Heraldo del Campo

Cuidar los árboles para ver el bosque

Un proyecto del CITA analiza el impacto de determinadas prácticas de gestión forestal orientadas a mejorar la salud de los encinares frente al cambio climático y su papel en la gestión del CO2.

Una de las estaciones de monitorización de datos utilizadas.
Una de las estaciones de monitorización de datos utilizadas.
CITA

Según datos del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA) la superficie arbolada en la Comunidad ha crecido en torno a un 30% en las últimas décadas, debido, principalmente al éxodo rural y al abandono de tierras agrícolas, que han favorecido la extensión del bosque. El principal protagonista de este crecimiento es la encina. Los encinares son las formaciones forestales más extensas en España, pero también, la encina es la especie arbórea que más ha sufrido problemas como la defoliación y la mortalidad.

La sequía es la principal causa de esta mortalidad y parece haber evidencias científicas de que la práctica del resalveo forestal podría revertir esta situación. “Esta práctica consiste en la eliminación progresiva de rebrotes para mantener solamente los más vigorosos en cada árbol. Así se reduce la alta densidad de rebrotes de la encina, que limita el crecimiento”, explica Ana López Ballesteros, investigadora del Departamento de Sistemas Agrícolas, Forestales y Medio Ambiente del CITA.

Con el objetivo de verificar esta hipótesis y de analizar el efecto de esa práctica en el secuestro de dióxido de carbono, el Centro acaba de poner en marcha el proyecto 'Prácticas de manejo efectivas para aumentar el secuestro de carbono y la adaptación al cambio climático de los bosques de quercineas españoles (Manage4future)'. La propia López Ballesteros lidera esta iniciativa, cuyo equipo está compuesto por los investigadores del CITA Juan Pedro Ferrio (Araid), Eustaquio Gil, José Javier Peguero, David Alonso, Domingo Sancho y Rubén Martín, además de investigadores de las universidades de Zaragoza, Valencia y Granada y del Instituto Carlos III de Madrid.

Para ello, se van a instalar dos estaciones de monitorización de flujos de dióxido de carbono, de vapor de agua y de energía que formarán parte de la red global Fluxenet, dedicada a la agrupación de datos procedentes de investigaciones científicas en materia de sistemas terrestres.

Y es que, si bien “la comunidad científica estima que la biosfera terrestre es capaz de absorber un tercio de las emisiones asociadas a la actividad humana, la mayor intensidad y duración de las sequías y las olas de calor ligadas al cambio climático están ejerciendo un efecto negativo en nuestros bosques provocando una disminución en su capacidad como sumideros naturales de carbono. Por tanto, la concentración de CO2 atmosférico podría aumentar a un ritmo más acelerado que el actual, aun cuando las emisiones fueran las mismas”, apunta López Ballesteros.

Si frente al aumento del dióxido de carbono atmosférico y el cambio climático asociado, se está proponiendo a nivel global que una solución es plantar más árboles, esto, para Ana López Ballesteros, “en el caso de España, esto no parece tener mucha lógica, ya que la superficie forestal está creciendo y sin embargo vemos que hay masas forestales que están sufriendo las consecuencias de una mayor intensidad y duración de las sequías y las olas de calor, y este año ha sido un claro ejemplo. En este caso, la gestión forestal debería concentrar sus esfuerzos en ayudar a nuestros bosques a adaptarse mejor al cambio climático y, por tanto, mantener su capacidad como sumideros de carbono”.

Además de proteger los árboles y de favorecer el secuestro de dióxido de carbono, esta iniciativa también persigue la reactivación de la economía rural ligada a masas forestales actualmente infravaloradas en una de las regiones más despobladas de Europa. Aparte de los puestos de trabajo derivados de la práctica forestal, el resalveo forestal puede dar lugar a productos que actualmente tienen un valor comercial creciente, como los pellets o el biochar, así como promover el desarrollo de hongos particularmente relevantes en la zona en la que se va realizar el estudio dado el creciente valor de la trufa negra y el auge del micoturismo.

El presupuesto total de este proyecto, que tiene una duración de dos años, es de 212.750 euros, de los que se destinan 180.000 a su ejecución. Una parte importante es para costear diversos equipos que se instalarán en las estaciones, y otra es para contratar personal técnico que se encargue del mantenimiento de la instalación. Está financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y por los fondos Next GenerationEU de la Unión Europea.

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