CICLISMO

Un adiós con claroscuros

Armstrong se retira entre investigaciones y testimonios que le relacionan con el dopaje.

Armstrong, antes del comienzo de la última etapa del Tour Down Under y última etapa de su carrera, ayer.
Un adiós con claroscuros
AFP

"Soy feliz por anunciar, después de hablar con mi familia, que he decidido volver al ciclismo profesional para concienciar sobre la pesada carga global del cáncer". Ese fue el principal argumento que retronó en septiembre de 2008 en el ciclismo con la sorpresiva vuelta de Lance Armstrong, el único hombre capaz de ganar el Tour de Francia en siete ocasiones.


Después de tres años en el mundo solidario, le mordió el gusanillo de los retos, el mayor aliciente para un tipo en busca permanente de desafíos. Porque en las carreteras le esperaban nuevos rivales y numerosos escépticos con su nivel. Por un lado, Alberto Contador, el número 1 de la competición iba a ser su compañero y rival. Por el otro, las acusaciones de dopaje se reactivaron apoyadas por las sanciones a Jan Ullrich e Ivan Basso.


Armstrong quería responder a todos, pero rompió con todas las previsiones. El hombre afilado y hosco que había mandado con rango dictatorial tornó en un amable 'cuentabatallas' que firmaba autógrafos entre los más jóvenes del pelotón. El vaquero avasallador había perdido el toque para dominar sus monturas y sus titubeos acabaron en la gravilla de una carretera de Palencia. Aún así mantuvo su exhibición pública de sus rutinas y pensamientos y coronó sus hazañas con un sobresaliente tercer puesto en Francia para un tipo que había estado tres años sin competir. El viejo Lance había triunfado en su misión de vuelta y se permitió excitar el avispero con varios disparos de advertencia al ganador, Alberto Contador.


Después el americano formó un nuevo equipo (el RadioShack) y la mayoría de los compañeros dejaron a Contador para marcharse con el líder que mejor ha sabido ganarse a sus colaboradores en los últimos tiempos. Porque Armstrong siempre trabajó su relación con sus gregarios, a los que mimaba y premiaba por sus ayudas hasta añadir suplementos económicos si alcanzaba el éxito.


Fue precisamente un ex compañero descontento quien acabaría con los días de vino y rosas de la resurrección de Armstrong. Floyd Landis, camarada en la vida y escudero durante miles de kilómetros en las filas del US Postal. Landis reventó el presunto pacto de silencio con Lance y enumeró de manera detallada las supuestas prácticas de dopaje del héroe nacional. Las revelaciones de Landis martillearon de nuevo la reputación de Armstrong y derivaron en una investigación de la Oficina Federal de Investigación norteamericana (FBI).


Ante un segundo año decepcionante y una investigación en marcha por delitos federales (a las acusaciones de dopaje se añadía el empleo de los fondos públicos del US Postal para el tráfico de sustancias) decidió que serían sus abogados los que responderían.


Armstrong deseaba una despedida con final feliz pero se ha nublado con la primera visión de un proceso que puede acabar con él en prisión. Mal escenario para despedir a una leyenda cuya última etapa se decidirá lejos de la carretera, de donde se despidió ayer al concluir el Tour Down Under.