terminen en el suelo", matiza Garcés.

Buena nascencia en el girasol

Como agua de mayo han recibido las siembras de girasol las últimas precipitaciones, porque para este cultivo son muy importantes las lluvias primaverales. Las caídas el pasado mes humedecieron una tierra que estaba "sequísima", señala el agricultor de Bañón, por lo que el cultivo podrá tener así una buena nascencia, que es imprescindible para el correcto desarrollo posterior. "El año pasado fue al revés, veníamos de una primavera lluviosa y en el momento en que habíamos sembrado llegó el calor y el girasol nació muy mal, porque con altas temperaturas la humedad del suelo se convierte en una costra que la planta no puede romper", puntualiza.

Los productores de uva, fruta, almendro y olivar también respiran un poco más aliviados. Las lluvias han permitido reducir, aunque sea un poco, el estrés hídrico que sufrían los árboles, que están aguantando la sequía a duras penas. Porque en el caso de los leñosos, como explican las organizaciones agrarias, los efectos de la falta de agua tardan más tiempo en hacerse evidentes, pero cuando lo son la pérdida es muy superior ya que el árbol se seca y hay que reemplazarlo, lo que obliga a esperar hasta cuatro o cinco años para tener producción.

Y aunque no se dejaran sentir excesivamente en el volumen de reservas acumuladas en los embalses, estas lluvias están siendo muy bienvenidas entre los ganaderos de extensivo. "El pasto renacerá un poco», señala Garcés, que reconoce que algo ayudará a la complicada situación que atraviesa este sector "por la escasa cosecha, la falta de forraje y pasto y los piensos a precio de oro».

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