REAL ZARAGOZA

Piel blanca, corazón rojo

A los ocho años, el equipo del colegio. Guantes limpios y rodilleras rotas. Con nueve, el club Pamplona. Coderas remendadas y pantalones embarrados. El San Juan lo reclutó a los diez. Aquel portero espigado y de mirada cándida crecía y crecía y por eso Osasuna no dudó: a los 12, López Vallejo entró en Tajonar, fábrica de los navarros, y comenzó a subir escalones: cadetes, juveniles, el filial, el primer entrenamiento con los mayores a los 16 años, y el debut en Primera División. Muchos guantes y perforadas rodilleras después, López Vallejo impactaba por su precocidad bajo los palos.

 

Se anunciaba ídolo en Pamplona. Portero eterno. Pero la experiencia en el club del corazón, en su casa, se disipó a los 21 años: el incipiente Villarreal y 300 millones de pesetas lo sacaron de allí hasta hoy, hasta el domingo, cuando la tela rojilla de Osasuna y el blanco del Zaragoza ocupen su atención. "Las raíces no se olvidan, en Osasuna me formé como persona y futbolista, pero ahora defiendo al Zaragoza", resume López Vallejo, pamplonés, nacido en septiembre de 1975 y en su día, el juvenil de moda de España. El hiperactivo Enrique Martín Monreal lo metió con 18 años entre los palos, un 17 de mayo de 1994, en El Sadar, ante el Sporting de Gijón de Juanele y, por ejemplo, Óscar Luis Celada, hoy su médico en el Zaragoza: "Recuerdo el rival, la ilusión de aquel día, que era nuestro último partido en Primera División porque estábamos descendidos? Debuté muy joven, fue todo muy rápido, se hablaba de mí porque en parte también había estado en las categorías inferiores de la selección española", relata López Vallejo, cuyos espejos siempre los tuvo bien definidos: "Cuando era un chaval, me fijaba en Arconada, más tarde en Zubizarreta. Pero en Pamplona estaban mis ídolos: Unanua y Unzué".

 

López Vallejo compartió generación con De la Peña, Morientes, Celades o Joseba Etxeberría. Apuntaba alto, es uno de los futbolistas con más partidos en la historia de la cantera de la selección. El foco mediático lo abrasó cuando el Milan le lanzó las redes. Entonces, a finales de los 80-principios de los 90, aquello, que las lupas internacionales te detectaran, no era tan normal como hoy. "Fue a raíz de un Mundial sub 17 en Italia. Fuimos subcampeones, me salieron las cosas bien y un intermediario telefoneó a mi casa. Me querían en Milán y me ofrecieron un contrato. Yo tenía 15 años. Renuncié, sobre todo, por el tema de los estudios, eran la prioridad", confirma.

 

Tomaría el relevo de Roberto Santamaría, perenne portero de Osasuna en los 80. Pero el descenso a Segunda lazó un arpón a la economía del club navarro. Había que vender. López Vallejo fue facturado a Villarreal por 300 millones. Allí terminó su vida en Osasuna. "Siempre se intenta triunfar en tu ciudad, me hubiera gustado jugar más allí, pero el fútbol es algo cambiante", confiesa. Quedó la puerta abierta y brotó una carrera lejos de Pamplona. El siguiente ladrillo se pone el sábado en La Romareda, estadio convertido en caldera con Osasuna de por medio. "Hace varios años, era un derbi precioso, con dos aficiones hermanadas, pero con el paso del tiempo no lo es tanto. Es una pena, porque con dos ciudades tan cercanas hay ingredientes para que se viva la rivalidad de una forma más cercana", analiza el portero.

 

¿Y Osasuna? Mucha cantera, muchos López Vallejo: Azpilicueta, Flaño, Monreal... "Es un orgullo como navarro, una muestra de que en Tajonar se hacen bien las cosas. Los frutos salen cuando se realiza bien el trabajo", subraya.

 

Queda esperar a Osasuna. El duelo será ardiente, con dos equipos necesitados. "Duro, muy duro", vaticina López Vallejo.