FINAL DE LA TEMPORADA

Paz en La Romareda

Agapito Iglesias y sus ejecutivos vivieron una jornada tranquila en el palco, sin sobresaltos. Quedaron liberados de cualquier juicio sumario. Su deber es construir de una vez un proyecto serio y razonable.

Paz en La Romareda
Paz en La Romareda

La consecución de la salvación hace una semana y las hechuras del partido disputado ayer frente al Villarreal, en La Romareda, calmaron los ánimos, tranquilizaron el espíritu de la grada. No se produjo ningún tipo de juicio sumario con Agapito y sus principales ejecutivos como encausados o culpabilizados por sus sonoros fracasos durante los cuatro años que ya se cumplen de 'Agapitismo'. La afición disfrutó del partido. Se entregó al momento, a la única fecha de paz que ha cabido en la temporada. Los jugadores y el cuerpo técnico, hacedores del milagro de la permanencia, fueron despedidos entre aplausos al término del encuentro. Ellos han sido los protagonistas de la gesta y a ellos se les reconocieron los méritos de una campaña en la que siempre jugaron al filo de la agonía. La Romareda no estuvo por fracturas sociales ni por dejar un ambiente cargado. Al revés. Una vez más realizó un ejercicio de prudencia. Pasó la pelota a los despachos con una corrección extraordinaria. Sólo los fondos insistieron en la necesidad de una revisión. Cada uno lo hizo a su manera.

La experiencia afirma, en cualquier caso, que es ahora cuando son más justificados los temores, los miedos, las congojas ante la construcción del futuro. Casi cada vez que ha ascendido una cuestión delicada a la mesa de los despachos se ha creado un problema mayor del que ya existía. Los cuatro años de gestión del Agapitismo han dado para todo tipo de situaciones: unas originales, otras esperpénticas, otras alucinantes, algunas sin sentido, las más: incomprensibles. El 'Agapitismo' ha devenido en un movimiento de imposible definición. Ni los creadores del mismo serían capaces de dibujar ahora mismo sus perfiles. Conjuga sueños de grandeza con desastres absolutos; promesas de modernidad con un continuo declive; declaraciones de intenciones de seriedad con espectáculos entre bochornosos e irrisorios. Sobre Agapito influye una variada gama de vectores de distinto sentido, sin que entre ellos pueda hallarse un denominador común. Por un lado habría que mencionar a determinados agentes de cabecera, sean García Quilón, Rodri, Buitrago o en su momento José Antonio Martín Otín, 'Petón'. Por otro, una serie de personajes cuyos rostros no aparecen en primer plano en La Romareda. Se trata de los denominados fontaneros del poder político. En los principios de esta particular era tuvieron un enorme peso. Ahora, al parecer, no es tan significativo. La depresión futbolística registrada durante el gobierno de Agapito y el final de ciclo que se vive en el Gobierno de Aragón han ocasionado distancias. El accionista mayoritario, por su parte, tampoco se muestra tan entregado como en un principio.

Naturalmente, en este capítulo es necesario mencionar algunos nombres del club. Quizá el más sobresaliente sea el del incombustible secretario técnico, Pedro Herrera, quien camina hacia los veinte años de ocupación del cargo. Gerhard Poschner, el director general, se presentó como mano derecha del empresario soriano; pero en este momento no cuenta con el trato estrecho e íntimo con el que llegó.

Fuera del club, el equipo de abogados especializados en derecho deportivo de Garrigues también está adquiriendo relevancia, tanto en lo que hace referencia a los distintos asuntos que terminan en forma de demandas judiciales contra el club como a planteamientos de mayor calado en este momento.

Qué pueda pasar en adelante, en las próximas horas, con Agapito Iglesias al frente y con tan dispares influencias sobre su persona, constituye una incógnita irresoluble. Puede suceder una cosa o la contraria. Quizá salga el sol por el este y se oculte por el oeste. Pero no es descabellado pensar que Agapito diseñe otro rumbo para la entidad. Si existe un plan deportivo y de negocio nadie lo sabe. O si se sabe está guardado bajo siete llaves. Es probable, no obstante, que ni el propio Agapito sepa qué decisiones de calado vaya a tomar.

Considérese como ejemplo de referencia el caso de José Aurelio Gay y Nayim. El criterio más generalizado es que merecen la renovación por un motivo muy sencillo de desentrañar en el fútbol: por los méritos contraídos desde que asumieron la dirección del equipo, en una situación muy complicada. Hubiera caído dentro de una elemental lógica que su contrato se hubiera renovado de modo casi automático. Sin embargo, Gay y Nayim han pasado una semana sin saber nada de nada acerca de su futuro. Siguen a la espera.

Los exégetas del 'Agapitismo' aseguran que esta semana se producirá una comparecencia del accionista mayoritario en la que aclarará aquello que vaya a suceder. Sería, desde luego, lo mínimo exigible. Son muchas las preguntas las que se hace el aficionado y sobre las que desea que se arroje algo de luz.

Agapito se encuentra en un momento crítico para la sociedad anónima deportiva. Si da coherencia y sentido a la toma de decisiones, el club tendrá alguna posibilidad de ganar el futuro. Por el contrario, en caso de extravíos, de apuestas extrañas o de nuevas ocurrencias, el Zaragoza rara vez resistirá a sus gestores. Las pesadas obligaciones del pasivo del club aprietan inevitablemente, según hacen los números rojos en cualquier contabilidad. La deuda a corto plazo es considerablemente elevada. Se da por sentado que Agapito tendrá que renegociar una refinanciación con los principales acreedores del club, fundamentalmente las cajas principales de la región. Los derechos de televisión que se han vendido a RTVA para ésta y la siguiente campaña ya se comprometieron. Sirvieron para librar situaciones apuradas durante el pasado mercado de invierno y para satisfacer pagarés que se debían desde tiempo atrás, desde la temporada de paso por la Segunda. Las tensiones de tesorería se presumen de nuevo inminentes, conforme se acerquen las clásicas fechas de vencimiento de pagarés. En este sentido, Javier Porquera, el consejero "rojillo", director corporativo del club, se ha convertido en la pieza clave. Dimitido Eduardo Bandrés el pasado mes de diciembre como presidente ejecutivo, el control de las cuentas está ahora en manos de este ejecutivo madrileño, aparecido en el mundo del fútbol en el Real Madrid, durante la presidencia madridista de Lorenzo Sanz.

En plano puramente deportivo, La Romareda insistió particularmente en la necesidad de amarrar a Roberto Jiménez, el guardameta cedido por el Atlético de Madrid. El asunto se presenta espinoso. No es el único. Colunga representa otra negociación compleja. Su séptimo gol en la Liga defendiendo los colores del Real Zaragoza avalan la necesidad de su presencia en la plantilla; pero la posición jurídica del club aragonés a este respecto no es fuerte. En Zaragoza, además, se ha revalorizado. A día de hoy puede ser un jugador caro. Contini o Eliseu son otros dos casos que trabajar. En año de Mundial, los veranos suelen ser largos en el manejo de la operaciones. En todo caso, se necesita un modelo.