REAL ZARAGOZA

Un año sin unir dos victorias

El Zaragoza busca repetir la fórmula del último ascenso: subirse al tren de cabeza tras un comienzo dudoso. Para ello deberá romper un maleficio que nació el 30 octubre de 2007.

Las cuatro primeras jornadas de la temporada han comprimido de tal manera la clasificación que pronto se ha puesto de relieve la naturaleza de la nueva categoría. En Segunda, las victorias son lingotes de oro. Mandan la igualdad, la equis en la quiniela y el sudor en el pañuelo. Por eso, en Segunda, aunque quizá sean unos pocos los que puedan descender, sí sean varios los que pueden subir. Es abierta e impredecible, y con forma de tobogán: la cabeza muta los huéspedes y las diferencias prácticamente cada vez que se parpadea.


De momento, han bastado cuatro jornadas para que quince equipos se agolpen en un pañuelo de tres puntos. Desde el Hércules, líder con 8 puntos, al Alavés, decimoquinto, se despliega una amplia lista donde se incluye el Real Zaragoza a una victoria de la cúspide. Se le presenta así a Marcelino la oportunidad de insertar ya al equipo en el vagón de primera clase.


Para conseguirlo, el Zaragoza deberá derribar uno de los maleficios que le persiguen desde la temporada pasada. Al afamado hechizo, y no por ello poco espantoso, de su vacío de victorias lejos de La Romareda (¿recuerdan?, 31 de octubre de 2007, Almería, penalty de Diego, último triunfo como visitantes…), se le empareja temporalmente otro: el Real Zaragoza no enlaza dos victorias desde aquella misma jornada.


Entonces, el triunfo en Almería (0-1) completó la victoria obtenida tres días antes frente al Villarreal, tras un suculento banquete cocinado por Óscar González (4-1, en La Romareda). Fue el mismo partido donde la rodilla de Cuartero quebró por última vez. La historia posterior es de sobra conocida: se esfumaron los puntos, llovieron entrenadores, un pozo se tragó al equipo y la Segunda lo devoró con una llamarada letal. Cuando se presentó la oportunidad de amasar seis puntos en dos partidos, saltó por los aires. No es fácil encontrar triunfos zaragocistas a partir de entonces, pero, cuando se abrocharon, se quedaron en un islote: tras tumbar al Murcia se empató en Santander, se cayó ante Osasuna después de batir al Athletic, igual ocurrió en Villarreal tras despachar al Atlético, un voleón de Riera evitó el triunfo ante el Espanyol cuando se había derrotado al Recreativo una semana antes y el Valencia se salvó a costa del Zaragoza, que no puedo engordar el botín obtenido frente al Dépor.


La batalla por enterrar todo este desastre estadístico está en la espada de Marcelino. Vencer al Murcia situaría al equipo en la periferia de la zona de ascenso y despertaría los recuerdos del camino hacia el último ascenso a Primera.


Aquella temporada 2002/2003 arrancó bajo el sonido de las alarmas. Una única victoria (frente al Murcia curiosamente) en las seis primeras jornadas en el infierno poblaron de inquietud e incertidumbre el proyecto comandado por Paco Flores. Más o menos las dudas eran del mismo grosor que las generadas en el inicio actual. Pero el escenario se volteó tras coser varias victorias consecutivas. Entre las jornadas 7 y 10, el Zaragoza enlazó cuatro: Oviedo, Getafe, Las Palmas y Almería, e invadió la zona de ascenso. Posteriormente, empató en Eibar, y unió otras tres victorias. Aquella ráfaga (10 partidos sin perder) cimentó al equipo en la zona privilegiada. Ya no se alejaría de allí.