REAL ZARAGOZA 1 SEVILLA 2

Una injusta condena

El Real Zaragoza pierde el partido frente al Sevilla en la última jugada del encuentro

Edmilson se levanta por encima de la defensa del Sevilla, pero no logra rematar a puerta.
Una injusta condena
JOSé MIGUEL MARCO

Unas veces, el fútbol da. Otras, quita. Ayer, en La Romareda, tocó lo segundo. El Real Zaragoza empujó lo suyo durante la segunda mitad para que el partido disputado frente al Sevilla cayera de su lado; pero un grave error de Jarosik en el último lance del encuentro le impuso la pena de la derrota, una injusta condena, excesiva según se puso el discurrir de ese segundo periodo y se hace una consideración global. Negredo anotó y La Romareda enmudeció, en un silencio atroz, tremendo, como si hubiera saltado por los aires el último de los asideros. En esa jugada no sólo falló el seguro más fiable, sino que erró quien ha dado muestras suficientes en esta tribulación de poseer un nivel personal superior a las circunstancias.Pocas veces será el fútbol tan severo. En ese instante castigó a un equipo necesitado que había hecho lo suficiente para vencer y a un futbolista contra el que, por lo general, no caben acusaciones. Hasta la pieza más segura se observa hoy con cierto recelo, bajo la sospecha de que puede condicionar el rendimiento o el resultado final de la maquinaria entera.

El golpe lo acusó todo el mundo: el aficionado, el cuerpo técnico, los jugadores y el propio Jarosik, que pidió perdón al entrenador y a los compañeros.

Se puso la tarde triste y negra, con el ambiente característico de las jornadas de decisiones traumáticas. Sin embargo, Agapito no se lanzó por el camino de un cambio de rumbo. Quiso desplegar un mensaje de tranquilidad, si ésta es posible después de haber sumado una sola victoria tras once jornadas de Liga. El Zaragoza vuelve a hundirse en el fondo de la tabla, como último clasificado.

Sus armas futbolísticas siguen siendo las conocidas en este equipo, en todo caso escasas, insuficientes si se atiende a la trayectoria que se está dibujando y a las perspectivas que se adivinan. El equipo basa sus reacciones en un empeño conmovedor, en el corazón, en la fuerza del coraje o del orgullo propio. Si durante la segunda mitad del partido de ayer mereció doblegar al Sevilla, fue precisamente por eso, porque tuvo fe, porque miró de frente al destino, porque no se escondió y dijo que estaba dispuesto a morir con el pecho descubierto y la cabeza alta.

Gay y Nayim mandaron a paseo el sistema ultraconservador con el que partieron, con ocho futbolistas de corte defensivo en el campo, y decidieron quemar las naves con más poder ofensivo y una disposición táctica más abierta: un 4-4-2. Introdujeron en el escenario a Bertolo y Marco Pérez en lugar de Ponzio y Lanzaro. Luego, también saltó al campo Boutahar, retirándose Contini. Con esa apuesta, el equipo llegó a la portería de Javi Varas, cosa que no hizo durante toda la primera mitad, y despertó el ánimo de la grada.

El argentino Bertolo amenazó pronto, de cabeza. Al poco, marcó a la salida de un corner. Igualó así el marcador, inaugurado por Luis Fabiano en el primer tiempo. Braulio tuvo en sus botas el balón que pudo dar la victoria que se pretendió con ahínco y Marco Pérez llegó tarde o mal al tren de ese triunfo, tras un buen pase metido al corazón del área. El destino, sin embargo, tenía preparado un final trágico y desconsiderado. La victoria iba a ser para el Sevilla con gol de Negredo.