Inversión extranjera
La economía aragonesa no sería lo que es hoy sin la decisiva aportación de empresas de capital extranjero. La industria, una de sus grandes fortalezas, tiene en multinacionales como Opel, hoy integrada en el grupo Stellantis, o BSH, que incluye a la marca Balay, dos potentes impulsores de actividades que generan una parte importante de nuestro producto interior bruto (PIB). Aragón es referente en automoción y en electrodomésticos con el concurso de estas dos compañías y el efecto arrastre que provocan, con otras muchas empresas proveedoras de piezas para sus vehículos o sus aparatos creando riqueza y un buen número de puestos de trabajo.
En esta Comunidad hay otros grandes grupos extranjeros con filiales locales en los sectores mencionados y en otros, algunos de ellos con crecimientos notables por su actividad en Zaragoza, Huesca y Teruel. Su arraigo con la tierra no es el mismo que el de una empresa familiar y siempre existe el riesgo de deslocalización: sin ir más lejos, Schindler se llevó hace poco de aquí su producción de años, y PSA amenazó con llevarse la fabricación del Corsa a otro sitio en 2018 si no había acuerdo de convenio con los sindicatos, como recordó hace unos días la consejera Marta Gastón. Pese a ello, nadie dudará de los beneficios que tiene entre nosotros la difusión de culturas de empresa distintas y lo que eso nos enriquece.
La idoneidad de Aragón como destino de inversiones extranjeras está probada. Envidiable localización geográfica, talento al alcance con sus universidades, paz social garantizada por las buenas relaciones entre empresarios y sindicatos... En fechas recientes hemos constatado, de hecho, noticias vinculadas a la instalación de Amazon en diferentes puntos de nuestra geografía y a nuevas inversiones en Zaragoza de la estadounidense Becton Dickinson, fabricante de jeringuillas, y de la farmacéutica israelí Teva.
En 2020, sin embargo, la Comunidad se fue prácticamente de vacío. La inyección de capital extranjero apenas llegó a los 23 millones de euros, un 77,86% menos que el ejercicio anterior y solo un 0,1% de la suma total de inversiones de empresas foráneas en España. Aragón se quedó en el furgón de cola en este renglón, como apuntó el pasado viernes en las Cortes la diputada de Vox Marta Fernández, que preguntaba al Gobierno de Javier Lambán qué había pasado.
Marta Gastón, titular de Economía, respondió que la tarea del Ejecutivo autonómico «va a continuar siendo captar inversiones» y que las empresas de capital foráneo emplean en Aragón a más de 50.000 personas. Sobre el dato recogido por la representante de Vox, dijo que se refieren al Registro de Inversiones, que no computa todas y las localiza en función de dónde tienen la sede las empresas extranjeras, que suele ser en Madrid y Cataluña, un argumento de defensa insuficiente si tenemos en cuenta que frente a los 23 millones contabilizados en Aragón están no solo los 17.910 millones de Madrid y los 2.967 millones de Cataluña, sino también los 858 millones del País Vasco, los 770 millones de Andalucía, los 324 millones de la Comunidad Valenciana, los 234 millones de Extremadura o los 182 millones de Murcia o los 120 millones de Navarra.
Bien sabe la responsable política socialista de la importancia de atar acuerdos para cerrar importantes desembarcos de firmas de fuera (como Amazon) o para mantener algo tan crucial para nuestra economía como la producción del Corsa («No sabes lo que tienes hasta que ves el riesgo de perderlo», dijo en un foro reciente de Mobility City en referencia a la tensión interna vivida en la planta de Figueruelas en 2018). Por ello será consciente, como lo es Arturo Aliaga en la consejería de Industria, de facilitar siempre la instalación de nuevas empresas entre nosotros. De capital extranjero, por supuesto, pero también del nacional.
