La cereza de Calatayud y del Aranda ya tiene calidad... y ahora quiere marca

El grupo de cooperación, impulsado por productores y operadores de ambas comarcas aragonesas, presenta en FIMA el trabajo realizado para poner en valor las cualidades de su fruto.

Los impulsores del proyecto explican los avances en FIMA
Los impulsores del proyecto explican los avances en FIMA
Heraldo.es

Ocupa más de 3.000 hectáreas repartidas en 20 municipios de las comarcas aragonesas de Calatayud y el Aragón. Sus cultivos llegan a producir unos 20 millones de kilos al año. Es la zona productora de cereza más grande de Aragón y una de las principales de España. Y sus cualidades orográficas, sus tierras de secano, su extremo clima y una tradición que se remonta a finales del siglo XIX confiere a sus cultivos unas cualidades “difícilmente de igualar en otras zonas productoras”. Esta tarjeta de presentación es la que ahora quieren “poner en valor” los productores y operadores de la zona, que han unido fuerzas en un proyecto de cooperación, que cuenta con fondos europeos y del Gobierno de Aragón a través del Plan de Desarrollo Rural, que tiene como meta final la consecución de una marca de calidad.

Los impulsores del proyecto, la Asociación para el Desarrollo Rural Integral de la Comunidad de Calatayud y Comarca del Aranda y la Sociedad Agraria de Transformación Niño Jesús de Aniñón, en el que colaboran las comarcas de Calatayud y del Aranda, UAGA, la Sociedad de Transforamción Vallevicort, el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA) y el Centro de Transferencia Agroalimentaria han elegido hoy el marco de la Feria Internacional de Maquinaria Agrícola (FIMA) para detallar la evolución de esta iniciativa que comenzó el pasado año y se prolongará hasta 2019 y que tiene como objetivo incrementar la producción y conseguir el reconocimiento de la calidad que aporta el origen del producto. “Ha tenido muy buena acogida”, destacó el presidente de la ADRI Calatayud Aranda, José Ignacio Gállego, que adelantó que por el momento ya se han adherido 53 agricultores y operadores que suponen más del 40% de la producción total de la zona. “Y estamos seguros que continuaremos creciendo”, añadió Gállego, que adelantó que este tipo de iniciativas podría extenderse en un futuro a manzanas y peras.

Para ello y en la fase final del proyecto se elaborará una carta de calidad, que recogerá unos parámetros genéricos -calidad ambiental, social y económica-, cada vez más importantes para los mercados internacionales. “Prueba de ello es que una cooperativa nos contaba el otro día que un cliente alemán le ha pedido las nóminas de los trabajadores para comprobar que los hombres y las mujeres tienen el mismo salario”, ha señalado Pablo Barcelona, gerente de la ADRI de Calatayud. Pero esa carta incluirá además los parámetros específicos, que detallarán las cualidades del fruto en cuanto a concentración de sólidos solubles, dureza, acidez, peso, calibre color y índice de maduración.

Es en este punto en el que han estado trabajando los responsables del proyecto, que han realizado numerosos análisis a más de 100 muestras de cinco variedades cultivadas en la zona para comparar sus cualidades con esas mismas variedades producidas en otras comarcas del territorio aragonés e incluso en tierras de otras Comunidades autónomas. “Los resultados son muy satisfactorios y han demostrado que las tierras de secano, el clima de la zona y la altitud a la que se encuentran los cultivos confieren valores de calidad superiores a las cerezas de Calatayud y el Aranda”, ha detallado Javier Rodrigo, jefe de la Unidad de Hortofruticultura del CITA.

Queda trabajo por hacer. Se prevé completar las muestras y los controles, aumentar los análisis de las variedades y detallar los requisitos que tendrán que cumplir los productores para que sus cerezas puedan lucir por los mercados la futura marca de calidad. Incluso se prevé, ha añadido Rodrigo, analizar variedades, de origen extranjero, que no se cultivan en estas comarcas pero que podrían “ser muy interesantes en un futuro porque podrían permitir obtener cereza hasta un mes más tarde de los que las producciones actuales permiten”.

Los impulsores del producto caminan hacia la consecución de la marca, pero la meta no se queda ahí. Será necesario después que los agricultores y operadores unan fuerzas (y recursos económico) para tomar las riendas del proyecto que quiere llegar hasta Bruselas y conseguir el reconocimiento como Indicación Geográfica Protegida (IGP). Si se decantan por estas siglas es, ha detallado Francisco Ponce, fruticultor y representante del sector en UAGA, es porque “está más ligada al territorio, tiene menos burocracia y los mercados exteriores la perciben más ligada al origen y más cercana al agricultor”.

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