REAL MADRID

Cambio de política

Tras el batacazo de la pasada temporada, en la que los madridistas no consiguieron ningún título pese a la inversión realizada, tocan cambios en la 'casa blanca'.

Cristiano Ronaldo.
Real Madrid
EFE

La vuelta de Florentino Pérez al palco madridista trajo consigo el retorno de los excesos veraniegos. Una faceta que el dirigente blanco elevó a un nivel superior, probablemente con el oscuro afán de eclipsar los méritos deportivos que su máximo rival había logrado. Así, las presentaciones más multitudinarias jamás vistas parecían anunciar la inminente llegada de una nueva era que, sin embargo, desembocó en decepción.


Un golpe de timón se hizo preciso y este se tradujo en el nombre de José Mourinho, el entrenador del momento tras ganarlo todo con el Inter. Un nuevo fichaje estelar que, sin embargo, ha traído consigo la incorporación de jugadores jóvenes y talentosos que se alejan del prototipo del galáctico, aquellos astros casi cinematográficos que siempre eran anunciados bajo el apelativo de “mejores del mundo” y afirmaban que su sueño infantil era vestir la casaca blanca.


Pedro León, Sergio Canales, Ángel Di Maria, Sami Khedira y Mesut Özil siguen un patrón común. Son jóvenes, han destacado esta temporada y se les presupone un recorrido ascendente. Piezas codiciadas por cualquier equipo puntero que han recalado en la disciplina madridista. No ha habido pomposas bienvenidas, tampoco ha hecho falta. Se trata de rejuvenecer la plantilla y conformar un bloque que vaya más allá de la suma de estrellas como si del ‘Pro Evolution’ se tratase. El contrapunto lo pone Ricardo Carvalho, hombre de máxima confianza de ‘Mou’, que ya se lo llevó del Oporto al Chelsea.


Proceso de renovación

La operación se completa con la salida de dos viejos tótems del equipo. Antiguos símbolos cuya mejor época parece lejana. Así se han marchado Guti y Raúl, quizás los movimientos más significativos del zoco estival. Adioses dolorosos y criticados pero que ponen punto y final a un época especialmente turbulenta, hasta ahora caracterizada por un baile de banquillos más propio de un equipo de perfil bajo que de un eterno aspirante a todo.


Al menos esa parece la intención: poder para el técnico y autocontrol en la presidencia. El Real Madrid necesita de una estabilidad que se traduzca en títulos. De un estilo propio, que contraprograme la efectiva propaganda azulgrana que habla de cantera y fútbol precioso. Algo que implique al aficionado más allá de la simple empatía fundamentada en la sempiterna fe en unos colores.


Los pasos parecen dados y los resultados están por verse. De afianzarse lo que ahora se llama “el Madrid de Mourinho” , podría haber un bloque capaz de amenazar la actual hegemonía culé.