Economía donut

Vivimos en un mundo dinámico. Por eso hay que cambiar la visión tradicional sobre los modelos económicos. Cada vez hay más empresas que abandonan la obsesión por crecer indefinidamente y se plantean cómo pueden hacer las cosas mejor.

Economía donut
Economía donut
H. S.

Freud sostenía que los chistes, además de hacer reír, revelan verdades ocultas de la vida social. Por eso, en un mundo sobreexpuesto ‘a lo económico’, conviene reparar en algunas bromas economicistas aunque solo sea para que sirvan como una farola sirve a un borracho: más para apoyarse que para iluminarle.

Una década después del inicio de la más grave crisis desde la Gran Recesión, se pueden identificar varios papeles interpretados por los malos economistas (también los hay muy buenos) en este periodo. Así, los ha habido muy despistados, tipo descubridor transoceánico: "¿Por qué Colón fue el primer economista? Porque cuando salió del puerto para descubrir América ignoraba a dónde iba; cuando llegó, ignoraba dónde estaba y, además, lo hizo todo con una beca del ministerio". No obstante, los gurús más célebres han sido esos que se han encumbrado con la afirmación tajante de que ellos ya vieron venir la crisis antes de 2007. "Los economistas han previsto nueve de las últimas cinco recesiones". Lo cierto es que hay estudios que demuestran que de las 134 crisis habidas entre 1991 y 2001, el FMI solo predijo 15. Por eso, se dice que un economista es un experto que sabrá mañana por qué las cosas que predijo ayer no han sucedido hoy.

En verdad, los hechos demuestran que fueron incapaces de predecir el colapso financiero que ha sacudido los cimientos de nuestras sociedades. Sus obsoletas teorías sostienen un mundo en el que persiste la pobreza extrema mientras la riqueza de los superricos aumenta año tras año. Y sus ineficiencias han desembocado en políticas que están degradando el medio ambiente aceleradamente. Los mercados financieros son hoy los dueños del sistema y en el territorio bursátil el beneficio sigue siendo el rey. El impacto en el planeta y las personas queda fuera de la ecuación de rentabilidad.

Por eso resulta muy útil la aparición de nuevas teorías, como la de Kate Raworth, que propone que la economía del siglo XXI tenga la figura de un donut. La imagen clásica del progreso económico tiene forma de línea ascendente e infinita, la del PIB. Es la representación simple de un modelo que se basa en un único objetivo: el crecimiento continuo de la renta que, aunque pueda ser suicida para el planeta, se ha convertido en la panacea para todos los males, desde el paro a la lucha de clases. Sin embargo, esta profesora de Oxford la sustituye por un círculo doble que refleja un sistema justo para las personas y para la naturaleza. En el agujero de este donut alternativo están las carencias de quienes no disponen de lo básico para vivir (agua, salud, empleo, educación, igualdad...); en el exterior del donut figuran las limitaciones del planeta (contaminación atmosférica, cambio climático, pérdida de biodiversidad...). Entre la pobreza del agujero interior y la amenaza para el planeta de su exterior, está la masa del donut, la parte más dulce y jugosa, la zona óptima, socialmente justa y ecológicamente segura. El objetivo es situar ahí a toda la humanidad.

Siempre hemos utilizado metáforas visuales para explicar nuestro mundo. George Lakoff mostró cómo los marcos verbales condicionan el debate político. Y lo que ocurre con las palabras aún sucede más eficazmente con las imágenes. No podremos vislumbrar un futuro mejor si antes no visualizamos bien el presente. Por eso, el donut de Kate Raworth es muy útil para ver de otra manera la economía del siglo XXI. Y así lo han apreciado ya foros tan relevantes como la ONU o el de Davos.

Estas nuevas interpretaciones del sistema económico liberal pugnan con la visión tradicional. Esa de la que se sirvieron quienes justificaron que las famosas ‘hipotecas subprime’ eran un negocio redondo y, sin embargo, acabaron por generar una de las peores crisis del último siglo. Estos magos financieros, que aún tienen sus despachos en Wall Street y la City londinense, han dado lugar a chistes muy reveladores: "¿Por qué los tiburones no atacan a los economistas? Respuesta: Por cortesía profesional".