MONTAÑISMO

Pauner ya está en casa

El montañero aragonés llegó ayer a Zaragoza tras haber hollado el Manaslu, su décimo ochomil. Se halla en un buen estado físico y en su mente ya apunta a su siguiente reto, el Lhotse.

Javier Pérez y Carlos Pauner posan sonrientes ayer en el aeropuerto de Barajas.
Pauner ya está en casa
ENRIQUE CIDONCHA

Regresar a casa es motivo de alegría para cualquier ser humano. Pero muchísimo más para un montañero que ha batallado durante días en un gigante nevado, azotado por vientos de más de 60 kilómetros por hora y con el peligro rondando a su vera. Carlos Pauner no podía disimular una rotunda sonrisa cuando llegó ayer al aeropuerto de Barajas, procedente de un vuelo nacido en Qatar. Le acompañaba su fiel escudero, Javier Pérez. Estaba exultante por el éxito conseguido en la cima del Manaslu, su décimo ochomil, y por la inminencia de su llegada a Zaragoza.


"Volver a casa después de cada expedición es una sensación muy agradable. Es el momento de relajarse, de disfrutar de la familia y de los amigos", explicó a HERALDO.


Su gesto era relajado y derrochaba buen humor y satisfacción por la misión cumplida con creces en ese coloso de 8.156 metros que en 2009 le derrotó a escasos metros de la cumbre. El jacetano se cobró justa venganza: "Los regresos saben mejor así. Tu estado de ánimo depende de cómo haya ido la expedición. Si no has hecho cima todo es mucho peor. Te acompaña la desazón, un regusto bastante amargo. En esta ocasión vengo muy tranquilo porque hemos hecho cumbre y hemos realizado un buen trabajo. En Katmandú ya hemos disfrutado de unos días de descanso y ahora toca gozar con la gente más cercana. Sobre todo tengo ganas de estar tranquilo".


Al contrario que en anteriores ocasiones, su salud apenas se ha resentido y ni siquiera le inquietan las tan temidas congelaciones: "He regresado muy bien. No tengo grandes heridas y hasta ha desaparecido el cansancio que supone hacer cima. No tengo ganas de hacer enormes esfuerzos pero me siento fantástico".


Una vez llegado a Zaragoza, su primer deseo fue indudable, visitar a su hija Laura: "En el aeropuerto de Barajas ya he tenido el placer de encontrarme con algún amigo. Y al llegar a Zaragoza mi primer deseo ha sido ver a mi hija Laura. En la montaña hemos hablado muchas veces y ella es consciente del riesgo que corre su padre pero a la vez sabe que jamás arriesgo si no veo las cosas claras".


Tras las exigencias dietéticas que supone el reto de coronar un ochomil, Carlos Pauner se dispone a concederse algún caprichito gastronómico. No tiene dudas: "Una de las cosas que llevo peor son las comidas en la montaña. La alimentación en las expediciones no es tan gustosa como la que tenemos en Aragón. Comes de forma muy diferente a la habitual. Nos llevamos algún alimento de casa para matar el gusanillo. Soy muy inquieto y me gusta conocer otras gastronomías, pero como la gastronomía de la tierra, pocas. Ardo en deseos de comer una buena ensalada con tomates de la huerta de Zaragoza. También descuidaré un poco la dieta y algún día iré de tapas".


Para rematar el buen momento, el regreso a tierras aragonesas coincide con el arranque de las Fiestas del Pilar, un acontecimiento que piensa devorar con energía: "Las fiestas, además de todos los aspectos lúdicos como los conciertos o los actos folklóricos, son una excelente ocasión para reunirte con gente que no ves tanto como quisieras, son un punto de unión. Te juntas, cenas con amigos, tomas unas copas...".


Pero en la mente de un montañero tan ambicioso como Pauner, ya retumba el Lhotse, su undécimo ochomil. "Todo pasa muy rápido. La montaña es muy efímera. Las cosas suceden a una velocidad de vértigo. Y en cuatro días volveré a estar en el Himalaya para intentar hollar el Lhotse".


En esta carrera hacia la eternidad, para completar en su colección las catorce cimas más altas del planeta, tiene claro que la última cita será con el Everest: "Lo más duro sin duda es el Everest sin oxígeno, porque es una prueba muy dura, estamos muy acostumbrados a que la gente diga he subido al Everest, hay más de 4.000 ascensiones pero son todas con oxígeno, sin oxígeno solo han subido 40 o 50 personas. Queda claro que es una prueba muy difícil que he intentado en dos ocasiones, en 2000 y 2005". Una meta que seguro alcanzará.